Es un músico argentino, vive en Berlín y compuso una canción para “salvar” a las vacas

Historias para contar Slider costado

Al ser una ciudad tan diversa culturalmente, Berlín se ha convertido en la capital artística experimental capaz de todo. Para muchos, es una ciudad laboratorio de expresiones artísticas vanguardistas y disruptivas. Una urbe, con rasgos periféricos y marginales, que puede llegar a albergar a artistas de todas las partes del mundo. Cisco Pema es uno de esos casos, un músico argentino que nació de la percusión proveniente directamente de la Argentina: el bombo legüero de su casa materna.

Nada ha sido inmune al alcance de los coletazos de la pandemia del coronavirus. Para los artistas, de alguna forma, los obstáculos de los encierros producen una tormenta perfecta para la creación. Una dinámica obligada a implementar inéditos protocolos sanitarios y cambios profundos en la realización para poder volver al ruedo: componer, producir e incluso lograr vivir de la música.

Mi mamá tocaba zambas y chacareras en casa para sus amigos y no sé de dónde salió el bombo, si alguien me lo regaló o estuvo siempre en casa. Tampoco sé cómo empezó ni cuándo, pero en un momento la estaba acompañando de una manera totalmente autodidacta”, cuenta Cisco a Infobae desde Neukölln, en Berlín.

Siguiendo la charla, antes de la entrevista, recuerda que en aquella época, donde no había teléfonos para grabar lo que pasaba, no había formas rápidas para guardar la música que se hacía: “Nunca sabré cómo sonaba”. En su imaginación y difuso recuerdo le viene una imagen de estar tocando una especie de drum and bass furioso mientras ella tocaba Sapo cancionero o algún tema de la tradición folklórica argentina. “No sé quién soy, pero sé lo que quiero. Quiero hacer música y pasarla bien. Por ahora, lo vengo logrando. No me puedo quejar”, dice.

– ¿De dónde sos? ¿Cómo comenzaste?

– Soy de Olivos. La gente le dice Zona Norte. Me crié cerca del río, en la época que a nadie le interesaba el río, cuando el puerto de Olivos era algo abandonado, la última vez que fui me encontré con algo parecido a Miami. Lástima que la plata les alcanzó solo para los edificios y no para limpiar el río… en fin. Mis viejos laburan en Aerolíneas Argentinas, lo cual para mí significó viajar mucho y que me entren muchas cosas distintas en la cabeza.

– ¿Pero con la música?

– Mi mamá, María Guillen, tocaba zambas y chacareras en casa para sus amigos. No sé si alguien me lo regaló o estuvo siempre en casa. Tampoco sé cómo empezó ni cuándo, pero en un momento la estaba acompañando de una manera totalmente autodidacta.

¿Pero entiendo que tenés una formación e incluso que estudiaste en Austria?

– La música me pasó. Empecé golpeando el bombo legüero. Cuando me quise dar cuenta, habían pasado 15 años y estaba estudiando Jazz en la Bruckner Universitat de Linz, Austria. Ahora, 15 años más tarde, estoy en Berlín tocando, produciendo y componiendo. Bueno, lo de tocar esté medio raro con el coronavirus.

– ¿Cómo definirías tu música?

– Mi música es una mezcla de todo lo que me pasó y me sigue pasando. Mis raíces latinoamericanas se mezclaron con todo, se siguen mezclando y las mezclo a propósito. Cuando compongo, muchos temas salen “puros”, por ejemplo: un candombe, a un reggae, o un bolero, etcétera. Luego, los distorsiono. De a poco esa manera va definiendo mi estilo cada vez más. Creo que en el último álbum ya marqué mi camino.

– Decías que todo esto es medio raro en medio de la pandemia. ¿Cómo se hace o vive de la música actualmente?

– Lo de tocar está raro. Acá se cortó y solo funciona en verano de una manera muy controlada. Podría hablar de eso todo el día. El streaming, que fue la primera alternativa a la que se volcaron todos, no da dinero, ni me resulta entretenido. Ni como músico ni como oyente. Lo hice un par de veces, quizá lo vuelva a hacer para la gente que me quiera ver.

– ¿Y entonces de qué se vive?

– Estoy produciendo y grabando mucho para otros proyectos. Y, además, soy compositor, y no hablo de mis temas nada más. En realidad, mis temas, los de Cisco Pema, son quizá el 10% de lo que compongo. En cuanto a ingresos, vivo de regalías, SADAIC y el gobierno alemán por la pandemia también tiene subsidios, conocidos aquí como “ayudas puentes”. Además ayuda mi novia, Marie. Ella es alemana, es veterinaria y trabaja en la defensa de la ayuda de los animales.

– En algún momento me dijiste que fuiste bajista estable del Buquebus, en el barco.

– Sí, durante varios años. De ahí me convertí en un nómada musical. Viví en muchos lados, y de esta mezcla salió quien soy hoy. En esa historia llegué a tocar con Sara Lugo, Jamaram o incluso a laburar con Jarabe de Palo, con el reciente fallecido Pau Donés.

– Vamos a tu nuevo disco que acabás de subir a Spotify. ¿Cómo llegás a producir tu trabajo Otra Realidad?

– Hacer un disco es una aventura demencial. Nunca sabés realmente cómo va a quedar. Hay mucha gente trabajando, la plata vuela de un lado al otro. Las decisiones se van acelerando y, cuando el disco está terminado, te das cuenta de que llegaste a la mitad. Ahora, hay que venderlo y la gente lo tiene que escuchar. Ahí empieza el otro trabajo del cual muy poca gente habla, el que no tiene que ver con la música y puede volverte loco. Sin embargo, un disco nuevo es una alegría enorme.

– El tema “Tantas vacas”, ¿una canción vegana, una protesta, un forma de cambiar hábitos?

– Es un tema que considero de gran importancia del cual no se habla ni discute mucho, o al menos me parece que se tendría que hablar mucho más. Pero no unos contra otros, sino una conversación seria respecto a lo que estamos haciendo en el mundo. Me gusta que la gente escuche la canción y se quede pensando. Para bien o para mal, pero que se quede pensando. Todos queremos un mundo mejor y creo que hay que hacer algo desde donde uno aporta al mundo. Es decir, yo no me dedico a la política, así que escribí una canción.

FUENTE: INFOBAE

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