Miguel Wiñazki: “No hay vida propiamente humana sin pensamiento”

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Cada 18 de noviembre se conmemora el Día de la Filosofía, una jornada que nos invita a la reflexión, al pensamiento, a mirar a nuestra sociedad y evualar dónde estamos parados.

En esta jornada tan especial, dialogamos con el filósofo Miguel Wiñazki, quien nos adentró en el mundo de la filosfía y nos dio su mirada del presente que vivimos.

– ¿Cómo llegás a la filosofía?

Escuché el término “Metafísica” cuando estaba en el cuatro año de la escuela secundaria y me fasciné. Hay algo más allá de lo físico, una dimensión que trasciende la materia. A partir de allí comencé a leer y no tuve dudas en estudiar filosofía. En simultáneo, para ganarme la vida, cubría partidos de fútbol de Primera B y así me inicié también en el periodismo.

-Tomando este Día de la Filosofía no como celebración sino como una pausa para vernos hacia adentro, ¿Qué es lo que ella nos trae? ¿Sobre que nos invita a pensar hoy?

El Día de la Filosofía nos convoca a pensar. No hay vida propiamente humana sin pensamiento, pero pensar no es simplemente calcular. La historia del pensamiento nos provee el método y los caminos. Existe también una dimensión no racional, pulsional, afectiva y aún poética que nos convierte en humanos. La filosofía lo piensa todo, y jaquea afortunadamente todas las certezas.

– El filósofo nos ayuda a pensar en nuestra existencia, nuestro mundo, la vida misma. En un tiempo como el que vivimos donde la inmediatez y la satisfacción urgente mandan, ¿cuál sentís que es lugar que la sociedad argentina da al filósofo y a la filosofía?

La Argentina desplazó el interés por la filosofía hacia una suerte de teología filosófica dominada por el jesuitismo. No está ni mal ni bien. Desde allí se construyó poder. El Papa, un jeusita, es argentino. Francisco no es un intelectual pero estuvo rodeado de filósofos cristianos que ayudaron a ungirlo a través de un corpus de pensamiento interesante. Hay otras líneas filosóficas aquí, pero el poder recayó al fin en el Vaticano.

– Argentina es un país en crisis profunda desde hace muchos años y que se viven casi con normalidad, ¿creés que falta o ha faltado una decisión y voluntad seria y sostenida de revisar nuestro pasado y que esa ausencia de pensamiento crítico explica estas crisis eternas?

La Argentina, y en eso no es excepcional, ha preferido en general los slogans a la profundidad filosófica.
Sin embargo, un argentino configuró un corpus filosófico político, Ernesto Laclau, que diseñó el populismo gubernamental dominante. Eso sintoniza con el jesuitismo verticalista pontifical. Ese juego de pinzas recluyó la crítica a un plano secundario o menospreciado (es una generalización). Eso explica parte de nuestra decadencia.

– Así también nuestro país es generador de universidades prestigiosas, de una vida cultural riquísima que es valorada en el mundo. ¿Creés que ese prestigio y reconocimiento lo seguimos nutriendo o estamos también en crisis y retroceso?

Estamos en crisis, el pensar se ha degradado, pero a la vez estamos resurgiendo intelectualmente; las universidades, los escritores, los jóvenes filósofos así lo evidencian. Esa es la ambigüedad y la paradoja, algo nuevo se incuba, pero veremos de que se trata.

-Por último te pido una reflexión para este día.

La filosofía siempre está. En la historia, en la palabra y en la sabiduría de los antiguos, pero también en una cierta resurrección que aconteció a través de la pandemia, con controversias nuevas propuestas por varios pensadores, desde Byun Hul Chan, Zizek o Giorgio Agamben. Falta una voz desde estas periferias, pero como digo, se estaría incubando. Y nos hace falta.

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