La historia de Sandrita, la nena con discapacidad que fue adoptada por una mujer y sus dos hijos

Historias para contar Slider
Florencia, Ana Paula y Tomás cambiaron la vida de Sandrita y la de ellos por completo el día que decidieron hacerla formar parte de su familia. 

En octubre de 2017, el destino hizo que Florencia Souto y Sandra se encontraran. Flor trabajaba como administrativa en un hogar para adultos y allí vivía Sandrita. “Me dijeron que llamara a las cuidadoras para que la hicieran venir a las oficinas. Yo pensé que se trataba de una señora grande, pero era una nena de nueve años que apareció corriendo por el pasillo, con su guardapolvo. En cuanto me vio, me abrazó y me dijo ‘mamá”, cuenta Florencia a TN.

Lo primero que Florencia pensó fue qué hacía esa chica en un lugar destinado para personas grandes con discapacidades. Esa misma tarde, cuando llegó a su casa le contó a sus hijos Tomás y Ana Paula (que en ese momento tenían 10 y 5 años) sobre el encuentro. “Los chicos enseguida quisieron conocerla y fue así como en familia decidimos un día ir a buscarla a la escuela para pasear: no nos separamos más”, recuerda.

Los encuentros se hicieron cotidianos, todos se habían encariñado y Sandra era una hija más. Al tiempo, desde el juzgado de familia le ofrecieron a Florencia ser “figura de apoyo” y también le preguntaron si estaba interesada en tener la guarda de la nena. “Sandra nació con síndrome de Down, tiene una cardiopatía severa, insuficiencia respiratoria, retraso mental severo y epilepsia entre otras patologías”, asegura Souto.

Había pasado la mayor parte de su vida en un lugar rodeada de adultos, sin contacto con niños y sin el amor de una familia: “Estuvo allí desde los dos hasta que nos conocimos. Con Ana Paula y Tomás queríamos darle una vida nueva. No sabía lo que era un cumpleaños, una Navidad, mucho menos qué era irse de vacaciones o incluso cómo comer un helado”.

Un hecho significativo que describe cómo cambió la vida de Sandra es el día del cumpleaños, uno de los momentos más importante en la infancia. “No lo festejaba. La primera vez que se lo celebramos en familia ella no quería recibir regalos, se sentía mal. Con el tiempo, encontró el disfrute, la alegría de ser homenajeada y si ahora llegás al festejo y no le llevás un regalo se enoja”, explica entre risas su mamá.

“Cuando presentamos los papeles para la adopción, rompimos con los estereotipos. No éramos una pareja que quería adoptar sino una mamá acompañada por sus dos hijos. En equipo decidimos los tres que era importante que Sandri tuviera nuestro apellido, que fuera legalmente mi hija y la hermana de los chicos”, resume Florencia.

Algunos conocidos le dijeron que estaba loca por embarcarse en una adopción sola pero no era así: “Con los chicos trabajamos en equipo en casa para que Sandrita esté bien, cuidada, si necesita algo, si se siente mal, entre los tres sabemos cómo ayudarla”.

Ahora, la adolescente tiene abuelos, tíos, padrinos, amor de muchas personas que se preocupan por ella, que la contienen, que la cuidan: “Tiene su lugar, su cama, su ropa. El hecho de haber salido de ese hogar le favoreció un montón de aspectos porque creció como persona, pudo vivir una nueva vida, la que ella esperó siempre”, concluye Florencia.

Suscribite
Notificarme de
guest
0 Comentario
Ver todos los comentarios