Cuando le faltaba poco para terminar la secundaria, a Romina Mosquera le costaba decidir qué carrera elegir en la universidad. Pensó en ser policía, soñaba con la actuación y hasta coqueteó con la idea de ser acompañante terapéutica. Sin embargo, no fue la razón, sino el sentimiento el que la hizo definir su futuro.
La mujer de 28 años, madre de Catalina (2), terminó sus estudios yendo a un colegio nocturno que la alejaba de Liliana y Leandro, sus papás. Con su mamá compartía algunas horas por la mañana antes de ir a la escuela. A su papá, en cambio, solo lo veía durante la cena.
“Soy la carnicera de la estación de El Palomar. Y soy carnicera por mandato familiar, viene de mi abuelo. Veía a mi papá haciendo esto y me gustó. Incluso insistía con que me enseñara, pero él buscaba excusas para decirme que no. Hasta que comenzó a trabajar acá y dejé de verlo. Ahí le insistí más”, dijo Romina a TN.
Padre e hija atienden cada día a los clientes de La Lechona, una carnicería especializada en cortes de cerdo que abre de lunes a viernes y algunas horas del sábado. “Como nos veíamos poco, le planteé trabajar con él, aprender el oficio y de paso pasar el tiempo juntos. Nos veíamos únicamente los domingos por la noche”, expresó.
Cada aprendizaje acercó a Romina al oficio, a tal punto que pasó de realizar las tareas más simples para abocarse a lo más complejo. Ahora no solo atiende al público, sino que prepara hamburguesas y milanesas, se encarga de los cortes y aconseja a cada nuevo cliente sobre qué llevar o cómo cocinarlo.
Su historia en la carnicería se vio marcada hace tres años, luego de enterarse de que estaba embarazada: “Lo pasé acá adentro, por eso digo que es mi hogar. Los clientes fueron muy amables conmigo, me apoyaban y hasta me ayudaron a elegir el nombre de la nena”, precisó.
“Un día mío empieza a las seis de la mañana. Me preparo para venir al trabajo y a las 7 ya estamos desayunando, mientras vamos armando mostradores y haciendo la producción para el día. A las 9 ya estamos abiertos al público hasta las 20. En el transcurso del día voy a buscar a mi hija para que al menos pase un ratito con nosotros”, detalló.
Parada en la puerta de La Lechona, detalló que el verano arrojó una merma en las ventas y que esperan que la situación mejore con el inicio de clases. “Trabajamos nosotros dos nada más. Y quiero seguir siendo carnicera por mucho tiempo. Lo más que pueda”, agregó.
Para Romina, lo peor de su oficio fue tener que aceptar que algunos clientes cuestionen sus recomendaciones o hasta incluso descreen de que es ella quien está al frente del negocio.
“Lo que me pasó con los clientes es que, por el hecho de ser mujer, no querían que los atendiera yo. O piensan que soy la cajera. Me pasan un montón de cosas así”, reveló.
Romina continuó: “Hay clientes y clientes. A veces viene alguno y me agradece porque lo que le recomendé le salió bien. Mientras a algunos no le gusta que opine, otros son más amables y están abiertos a cualquier propuesta que pueda hacerle”.
“Ser carnicera para mí es una responsabilidad muy grande porque es un comercio al que viene mucha gente y ellos se llevan lo que van a poner en la mesa de su casa. Nosotros ofrecemos siempre lo mejor, la mejor atención y tenemos que estar enfocados durante todo el día”, completó.
Fuente: TN