Astroturismo, una apuesta sustentable para admirar el cielo nocturno

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La idea es disfrutar de la observación nocturna de las estrellas en lugares a cielo abierto. Se trata de una modalidad que combina la contemplación con historias y mitos de nuestra galaxia.

Astronomía, turismo sostenible, sustentable y ciencia. Eso es el astroturismo, una actividad al alza entre viajeros de todo el mundo y que puede ser una forma de proteger el cielo nocturno de la creciente contaminación lumínica. Casi un tercio de la humanidad no puede ver la Vía Láctea cuando mira al cielo por la noche. En Europa esa cifra sube hasta el 60 % de la población, en EE.UU. hasta el 80 %.

Objetivo: salvar los cielos nocturnos

La oscuridad del cielo nocturno es un recurso cada vez más escaso en el mundo -y que resulta esencial para la astronomía- debido a la luz artificial procedente del desarrollo urbano.

En Argentina, algunos de los destinos son San Juan, San Luis, Mendoza y Chaco. En la región, se puede disfrutar en Torres del Paine (Chile), Parque nacional Lençois Maranhenses (Brasil) o Salar de Uyuni (Bolivia). Incluso este último fin de semana largo en Argentina, precisamente en el Municipio de Lobos, se llevó adelante una jornada de astroturismo, conducida por el periodista y astro guía Ezequiel Brahim, en la costanera municipal de la famosa laguna de Lobos.

Certificado Starlight

El “certificado Starlight” es el único en el mundo que reconoce entornos específicamente orientados al astroturismo, para lo cual se basa, principalmente, en el nivel de contaminación lumínica, aunque también influyen aspectos como la movilidad o la venta de productos de alimentación locales.

Un entorno esencial

Preservar lugares donde haya poca contaminación lumínica es esencial para la labor de astrofísicos e investigadores, que muchas veces dependen de telescopios terrestres para detectar la debilísima luz que nos llega desde el pasado del universo. De esta forma, se ha conseguido estudiar el centro galáctico y la evolución primigenia del universo, o buscar exoplanetas, todos ellos campos altamente dependientes de la contaminación lumínica.

La situación podría cambiar, sin embargo, de continuar la tendencia actual de aumento en la potencia de la luz artificial: según la ONU, en términos de área iluminada y resplandor, la luz artificial ha crecido un 2 % anual en la última década, prácticamente el doble de la tasa de crecimiento de la población mundial.

Esto tiene un efecto claro en el cielo nocturno, ya que aumenta el conocido como “skyglow”, o brillo celeste, que se produce cuando las partículas de luz artificial quedan desperdigadas en la atmósfera y bajan de vuelta a la tierra por el efecto de moléculas, aerosoles o nubes.

Este efecto es inevitable en algunos casos, pero en muchos otros se podría prevenir blindando la luz para que no se emita hacia arriba, o modificando la longitud de onda para reducir la cantidad de luz azul, que es la que suelen emitir las bombillas LED y que se desperdiga por la atmósfera con más facilidad.

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