Franco Torchia: “Deserté de la heterosexualidad y del varonerismo desde el día en que nací”

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POR SEBASTIÁN SAAVEDRA

Los mayores de 30 años recordarán aquel programa de televisión en un canal de cable llamado “Cupido”. Ese show donde dos personas se “conocían”, para los más contemporáneos, sería una especie de tinder, pero en vivo y en directo. La voz en off de ese programa era Franco Torchia, al que muchos recuerdan como “la voz de Cupido”. Pero aquella voz en off se graduó en Letras en la Universidad Nacional de La Plata, trabajó en Clarín, Revista Ñ y Fundación Proa. En 2022 está cumpliendo 10 años al frente de “No se puede vivir del amor”, un programa que según el mismo Franco “fue el primer y único programa radial diario de diversidad sexual del mundo”.

-En el momento que eras la voz de Cupido, ¿soñabas con todo lo que conseguiste después ?
Ya en ese entonces, e incluso antes, allá por mi adolescencia y post adolescencia, quería ser entrevistador. Entonces debería responder que conseguí entrevistar en radio y en notas escritas, nunca en televisión. Por lo demás, no tengo muy claro qué conseguí realmente y qué no, me cuesta mucho poder identificar presuntos alcances en un panorama tan crítico del periodismo. En líneas generales, nunca elegí del todo, y predomina en mí un mecanismo obrero que antepone un intento de supervivencia y cumplimiento de mis compromisos financieros antes que nada, y por encima de todo.

-Siguiendo en esos inicios, ¿en algún momento crees que sufriste algún tipo de discriminación laboral o personal?
Sin dudas. Una discrimación subrepticia, poco alevosa y bien enmascarada. Deserté de la heterosexualidad y del varonerismo desde el día en que nací. Con el paso de las décadas, ese corrimiento fue cambiando de temperatura: viví temporadas en las que intenté “enderezarme” y parecerme a “los parecidos”, y temporadas en las que no. Sin embargo, terminé dominado por mi pertenencia al contorno. Los medios tradicionales de comunicación no están diseñados para quienes somos percibidos como “diferentes”; una diferencia que no es sólo racial, sexual, estética o de clase, sino que es también una diferencia emocional, temática, analítica, ideológica, y ética. Acaso suene poco verosímil y tremendista, pero una persona como yo no tiene más espacio que el que pude haber obtenido, que puede parecer un espacio más o menos destacable, pero que desde adentro de las lógicas de gestión de los medios tradicionales de comunicación es un lugar subsidiario, tercerizado, decorativo y en bajas dosis. Basta pensar en la mayoría de los recorridos profesionales de los periodistas hombres especializados en fútbol masculino, política o economía, para advertir qué podemos ser, y qué no. Y claro, cuánta plata perdemos. La exclusión financiera es un factor decisivo en este orden: las porciones más abundantes siempre son para quienes funcionan, visten y calzan como integrantes de mayorías.

-¿Esto te sirvió de alimento para todo lo conseguido?
No lo sé. Me arriesgo ahora y digo que me sirvió en parte para reconocer que trabajo para pagar las cuentas y sostener a mi hija; y que el periodismo, que de chico me desvelaba y al que aspiraba con devoción, es un periodismo sepultado. Es posible que suene pesimista, pero siento que de la puesta en consideración de los restos de una práctica rota pueden surgir destellos de esperanza. Creo en los proyectos chicos, personales, tangenciales. En los gestos que aún en medio del fin, proponen otros puntos de vista. La preeminencia que los administradores de medios le otorgan al periodismo de política y de economía, y sus derivados directos, como el del fútbol masculino y el de policiales, la responsabilidad de este estado terminal de la comunicación. Esto también es lo que aprendí.

-Estás cumpliendo 10 años con “No se puede vivir del amor”, ¿querés contarnos un poco del ciclo y todo lo que han visibilizado?
“No se puede vivir del amor” nació a fines de 2012 como idea, y salió al aire por primera vez en febrero de 2013. Por ende sí, está transitando su décimo año al aire en LaOnceDiez (la radio pública de la Ciudad de Buenos Aires). El programa fue diario durante 9 de estos 10 años y fue el primer y único programa radial de diversidad sexual del mundo. Eso suena muy grandilocuente, exagerado y autopromocional, pero es así. Creo que a fuerza de obsesión e insistencia, logramos impulsar un temario que hoy habita otros medios y otros ciclos. La intensidad y el compromiso con el que esas historias están en nuestro programa ni por asomo es la misma con la que esos mismos medios se acercan a estas experiencias que hasta hace diez o cinco años ignoraban concientemente, o inconcientemente. Trabajé desde el comienzo con un objetivo centrado en historizar la diversidad sexual: contribuir a contar su historia en nuestro país y en la región, y a la vez atender a su presente. Hoy el programa tiene su propio archivo y ese archivo es justamente parte de esa historia LGBTTIQ+. Entonces, siento que formamos parte de la historia sin desatender las alarmas del día a día. Por lo demás, me gustaría que sean otros quienes definan nuestro trabajo. Puedo decir que intenté e intento no desjerarquizar lo ya desjerarquizado. El ejemplo más concreto sigue siendo el de los travesticidios y los transfemicidios: no son narrados en ningún medio, ni siquiera en aquellos que pasaron a tener “mejores intenciones”. Y son muertes casi diarias.

-¿Qué nos falta aprender, y cuánto hemos evolucionado cómo sociedad en la igualdad sobre la diversidad sexual ?
Nos falta aprender que tenemos que aprender solos; que no podemos someter a las disidencias sexogenéricas a la obligación de tener que enseñarnos. Que aquello que no sabemos indica que hemos estado viviendo de forma parcial y cómplice, en desatención flagrante de las condiciones de semi-existencia e invivilidad de millones de personas desplazadas. Nos falta sentir que somos tan diferentes como “los diferentes” y que es nuestra diferencia la que vuelve diferente al resto. La Argentina tiene leyes que conocemos. Restan las leyes internas, subjetivas, de grandes porciones de la población que ante una situación socioeconómica tan grave como la de este momento, está dispuesta a apostar por emergentes políticos que postulan, abiertamente, asesinar las diferencias y restituir “el orden”.

-¿Qué derechos falta concretar?
Derechos inalienables que las personas trans, las travestis, los gays, las lesbianas, las personas bisexuales, intersexuales, y no binarias no tienen en absoluto garantizados: vivienda, trabajo, salud, educación, ocio y amplificación de su discurso. El volumen sigue siendo bajo y las amenazas crecen.

-Alguna reflexión que nos quieras dejar ?
No somos una sola persona. Ninguno de nosotros es uno solo.

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