“Vivir fuera de mi tierra me llevó a tomar decisiones que me daban miedo”

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“Estoy muy agradecida de haber logrado sacar adelante a mi hija”

POR ALEXANDRA BARRETO

Aún conserva su acento paraguayo a pesar de vivir hace más de 30 años en Argentina. Mientras hornea chipá y prepara sopa paraguaya para la venta (platos típicos de su país), nos recibe en su departamento. “Este es mi nuevo emprendimiento que lo realizo los fines de semana”, comenta muy contenta.

Miriam (57) se considera una mujer muy trabajadora, de empuje, y que avanzó positivamente en lo que se propuso. “Vivir fuera de mi tierra me enseñó a tomar decisiones que daban miedo. Por siempre dije ‘hago esto’ y lo hice”.

Mientras toma un tereré y contempla sus plantas (las que cuida con pasión), relata que salió de su natal Carmen del Paraná para mejorar su situación.  

Cuando terminó el secundario (1986) se fue a trabajar a Asunción de niñera, estuvo seis meses y posteriormente consiguió trabajo en una librería de vendedora durante el día y cuando cerraba iba a las casa de los dueños del local para hacer las tareas del hogar. “Me acostaba cansada a las 2 de la mañana y me levantaba a las 6”.

A pesar de ser tan joven y realizar jornadas agotadoras, “no tenía otra opción” porque su problema era tener dónde vivir y ésto le permitió ahorrar.

Posteriormente tuvo que dejar el empleo, buscó una habitación en una pensión, pero por sentirse en soledad regresó a Carmen del Paraná, a la casa de su madre. “Junté algodón, coseché. Era una labor muy fuerte estar agachada todo el tiempo, sacando los capullos. Después una señora me ofreció ir a Posadas para trabajar de niñera y acepté”, dice Miriam.

Al cabo de un tiempo se enteró que pagaban mucho mejor en Buenos Aires y dejó Posadas. “En esa época entrabas a trabajar de empleada doméstica rápido, venía mucha gente de Paraguay,  en cada casa había dos o tres empleadas, la única forma de estar tranquila era hacerlo en casa de familia”.

La vida de esta migrante ha sido como la de una ciudadana de muchos mundos. Nada la detenía porque su voluntad era más fuerte que sentarse a llorar o quejarse.

A mediados de 1989 recibió una propuesta para trabajar en Estados Unidos pero no obtuvo la visa y finalmente la emplearon en una casa en la que presta servicios desde hace 27 años en Buenos Aires.

Caminando por Avenida de Mayo ese mismo año conoció al padre de su hija. En 1996 quedó embarazada. No obstante, siguió trabajando hasta el último momento de su embarazo. Miriam se quedó sola con la situación de criar a su hija, y ser madre soltera. “No aceptaban que trabajara con una nena y tuve que regresar a mi ciudad. Mi mamá me ayudaba con mi hija. Estuve dos años y medio pero me llamaron de nuevo para que regresara al trabajo y decidí aceptar pero dejé a mi hija con mi mamá”.

Admite que fue una decisión muy dura pero que se había propuesto trabajar mucho más para acortar la distancia.

Cada dos o tres meses iba a verla o viajaba en un feriado largo. Cuando  Karen Barvato cumplió 13 años, decidieron que era hora que estuviese en Buenos Aires junto a su madre. “Una amiga que tenía un departamento, nos alquiló una habitación y compartíamos gastos”.

Las cosas se iban tornando mejor hasta que llegó el día en que pudo alquilar un monoambiente y estar con su hija. “No tenía nada, ni muebles, me dieron una cama marinera”. Posteriormente se mudaron a algo más grande y ahora Karen (23) ayuda a Miriam con los gastos.

Una de las satisfacciones más grandes de esta carmeña es que su hija pudo terminar la secundaria, haya ingresado a trabajar en una empresa constructora y que culminó sus estudios de danza. “Desde que tenía 4 años bailaba danza ucraniana y se enojaba si no la dejaban actuar en algún show. Antes de la pandemia, la acompañé en todas las presentaciones que tenía”.

Muy orgullosa, dice que al fin se siente tranquila y lo que más la hacía feliz era cuando iba a ver a su hija a Paraguay. “Ver cómo creció, que no le faltó nada, aunque no tuvo una imagen paterna”.

Respecto al desarraigo y su vida como extranjera, aseguró que siempre tuvo y tiene mucha amistad con su colectividad. “Nos reuníamos en un club, se presentaban orquestas de Paraguay; era como estar allá. Nunca necesité ir a un boliche. Celebramos cumpleaños, pasamos navidades, fin de año juntos. Es muy lindo sentirse cerca con los compatriotas”.

Hoy por hoy se da tiempo para todo, hace ejercicio, gusta de pasear en bicicleta y de preparar toda la comida paraguaya. “Me empezaron a hacer pedidos y lo disfruto mucho”.

Lleva como recuerdo antes de la pandemia que pudo ver a su familia en enero pasado. ¿El futuro? Miriam asevera que no descarta regresar a vivir a su país. “Cuando mi hija esté bien establecida, si ella forma un hogar acá, pienso que podría irme. Ahora ella me necesita porque trabaja muchas horas y la ayudo con sus comidas para que lleve al trabajo. Cuando me jubile quiero estar con mis hermanos, disfrutarlos, sentir que no pasó el tiempo, pero eso sí, jamás me olvidaré de Argentina”.

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