Una producción argentina ganó el gran premio de la competencia internacional de BAFICI

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Además, este domingo se despide el festival con la película de Rafael Filippelli. Escrita junto a su pareja, Beatriz Sarlo, es una mirada honesta y sin concesiones a la llamada edad de riesgo.

El ritmo de las canciones de Chébere y Trulalá contrasta con la grisura de las calles desangeladas. Pero los dos protagonistas de Mi última aventura, el cortometraje que ganó el Gran Premio en la Competencia Internacional del Bafici, están contentos.

Son los suburbios de Córdoba capital, una ciudad muy presente en en esta edición (la más federal, según sus organizadores), y dos amigos, de buzo y capucha, cruzan la noche en una motito sin poder reprimir una sonrisa. Tienen motivos, en un bolso, para mirar su ciudad con ojos de despedida.

Por su parte, The nose or the conspiracy of Mavericks, del ruso Andrei Khzhanovsky, veterano conocido por sus films de animación, se llevó el premio a la mejor película. En la Competencia Americana, inaugurada en este Bafici 22, el premio principal fue para un documental mexicano, Cosas que no hacemos, de Bruno Santamaría Razo. Podría definirse como un ensayo audiovisual sobre la situación de la infancia en un pequeño pueblo de ese país.

En esa competencia se pudo ver también el último trabajo de Mariano Llinás, Canción para la batalla del Tala, una apuesta a la palabra escrita como herramienta narrativa en lo audiovisual, en reunión con la música, como en el cine mudo. Un camino que viene transitando el director de La Flor (ganadora del Bafici 2018) y que ahora lleva a un extremo, interesante y poco preocupado por entretener al espectador.

Destacable en la misma sección la premiada El Planeta, de España, de la artista plástica Amalia Ulman (mejor dirección), un film que coprotagoniza con su madre, Ale Ulman. La mejor actuación fue para Elisa Carricajo por Bahía Blanca, sobre la novela de Martín Kohan. El mejor cortometraje fue el portugués Catavento, y el gran premio para la mencionada Mi última aventura, de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini.La mezcla entre cortos y largos, de ficción o documentales, borroneó las fronteras claras entre películas de uno u otro segmento, y entre algunas gemas que los cinéfilos tuvieron oportunidad de encontrar, hubo también una buena cantidad de films de nivel decepcionante. El formato híbrido, online y presencial, favoreció la llegada de la programación a todas partes. La posibilidad de asistir a funciones presenciales impulsó la operación retorno de las salas, que volvían a abrirse después de un año.

La película de clausura, para este domingo 28, tiene un título oportuno para la ocasión: No va más. El cineasta Rafael Filipelli (Música nocturna, Secuestro y muerte) compone un crudo, a veces conmovedor diario íntimo, con las herramientas del cine.

Con producción de Mariano Llinás y Juan Villegas, con un guion escrito en colaboración con su pareja, Beatriz Sarlo, Filippelli se anticipa (se anticipó) al confinamiento pandémico y se filmó en su departamento de Caballito solo, en un encierro que lo lleva a dialogar consigo mismo, conectar con sus objetos y sus recuerdos.

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