Tiene un hijo con discapacidad intelectual y creó una fundación de equinoterapia

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Sergio Retamales creó Kawell Anay, un espacio donde brindan atención, contención y rehabilitación a personas con discapacidad en La Pampa.

Una de las principales razones por las que Sergio Retamales comenzó con la Asociación Civil de Equinoterapia y Actividades Ecuestres “Kawell Anay”, un espacio en Catriel en la provincia de La Pampa donde brindan atención, contención y rehabilitación a personas con discapacidad fue su hijo Santi, que tiene discapacidad intelectual.

La historia

A los 4 años, Santi empezó con equinoterapia en un pueblo vecino. Al ver los cambios tanto en su desarrollo intelectual como en su emocionalidad, Sergio supo que tenía que hacer algo al respecto. A su vez, su sobrino Nacho nació con parálisis cerebral. Fue en ese momento que, luego de que su cuñado lo invitara a una capacitación de equinoterapia, decidieron fundar su propia organización. Lo primero que hicieron fue comprar su primer caballo, Coco, y comenzaron la actividad en una zona pública con solo dos practicantes: el hijo de Sergio, Santi, era uno de ellos. De a poco, se fueron sumando profesionales y voluntarios.

Me motiva ver que la discapacidad, arriba de un caballo, desaparece”, destaca el fundador de Kawell Anay, el único lugar que brinda este tipo de terapia en la ciudad de Catriel. “Al practicante esta práctica lo motiva mucho. Lo lleva a que se sienta único sobre el caballo. Arriba del caballo siento mucha libertad, mucha paz. Como que yo soy un pajarito y vuelo”, cuenta María Jesús Nieto, una de las jóvenes que asisten al espacio que, día a día, brinda actividades de equinoterapia a alrededor de 100 niños, adolescentes y adultos con discapacidad y en proceso de diagnóstico.

Además, ofrecen otras actividades como monta recreativa para niños y adultos, cabalgatas, equitación adaptada, y talleres para niños donde se promueve la vida en la naturaleza y el cuidado hacia los animales. “A diferencia de mi consultorio, los chicos acá dejan de ser pacientes, acá son jinetes. Y eso los postula en un lugar de igualdad y de empoderamiento”, destaca Claudia Montevideone, kinesióloga y voluntaria de la asociación, donde trabajan entre 10 y 20 voluntarios.

Entre los beneficios de la equinoterapia, una de las psicólogas voluntarias de Kawell Anay, Valeria Otero, destaca que los chicos y jóvenes que asisten se sienten más cómodos, mejoran la comunicación y también su autoestima, entre otros. “Perdí muchos miedos. Estoy más suelta, más firme, más liviana”, cuenta María José. “Kawell nació para generar logros que son los que ellos van consiguiendo. Eso es lo que a nosotros nos pone contentos: verlos felices arriba del caballo”, concluye Sergio.

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