Se conocieron por el síndrome de Down, luego nació el amor y un emprendimiento inclusivo

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La periodista Magdalena Prado y su novio Felipe Pilón crearon Stardust, marca de remeras cuyos diseños  apuntan a la diversidad y la inclusión y que dona parte de sus ganancias a ADU y SEDHU.

Magdalena Prado iba en un taxi, intercambiando mensajes de audio con la artista uruguaya Florencia Ponce De León, que le preguntaba sobre su sentimiento respecto al síndrome de Down. En un momento el taxista la interrumpe y le cuenta que siempre trasladó a Felipe Gil, un chico con síndrome de Down. “Él me ha enseñado que más allá de las adversidades siempre nos podemos levantar y seguir adelante”, le dijo el taxista. Así surgió Rise and Shine (Levántate y Brilla), la estampa de la remera que en Stardust identifica al síndrome de Down.

¿Y qué es Stardust? Es el sueño cumplido de Magdalena, periodista de radio Sarandí, y su novio Felipe Pilón, licenciado en Relaciones Internacionales. Se trata de un emprendimiento de moda con impacto social basado en tres conceptos: empatía, migración y refugiados, y el síndrome de Down.

La empatía fue algo así como la semilla del proyecto. Hace un año y medio, un domingo Magui y Felipe charlaban en su casa sobre cómo cada uno hacía frente a las adversidades de la vida y las herramientas a las que recurrían para expresar lo que les pasaba. “Ahí nos surgió la idea de buscar cómo podíamos amplificar estas cosas que eran parte de nuestra vida, porque a veces sentíamos que los recursos que teníamos eran pocos”, recuerda Magui. .

Coincidió que en ese momento la periodista quería dejar el rol de productora que tenía en la a revista matutina de Canal 4 Buen día porque estaba cansada de tantas horas de trabajo. Además, tenía ganas de diversificarse hacia otros lugares. Por otro lado, estaba en un proceso de querer cambiar su imagen en cuanto a la forma en que la vestían

“Conversando con la asistente de imagen  Inés Maya nos dimos cuenta de que acá no hay muchas remeras rockeras, con estampas que estén buenas. Las que hay están en las grandes superficies y pierden personalidad. Ella me comentaba que en Argentina es una prenda que se usa mucho en televisión para dar una imagen de frescura y, si la combinás con un blazer, la llevás a un look formal pero canchero. Era lo que yo quería para mis 28 años”, cuenta Magui. En cuanto a los otros dos conceptos de Stardust, están muy atados a las experiencias de vida de la pareja.

El hermano de Magui, Mati, y el sobrino de Felipe, Facu, tienen síndrome de Down. Fue gracias a ellos que se conocieron, por actividades de la Asociación Down del Uruguay, y nació el amor. En cuanto a los migrantes y refugiados, el vínculo surgió porque Felipe trabaja con esta población cada vez más numerosa en Uruguay.

Magui y Felipe se conocieron gracias a la Asociación Down del Uruguay. Como el hermano de ella tiene este síndrome, Magui colaboraba en la organización de la carrera 5K. Allí conoció a la madre de otro chico Down, Facu, que un día le presentó a su hermano. Se trataba nada menos que de Felipe. El tiempo y el amor hicieron el resto.

 “El objetivo transversal del proyecto es que entendemos que las sociedades tienen que ser diversas. Diversidad no solo desde el punto de vista de la orientación sexual, sino en las cosas que nos pasan en lo que somos. Cuando una persona con discapacidad tiene la oportunidad de ser incluida o cuando conocemos la historia de un migrante o de un refugiado y lo hacemos parte de nuestra comunidad, la cosa florece mucho más”, destaca Magui. Las hasta ahora tres estampas de las remeras de Stardust pretenden reflejar eso y comunicarlo a la sociedad.

Por ejemplo, la que tiene que ver con el síndrome de Down, además de la mencionada frase Rise and Shine, tiene 21 estrellas, aludiendo al cromosoma del par 21, que es donde se genera este síndrome. La diseñadora gráfica Florencia Ponce De León, amiga de la infancia de Magui, es la encargada de los diseños. “Trabajamos a distancia porque ella vive actualmente en Miami”, acota la comunicadora.

La idea es que la persona elija la remera porque le gusta la estética, pero que al adquirirla se encuentre con una cartola en la que se le describe el objetivo de la marca y en qué se inspiró. El texto es de Magui y en él también explica de qué van las dos organizaciones con las que se vincula Stardust: la Asociación Down del Uruguay (ADU) y el Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana (SEDHU).

“Tomamos el desafío de donar parte de las ventas para estas organizaciones. Hoy son estas dos, pero mañana pueden ser otras. Lo mismo pasa con los tres conceptos en los que nos basamos, mañana pueden ser otros”, apunta y añade que en el caso de ADU el dinero va para el programa de Habilidades digitales para la inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual.

Magui y Felipe se proponen que la cosa no quede solo en remeras, sino que en un futuro puedan ampliar la producción a otras prendas. Lo inmediato, no tienen dudas, es concentrarse en la “remería” porque consideran que es un concepto poco trabajado en nuestro país.

El sueño más grande sería poder contar “con una cosa un poco más grande y dar trabajo a esta población, pero vamos de a poquito. Yo nunca me hubiera imaginado en este lugar; mi lugar es el periodismo, pero yo entendía que era mucho más que eso”, recalca la emprendedora.

El proceso ha significado un gran desafío para la pareja porque ninguno tenía experiencia ni en el mundo de la moda ni en la aventura de emprender. Pero estaban decididos a transitar este camino pensando sobre todo en el impacto social y comunicativo que quieren generar. “Creo que emprender con impacto es la llave para hacer un mundo más sostenible. Hacernos del mercado para generar un impacto es la mirada más inteligente que podemos tener para la vida en convivencia”, reflexiona.

Por suerte no están solos y en tal sentido no se olvida de toda la ayuda que han recibido hasta acá, incluso del ecosistema empresarial que a veces tiene fama de no dar apoyo. Menciona a Socialab y Endeavor, pero sabe que el aporte fundamental lo dio Felipe, entre otras cosas cediendo sus ahorros de años para que Stardust fuera una realidad. “Por esto también es un desafío personal y familiar que esperemos dé sus frutos”, concluye Magui.

FUENTE: EL PAÍS

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