El amor por la amistad y la vida en el horror del Holocausto

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Disfruté de ver “Mi mejor amiga, Ana Frank” la película que la plataforma Netflix acaba de estrenar hace pocos días. Me hizo bien verla. Sentí que es una propuesta diferente, que agrega valor a la extensa filimografia que hay sobre el Holocausto.

Escribo simplemente como uno más de los muchísimos que estamos comprometidos en las enseñanzas de la Shoá, en mantener viva la llama de la memoria, en honrar la vida.

No soy experto en crítica de cine ni pretendo serlo, estoy muy lejos de ello. La película tiene un abordaje diferente que sorprende al espectador. Lo logra.

No es Ana en su encierro que vuelca a su diario sus reflexiones, sueños e ilusiones con lo que nos encontramos. La centralidad está en su amiga y el vínculo entre ambas.

Este foco puesto en la amistad que se vive con la ingenuidad y la frescura propias de los primeros años de la adolescencia. Es una invitación a reconocer y descubrir la esencia de la dimensión humana, compleja, dinámica, incierta, vital, rica en pasiones y deseos.

Los diálogos y juegos, los interrogantes, la inocencia y la imposibilidad para comprender y absorber lo que la realidad brutal y perversa les planteaba. Incluso las decisiones de los padres, con más dudas que certezas, se presentan de una manera cercana.

Es una película que en los dos escenarios que se desarrolla, Ámsterdam y el campo de concentración de Bergen Belsen, prioriza los valores humanos por sobre la barbarie del nazismo y su maquinaria de deshumanización y muerte.

La película, basada en hechos reales es absolutamente humana.

Tiene la riqueza de extraer esa dimensión que se despliega en toda su potencialidad más allá de toda adversidad. Nos permite de una manera bella ver a aquellas vidas iguales a las nuestras, simples, comunes, infinitas en posibilidades. Podemos reconocernos en ellas. Y eso tiene un valor singular.

Recordé al verla la enseñanza y advertencia que hizo al mundo Yehuda Bauer, reconocido académico, cuando plantea en su libro Reflexiones sobre el Holocausto que “somos nosotros hoy quienes tenemos que tratar a la tragedia judía de la Shoá como una tragedia humana en general”. 

Bienvenida esta película que va en esa dirección.

Es una gran oportunidad educativa para los jóvenes y con ello para pensar un mundo mejor.


Por Claudio Avruj
Director de Optimism

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