El niño de 8 años va al colegio público por la mañana y a un establecimiento privado por las tardes para poder desarrollarse y tener las herramientas necesarias para ser independiente, pero se le rompió su maquina y es muy cara de reemplazar.
Maxi está en tercer grado actualmente en la escuela pública de Napenay, su pueblo; pero en las últimas semanas no le pudieron tomar sus evaluaciones porque su máquina se rompió y el “sistema” manual que usa es muy inestable, lo que hace que se retrase. Este aparato ya se le rompió dos veces y ahora el repuesto no aparece, por lo que su mamá necesita comprar otra para que él siga estudiando.
MAXIMILIANO, EL PEQUEÑO CHAQUEÑO QUE NECESITA DE TODOS PARA SEGUIR ESTUDIANDO
“Maxi nació prematuro con 1,400 kg. y estuvo un mes y 16 días en incubadora”, cuenta Silvia, su mamá, a VíaPaís, y detalló que al pequeño no se le hizo fondo de ojos, y no se logró detectar el desprendimiento de retina a tiempo, por lo que perdió la visión. Por esta “mala praxis”, Silvia hizo la denuncia, pero desistió en el camino porque estaba repercutiendo negativamente en su salud: “A mí me hacía mal, soy diabética y me traía problema a mi salud”, contó.
En ese momento, la familia eligió dar vuelta la página y seguir adelante, acompañando a Maxi para intentar darle las herramientas necesarias para poder desarrollarse. “Maxi es un niño normal, anda en bicicleta, es terrible, hace travesuras, le gusta jugar a la pelota… Es un niño activo, se nota que está superestimulado, le brindamos todo lo que está a nuestro alcance”, detalla.
Y esto es desde el primer momento, ya que a los 5 meses comenzaron a mandar al pequeño a la escuela “Crecer con todos” para que reciba la atención que necesitaba para su correcto desarrollo. “Él va por las tardes a la escuela pública y por la mañana a Crecer con todos. Esta última es una escuela especial: él al año no se sentaba y no hacía nada, ahí lo estimularon y caminó un poquito antes de los dos años”, recuerda esta mamá.
Además, detallo que en este lugar “tienen a todos los profesionales”, y que no importan los 15 kilómetros que hacen para llegar (la institución está en Sáenz Peña), todo vale la pena para ver a Maxi desarrollarse y crecer con una sonrisa. Pero este camino no fue fácil para esta familia chaqueña, ya que en más de una oportunidad las instituciones rechazaban al pequeño “por miedo”, por no saber.
“Cuando Maxi a los 4 años iba a entrar al jardín de infantes, recibí negación. No me lo querían aceptar porque no estaban preparados”, recuerda y cuenta que luego “lo querían recibir solo por una hora. Eso fue un golpe duro, nosotros lo queremos integrar a la sociedad y aparecían estas trabas”. Y algo parecido ocurrió cuando entró a la primaria.
Como toda madre, Silvina quiere que Maximiliano “estudie, que sea un niño de bien y que se integre bien a la sociedad para que el día que no esté, sea un niño independiente”; es por esto que no baja los brazos y todo tiene recompensa, porque las maestras que le tocaron al pequeño estuvieron a la altura, a pesar del miedo inicial.
“103 años tiene el pueblo, es el primer niño ciego que reciben y me pongo en lado del docente, entiendo el temor”, sostuvo la chaqueña y remarcó que la docente actual aprendió braille, y por eso ahora no solo lo evalúan oralmente, sino también escribiendo. Un gran gesto de inclusión y compromiso con Maxi por parte de esta “seño”.
SIN LA MÁQUINA DE BRAILLE, MAXI SE RETRASA EN SUS ESTUDIOS
Gracias a la solidaridad, el pequeño consiguió su primera máquina para escribir en braille: “Hace poco más de un año Vanesa Lopardo le donó la máquina, que era de su hijo”, comentó Silvia y detalló que si Maxi no tiene este elemento escribe con un punzón, lo que hace que se retrase o que no lo puedan evaluar: “La semana pasada tenía una evaluación y no lo pudo hacer”.
“Se le rompió dos veces, pero ahora no tiene arreglo, ya gastamos $52.000. Le falta un repuesto que no se consigue”, señaló, y agregó que estas roturas se produjeron porque caen cosas dentro del aparato y Maxi al no ver, no se da cuenta, escribe y la máquina se rompe. Vale aclarar que lo que están buscando ahora es comprar una máquina usada porque “nueva es carísima, y en Argentina no hay”.
Esta situación enoja a Maxi, porque se retrasa y pierde el ritmo de sus compañeros. “Él reniega, me dice que tengo que pedir a los papás que me ayuden”, contó Silvia y detalló que hasta el mes pasado lo que necesitaban eran $600.000, pero la inflación repercutió e hizo que ahora se venda a 700 mil.
El monto es muy elevado y por eso la familia está realizando rifas para que Maxi vuelva a tener su herramienta de estudio y retome sus clases con normalidad. Pero la situación no es simple, porque Silvina ve a su hijo mal y, a pesar de que hacen todo lo posible, la meta aún está lejos, por eso apelamos a la solidaridad de todos para llegar al monto mencionado.
El corazón de los argentinos se caracteriza por el don de querer ayudar siempre, es por esto que hasta la Cooperativa de Motomandados local se sumó a la causa: lo que recauden cada miércoles, es destinado exclusivamente para el pequeño de 8 años. Aun así, no alcanza, por eso Silvia le deslizó a Maxi vender la remera de River que tiene firmada por Gallardo y algunos de los jugadores campeones del Mundo con la Selección Argentina.
Esta idea está dando vueltas en la cabeza del pequeño, pero su mamá reconoce que sería un “sacrificio” enorme ya que siempre soñó con tenerla. Es por eso que el pequeño espera poder conseguir el dinero de otra manera, y apela a la ayuda de todos para seguir estudiando a la par de sus compañeros.
CÓMO AYUDAR A QUE MAXI TENGA SU MÁQUINA DE BRAILLE
Para quienes quieran colaborar con donaciones de dinero, los datos de la cuenta de Maximiliano Estigarribia son:
- CBU: 3110001211003226275021
- Alias CUARTO.BALDE.PULMON