Kimberly, la guerrera afroargentina que rompe barreras

Historias para contar Slider costado

Tiene solo 19 años y ya es la cara de muchas marcas nacionales e internacionales. De madre brasileña y padre argentino, baila hip hop y brilla en comerciales y pasarelas.

Kimberly Asenjo sonríe. Pueden hacer más de 40 grados en Buenos Aires, pero sonríe. Es su declaración de principios en un mundo que desde pequeña le fue hostil. Orgullosamente afroargentina, la modelo de 19 años está en pleno ascenso a su cumbre laboral. Empezó a curar las heridas de la nena que a los 9 años sufrió bullying sin piedad por su pelo enrulado y por su piel.

Hoy es una adolescente que brilla con esos mismos rulos y esa misma piel. Son su sello y su bandera. Desde hace 3 años es una de las caras elegidas por importantes marcas nacionales e internacionales para comercializar todo tipo de productos. Su imagen circula por las redes, internet, los anuncios de la tele y las enormes marquesinas de autopistas y shoppings. Lo logró.

Se hizo “bien de abajo” y es la primera artista de una familia argentino-brasileña, con raíces en La Matanza y el Sur de Brasil. La misma familia que la bancó con un implacable escudo protector cuando de chica la hacían sentir fea y fuera de todo. La que hoy aplaude feliz y sorprendida cada uno de sus avances.

Modelo desde niña

Su cabeza está llena de imágenes. Convive con su foto de pequeña en sus inicios, a los 8, para una publicidad francesa grabada en Buenos Aires. Llegó a ese casting como un juego acompañada por su mamá Viviane, uno de sus máximos referentes. Tiene videos y fotos recientes en sets de filmación para campañas de marcas de ropa top para adolescentes y deportistas. También, en revistas y eventos de moda y en publicidades para cadenas archiconocidas de cosméticos, comidas rápidas y sitios masivos de compra y venta de productos y servicios. Se la ve poderosa y rebelde aunque ella se define como tímida.

Kimberly pone la misma energía cuando baila hip hop, ritmo urbano que integra con el modelaje o que disfruta cuando se apagan las luces. Participa o suele estar en la primera fila de las competencias en centros culturales y plazas. Toma clases para mejorar: no se detiene.

Como cortina musical de su alma suena seguido “Essence”, de WizKid, y en esa esencia descubre su corazón partido entre las calles de Villa Insuperable y Lomas del Mirador y las de San Pablo en Brasil.

Allí vuelve en vacaciones para visitar a la rama familiar afro materna. La rama paterna está en Buenos Aires y es igual de fuerte y presente. Su papá Marcelo murió en mayo del año pasado, pero ella siente que la acompaña en cada paso como un ángel. De un lado y del otro de la frontera disfrutan de verla crecer y realizarse. “Estoy en el inicio de mi carrera y estoy muy agradecida. Trabajé y trabajo bastante. Tuve experiencias muy buenas y también muy malas. Me estoy haciendo de abajo a puro esfuerzo, fe y ganas”, comparte.

Entre las malas experiencias, gana siempre el racismo y la dificultad para hacerse un espacio propio. “Es muy difícil ocupar un lugar como negra y modelo en la Argentina. A veces llego a una producción y de 100 personas, 90 son blancas y el resto, no blancas. Los negros tenemos pocos espacios y no podemos ser mediocres. Tenemos que esforzarnos el doble para llegar. Todo nos cuesta mucho más”, afirma.

Ser afro en la Argentina hoy

Aún así, Kimberly cree que el contexto social hoy le juega a favor. En nuestro país empieza a verse con buenos ojos los rasgos afro. Está pasando a ser un valor, un plus. Tal vez porque -enumera- está gestándose un cambio real en los patrones de belleza. Quizá por “un deber ser” social de “cubrir el cupo de diversidad” O tal vez por una opción más profunda y esperanzadora: ¿Será que la diversidad le está ganando lentamente al racismo?

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