Analía Romero se supera día a día y sigue progresando como atleta de maratones.
Analía Romero tiene una historia de superación que, sin dudas, debe ser conocida por todos. Hace años, una retinosis pigmentaria le quitó la vista, la dejó ciega por completo. Lejos de que eso fuera un impedimento para tener una vida normal, Analía decidió reconvertir toda esa frustración en ganas de hacer más y hoy por hoy se convirtió en una destacada atleta de maratones. En diálogo con Crónica contó más detalles sobre su día a día como deportista, y destacó la importancia de no bajar los brazos y siempre seguir adelante pese a las dificultades que puedan surgir en el camino.
En el año 2019, Analía Romero realizó el cruce de Los Andes corriendo, siendo no vidente. Una retinosis pigmentaria dejó a Analía ciega, pero eso no fue un impedimento para que ella cumpliera su sueño de convertirse en atleta de maratón. “Lo del cruce fue en el año 2019, justo antes de la pandemia. Yo soy corredora y participo en carreras, en maratones y medias maratones. He estado en ciudades como Buenos Aires o Rosario, ahora la última en la que participé fue en Córdoba. Después de la pandemia, fue como que tuve que volver a empezar, fueron muchos meses de estar quieta. Mi patología no es reversible, no tiene vuelta atrás, una vez que despierta, ya no hay forma de volver hacia atrás, pasa el tiempo y finalmente quedás ciego”, contó.
“Pienso que, de alguna manera, uno logra adaptarse a las diferentes circunstancias. Yo antes de perder la visión también corría, pero nunca había corrido una carrera, y empecé a participar de carreras ya estando acompañada por un guía. Ahí fue como que descubrí otro mundo. Cuando corro, es como que me olvido de que yo no veo, me pasa que cuando voy corriendo con mi guía, en lo que menos pienso es en que no veo. Me fui preparando en diferentes maratones y en el año 2019 hice el cruce de los Andes, que fue una experiencia increíble”, señaló la deportista.
Cruzar los Andes siendo no vidente
Sobre su experiencia en 2019, habiendo cruzado Los Andes, siendo ya una persona no vidente, Romero relató que “más allá de que fue una carrera, algo que hice en tres días, fue algo muy extremo, con muchísimos obstáculos, muchas cumbres, subir y bajar esas cumbres. Los caminos son muy difíciles. En esa oportunidad corrí con un excombatiente de Malvinas, él me guió, nos pasó que en varios momentos me tuvo que soltar a mí para ayudar a otra chica, que a lo mejor estaba como en una especie de momento de pánico y no podía seguir. Él siempre me dijo que confiara en él, que íbamos a poder completar el cruce. Para mí esto fue una experiencia de vida, llegamos sanos y salvos al tercer día, sin ninguna lesión, fue algo muy emocionante, estuve muy movilizada por muchos días, fue un gran desafío”, recordó la entrevistada.
“Siempre hay una manera de adaptarse”
Para cerrar, Analía Romero dejó una última reflexión y habló sobre su situación particular, un escenario poco frecuente, en donde perdió la vista siendo ya una persona grande y tuvo que adaptarse a una nueva realidad que nunca quiso vivir. “La gente tiene que darse cuenta que, al ser ciego, se tiene mucha más capacidad de la que se cree, muchas veces pasa que no usamos los otros sentidos. Cuando te quedás ciega siendo grande, es realmente algo muy triste, porque ya tenés una vida pensada, planeada, y esto es algo que te cambia todo. Mi reflexión es que se puede seguir haciendo prácticamente todo, siempre hay una manera de adaptarse, incluso hacer cosas nuevas. Hay que pedir ayuda, eso es algo muy importante, y también hay que ser solidarios con el resto, acompañar a aquellas personas que son no videntes en sus primeros pasos, y entender que realmente no hay límites, que siempre que uno tenga fortaleza, todo se puede”, concluyó.
FUENTE: CRONICA