POR DR. MARIO SINAY, PhD
En junio de 1941, luego de invadir Dinamarca, Noruega, Bélgica,Holanda, Luxemburgo y Francia y después de conquistar Yugoslavia y Grecia, la Alemania nazi rompió el acuerdo con la Unión Soviética y lanzó una ofensiva sorpresa contra sus territorios, la “Operación Barbarroja”.
Cuatro millones de soldados alemanes, invadieron los territorios soviéticos, que incluía los Bálticos, (Lituania, Letonia y Estonia), Bielorrusia y Ucrania.
Junto al ejército alemán también participaron los ejércitos rumanos y finlandeses y unidades de los ejércitos enviados por los aliados de Alemania: Italia, Eslovaquia, Hungría y Croacia.
El objetivo de la operación era provocar el colapso de la “Fortaleza bolchevique” antes del inicio del invierno, y el ejército invasor se apoderó de miles de kilómetros. En poco tiempo, la Alemania nazi sitió Leningrado en el norte, y más tarde, sus fuerzas alcanzaron las orillas del río Volga en el sur y se detuvieron no lejos de la capital, Moscú.
La Operación Barbarroja fue un hito en la Segunda Guerra Mundial y un punto de inflexión en el destino de los judíos.
Hasta la Operación Barbarroja, el 80% de las víctimas judías del Holocausto, aún estaban vivas. (vale aclarar que ya habían muerto un millón de judíos, aproximadamente, en los Guetos de Polonia, de hambre, frio y enfermedades). En 18 meses los números se invierten. En un año y medio van a ser asesinados otros cuatro millones de judíos, fusilados y en los Campos de exterminio.
La campaña en la Unión Soviética y los territorios que anexó fue una guerra de desgaste ideológica y racista, y se caracterizó incluso después de que cesaron los combates en la implementación de la política genocida de la Alemania nazi y el expolio generalizado a la población civil.
Alemania nazi, a través de los batallones de la muerte, llamados los Einsatzgruppen, adoptó por primera vez en los territorios de la Unión Soviética una extensa política oficial de asesinatos masivos y sistemáticos, que incluían a todos los judíos, hombres, mujeres, ancianos, enfermos y niños.
Los dos sitios más emblemáticos de esta política genocida fueron: Baby Yaar en la capital de Ucrania, Kiev, y Ponar a 10 kilómetros de Vilna.
En Baby Yaar, fueron asesinados según el informe alemán, el 29 y el 30 de septiembre de 1941, comenzando en la víspera del día de Yom Kipur y durante 36 horas seguidas, 33.771 judíos. En Ponar fueron asesinados 70.000 judíos desde julio de 1941.
Los nazis lograron readaptar la moralidad a sus necesidades. Invertir los valores, culpar a la víctima, transformar el genocidio en virtud.
Los comandantes alemanes sobre el terreno observaban constantemente los síntomas de desintegración psicológica de las tropas y se enfrentaban a una doble problemática disciplinaria y moral. Veían como sus hombres caían al salvajismo.
Haber Jurado lealtad al Fhurer, los liberaba de los conflictos de conciencia y los sentimientos de culpa. La justificación de los actos genocidas empleó un mecanismo antiguo, sencillo y eficaz. Era la doctrina del cumplimiento de las órdenes. La Obediencia debida.
Primero y ante todo, (en el orden y la disciplina militar prusiana), estaba el deber y el cumplimiento de las órdenes.
Otra justificación inducia a la racionalización de que la propia acción genocida no era criminal y contaban con que eran impunes ante la ley.
El distanciamiento del acto criminal y su negación fue condición necesaria para su ejecución.
La eficacia de la acción genocida y lo demoníaco de esta, estableció un horizonte claro, que ni la ignorancia, la indiferencia o el desvió de la mirada podían ignorarla y generó una siniestra señal de complicidad colectiva. De esta manera, los perpetradores lograron superar sus obstáculos morales y psicológicos.
La invasión alemana de la Unión Soviética también estuvo acompañada de una serie de pogromos llevados a cabo por los lugareños contra sus vecinos judíos, y decenas de miles de judíos fueron asesinados por sus vecinos incluso antes de que la política del ocupante alemán se hiciera evidente. Sobresalieron los Pogromos de Lwow y Jedwabne en Polonia y Kaunas en Lituania.
En aquellos días, los judíos fueron asesinados de manera similar en el territorio de Yugoslavia ocupado por los alemanes, principalmente en Croacia bajo el régimen fascista de los Ustashas y por el régimen de Antonescu en los territorios ocupados por Rumania.
Además, en Ucrania y Bielorrusia, Lituania y Letonia, así como en el este de Polonia, las milicias y las organizaciones locales colaboraron con los alemanes y participaron en la persecución y asesinato de los judíos.
El antisemitismo tradicional y moderno, la atmósfera de miedo dominada por los alemanes y la tendencia humana a adaptarse, llevaron a la mayoría de las poblaciones locales a responder con indiferencia al destino de judíos.
Muchos oportunistas aprovecharon la angustia de los judíos para obtener ganancias a través de delatos, extorsión y el saqueo de propiedades. También hubo quienes, arriesgando sus vidas, escondieron y salvaron a sus vecinos judíos perseguidos. A ellos los recordamos como los “Justos de las Naciones”.
Es en esta circunstancia, que comienza la organización de la resistencia clandestina de los judíos, en los guetos, los campos de trabajo y los campos de exterminio y la formación de unidades partisanas judías.
En total, conocemos 59 rebeliones armadas, 49 intentos de rebelión frustrados, (por la superioridad del poderío militar alemán) y 114 insurrecciones armadas, que finalizan con el incendio de los guetos y la huida organizada a los bosques, con el fin de unirse o formar grupos partisanos.
En un mundo que los juzgo a pena de muerte…
ellos decidieron como morir.
Lucharon por la libertad, la dignidad humana y por la humanidad.
Defendieron con heroísmo la vida y el honor del pueblo judío.
¡No fueron como ovejas al matadero!
Por Dr. Mario Sinay, PhD
,Un analisis sumamente interesante