El postre son los memes

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POR FERNANDA DI BENEDETTO

Consumo irónico

El consumo irónico se refiere al consumo y reproducción de contenido considerado inferior, con el objetivo de burlarse o mostrar indignación.
Ironizar contenido “serio” para ridiculizarlo o criticarlo es un fenómeno recurrente en las redes sociales, y genera la redistribución de mensajes que son ajenos a los intereses de quien comparte.

Imagen: Gustavo Sala para “Bife Angosto”

Alejandro Seselovsky, en una nota para el medio La Agenda, menciona dos hipótesis en torno al consumo irónico. La primera tiene que ver con el narcisismo del espectador, quien consume para “afianzar esa relación de jerarquías, despreciar para, en la gimnasia del contraste, adquirir valor”. Trae a colación el ejemplo de Zulma Lobato, resaltando las veces que las audiencias se han reído de ella.

Alejandro Seselovsky

La segunda hipótesis en relación a “un atajo de culpa”. “Alguien desea –de verdad lo desea– consumir algo que lo avergüenza frente a su comunidad de pares, un guilty pleasure inconfesable en sus círculos de referencia”, destaca, asegurando que esa persona que posee estos “placeres culposos” no busca burlarse ni creerse superior, si no que lo consume para divertirse a sabiendas de que es irónico. Puede que lo disfrute genuinamente, pero no desea que los demás se enteren.

Según una investigación llevada a cabo por Damián Kuc, a raíz de un análisis realizado por Ien Ang, profesora de estudios culturales oriunda de Indonesia, se llegó a la conclusión de que las audiencias que ironizan ciertos contenidos se consideran por encima de eso de lo que se burlan, generando una sensación de superioridad, a la vez que disfrutan ser espectadores.

Ien Ang

La potencia de la comunidad interpretativa y de las redes sociales

En este sentido, la comunidad interpretativa juega un rol fundamental, porque son quienes interpretan esa ironía en el mensaje y lo comparten con el mismo objetivo que sus pares. Por ejemplo, siguiendo la línea de Kuc, se sucedió una marcha en la Ciudad de Buenos Aires en la que reclamaron la inexistencia del virus y expusieron una teoría conspirativa en torno a las vacunas. Si bien la marcha contó con la presencia de pocas personas, aproximadamente 250, en la red social Twitter los dichos de los manifestantes se reprodujeron más de 80 mil veces. Se compartieron memes, fotos de los carteles, videos de las personas hablando, todo con el objetivo de burlarse e indignarse, llegando a instalar “El virus no existe” como Trending Topic. 

Damián Kuc

Otro caso de consumo irónico con mucha repercusión fue el de Gisela Barreto, quien en su programa de TLV 1, elaboró una teoría con un vaso de agua para hablar en contra de una práctica sexual que ella no comparte, con argumentos “antinaturales” y religiosos.

Al igual que con la marcha, en las redes sociales millones de usuarios se burlaron de este video, convirtiendo a Barreto en Trendig Topic haciendo circular sus dichos irónicamente, e incluso “aplicando” la teoría del vaso de agua en otros aspectos de la vida cotidiana.

Con otros personajes, este tipo de consumo fue más allá, llegando a convertir a los protagonistas en “influencers” y “famosos”. El caso de Rodrigo Eguillor es un ejemplo de esto. Acusado de violación y violencia de género, tanto se habló de él que rápidamente incrementó la cantidad de seguidores en Instagram, llegando a recibir invitaciones a programas de tv en donde lo llamaban “el influencer del momento”.

Algunas consideraciones importantes sobre esta práctica

En diálogo con Eugenia Mitchelstein, directora de la carrera de Comunicación de la Universidad de San Andrés, quien redactó una nota para la Revista Anfibia titulada “Peligros y placeres del consumo irónico”, comentó varios aspectos de este tipo de consumo.

Eugenia Mitchelstein

“El consumo irónico es muy anterior a las redes sociales, había consumo irónico de telenovelas, de películas… el consumo irónico requiere un par con quien nos reímos, y las redes facilitan que nos conectemos con otros consumidores irónicos para sentirnos superiores al contenido al que, sin embargo, le cedemos nuestra atención”, menciona haciendo referencia a los inicios de esta práctica que suele estar asociada de manera directa a la difusión que permiten las redes sociales.

Considera que existen distintos tipos de consumo irónico. “Hay consumo irónico de música, de películas, de personajes. Por ejemplo, ver una película con bajos valores de producción, clase B, para reírse de lo mala que es, lo mal que actúan”, comenta, y establece que no se puede determinar cuál es el más reproducido, ya que todos reflejan que “quien se embarca en este consumo irónico, se siente superior/distinto a quien disfruta la película genuinamente”.

Portada de “Peligros y placeres del consumo irónico”

Al consultarle sobre la correlación que puede existir entre el repudio y la ironía, Mitchelstein establece que no son excluyentes, remarcando que “el riesgo de reproducir cierto contenido, aunque sea en forma de repudio/consumo irónico, es que sea leído de manera literal por alguien que no conoce el contexto”. Además, señala que el repudio, a diferencia de la ironía, suele ser explícito.

Por último, a nivel personal comenta que no combatiría el consumo irónico “porque a veces es genuinamente divertido”, haciendo hincapié en que, a pesar de eso, no es lo único que le gusta consumir. “Creo que cada uno puede entretenerse como quiera, siempre conscientes de que el consumo irónico es igual al consumo”, concluye.

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