8 de marzo: el sello de la mujer en la sociedad

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POR CLAUDIO AVRUJ

“Ningún país puede florecer si ahoga el potencial de sus mujeres y se priva de las contribuciones de la mitad de sus ciudadanos”, Michelle Obama.

Cuando una fecha nos es señalada en el calendario, tiene por objeto que nos detengamos en nuestro quehacer diario para hacernos pensar y reflexionar.

Ya el solo hecho de poder preguntarnos acerca del por qué de la conmemoración o la celebración implica el primer paso en ese camino.

El 8 de marzo, la fecha elegida en 1975 por Naciones Unidas para celebrar el Día Internacional de la Mujer, se inspira en esa fecha del año 1857. 

“Pan y Rosas” fue la consigna que aglutinó a las trabajadoras textiles de Nueva York para reclamar por las inhumanas condiciones de trabajo que soportaban, como así también para pronunciarse contra el trabajo infantil.

Los progresos de la humanidad y su evolución en el dictado y aplicación de los derechos de las personas se da siempre a partir de los reclamos de la gente ante las injusticias, de la queja ante la opresión, y de la defensa de  convicciones profundas en salvaguarda de la dignidad de las personas.

El recorrido de la humanidad a través del tiempo está colmado de ejemplos que tienen el sello de la mujer. De aquellas que conocemos porque sus nombres trascendieron a la esfera pública, pero más aún y fundamentalmente por millones de mujeres anónimas que merecen cada día el agradecimiento y valoración.

Aún con graves problemas de violencia de género, femicidios y discriminacion como los que estamos viviendo, el mundo avanza a pasos firmes por ser más igualitario.

Y de eso se trata este 8 de marzo, de abocarnos desde un compromiso individual y sincero a aportar nuestra mejor capacidad para construir una sociedad cada día más inclusiva e igualitaria.

¿Acaso podría ser diferente de lo que plantea Michelle Obama?

No, no puede ser.

Nos es importante pensar  en las grandes acciones como las que dieron lugar a esta fecha que hoy conmemoramos y  debemos también empezar por mirar a nuestro alrededor en dirección a nuestros mundos más íntimos y reconocer el valor que tienen en nuestra vidas las mujeres que nos acompañaron y acompañan, nuestras madres, hermanas, parejas, hijas. Nuestras amistades, las compañeras de escuela, las maestras y docentes, las amigas en los grupos de nuestra adolescencia, nuestras compañeras de trabajo, nuestras colegas, las profesionales que en distintos rubros y profesiones elegimos para consultar y para que nos cuiden; las actrices, artistas, escritoras, periodistas que elegimos seguir porque nos hacen sentir bien, nos invitan a soñar, pensar e imaginar y así una lista infinita que exige nuestro agradecimiento y reconocimiento permanente.

Hacerlo a diario nos hará mejores.

Nada es más alentador que vivir en un clima de respeto y convivencia plural, pocas cosas hacen tan bien a la salud social que el reconocimiento que nos damos en tanto seres humanos.

Porque como enseña la gran filósofa y activista francesa Simone Weil: “La igualdad es una necesidad vital del alma humana. La misma cantidad de respeto y de atención se debe a todo ser humano, porque el respeto no tiene grados”.

Por Claudio Avruj
Director de Optimism

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Melina D’Amato

Absolutamente de acuerdo, somos todos iguales, pero sobre todo, somos uno mismo. El respeto y el valor dignifica.