Hazaña mundial: con sólo 15 años, se convirtió en la persona más joven en escalar el Fitz Roy

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El 26 de abril de 1336 el poeta italiano, Petrarca, subió el Mont Ventoux de casi 2000 metros. Al bajar le preguntaron la razón de su aventura. “Porque sí, porque estaba ahí”, contestó parco.

El 3 de marzo a las 9,30 Tomás Odell (15) llegó a la cima del Fitz Roy (3405) una de las montañas más intrincadas en El Chaltén, Santa Cruz, y un desafío para los expertos. Se convirtió así en la persona más joven en subir el legendario monte que fascinó, entre otros, al director de cine Werner Herzog. El anterior récord estaba en manos del escalador barilochense, Sebastián de la Cruz, que lo hizo a los 16.

Uno de los largos de camino a la cima del Fitz Roy.

Al bajar, un periodista le preguntó sus motivos y su respuesta emuló a la del italiano. “Porque hacía buen tiempo y se podía en esos días“, dijo. El adolescente realizó el ascenso junto a su hermano Pedro (17) y su padre Max Odell (47). Juntos, pero no al mismo tiempo, puesto que los chicos avanzaron liderando la escalada. Lo hicieron por el filo Noroeste-Afanassieff conocida por ser una de las vías más largas del Fitz Roy.

Con esta travesía, Tomás alcanzó otro récord: es el ser humano más joven en concretar las principales agujas de la zona de El Chaltén, un verdadero milagro físico y mental.

La secuencia es impresionante. A los 13 años escaló la Aguja Guillaument (2579), a los 14 las Agujas de la S (2335) y Aguja Media Luna (1900), a los 15 las Agujas Sain -Exupéry (2550), Rafael Júarez (2450) y Poincenot (3002).

La familia Odell completa.

Para dar una idea contemporánea del logro del adolescente, en 2014 y en 2016, Alex Honnold, el más brillante escalador en estilo “solo” de la actualidad, viajó especialmente a El Chaltén desde los Estados Unidos para experimentar en carne propia estos mismos desafíos en la Patagonia.

Pero los Odell son gente sencilla y despojada de adjetivos. Mientras su marido y sus hijos escalaban el Fitz Roy, Marcela Antonutti, los esperaba en El Chaltén, tranquila, como si hubieran ido a dar un vuelta. “No estaba nerviosa, pues ya estoy acostumbrada. Siempre están escalando. El clima fue muy bueno y ello me ayudó a mantener la calma. Cuando van los tres obviamente estoy más tranquila que si escalan los chicos solo“, le dijo al escritor y escalador Toncek Arco, quién compartió con ellos en la localidad sureña días atrás.

Marcela y Max son guías de montaña de la Asociación Argentina de Guía de Montaña (AAGM). Ahora tienen un restaurante de comidas mexicanas “La Brecha”, después de años de trabajar en expediciones y grupos. “Ya no guío, pero siempre subimos montañas“, cuenta Max. De paso recuerda que a pesar del coronavirus la temporada no estuvo tan mal y que arribaron bastantes argentinos a la zona.

Pedro ya le adelantó a sus padres que seguirá sus pasos y estudiará desde abril en el Instituto Superior Argentino de Guías de Montaña de la AAGM en Bariloche.

Tomás todavía no lo sabe. No lo piensa, dice, como tampoco hace alarde de ser la persona más joven en alcanzar la cúspide de una de las cadenas de montañas más complejas del mundo. Va al secundario de El Chaltén y entre sus amigos estas aventuras no lo convierten en un compañero especial, explica quitándole peso a sus récords.

Subir el Fitz Roy no fue tan diferente, había unos días buenos y lo hicimos. No subí para romper un récord sino porque se podía subir“, explica.

Cuando se le pregunta sobre qué condiciones debe reunir un escalador, revela su claridad. “Uno se cansa, siempre, pero hay que seguir y seguir. El estado físico es una cosa, también hay conocer el clima y hay que estar atento. La montaña es como si estuviera viva“, agrega.

Max ya había subido antes el Fitz Roy y 5 veces el Cerro Torre (3128). Esta era la primera ocasión que encaraba el Fitz Roy con sus hijos. Subieron, con él atrás y con los chicos primeriando, en 4 jornadas, 3 de ascenso y 1 de descenso por la vía Franco-Argentina.

Escalaron con el mínimo de equipo para avanzar con rapidez. La segunda de las noches la pasaron a 3150 metros, con 7 grados bajo cero, apretados los 3 en sus bolsas de dormir y adentro de una pequeña carpa.

Lo veníamos pensando hace rato y como había días buenos, despejados, analizamos el clima y lo hicimos“, resume. “Mis hijos escalan siempre y yo los veía sólidos. Al llegar la sensación es muy linda, muy fuerte. Estás con ellos y alrededor todo el paisaje desde arriba. Muy fuerte“, concluye.

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