Mucho, y todo atractivo, sucediendo a la vez. Es la sensación que produce recorrer el nuevo Centro Cultural Borges, en la manzana de las Galerías Pacífico. Una nueva etapa, para un lugar de toda la vida, que ha tomado un impulso asombroso bajo la dirección del escenógrafo Alberto Negrín. Un hombre de teatro que se ha ocupado de que las artes escénicas tengan un espacio importante en la programación. Escenas, artes visuales, audiovisuales, obras para chicos, a poco de las vacaciones de invierno, y todo gratis, un detalle para nada menor en los tiempos que corren.
Claro, uno de los espacios que más dio que hablar esta semana, de entre esa estrella de salas ocupadas por distintas propuestas, en la muestra del cordobés Elian Chali. Va en el Espacio Berni y se llama Algo se desarma ante mis ojos. Un mural instalación que juega con las perspectivas —todo depende del lugar desde el que se mire— y, como dice la gacetilla, invita a pensar cómo afectan los entornos en las circunstancias sociales y el comportamiento humano.
Un desafío, podría decirse, que atraviesa toda la obra de este interventor de ciudades, que ha convertido estadios, plazas, baldíos de suburbios, medianeras, muros y edificios en todo el mundo, inyectando planos de colores puros destinados a cambiarlo todo. Tanto el entorno como el vínculo de la gente con su lugar. La obra de Chali, con sus planos de colores, indaga en los misterios de la percepción y, de paso, embellece y alegra los espacios urbanos, comunes.
Un artista que tiene diez exhibiciones grupales y cuatro individuales alrededor del mundo, y cuyo trabajo se puede encontrar en países como Argentina, Australia, Bélgica, Canadá, España, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, México, Polonia, Portugal, Perú, Paraguay, República Dominicana, Rusia, Uruguay y Ucrania, entre otros.
“Elián es un artista que trabaja en conversación con la arquitectura, la ciudad, y este es el primer proyecto individual que tenemos, en el espacio Berni, y que trabajamos con él, derribando primero las tabiquerías que tenía esta sala para lograr un solo espacio unificado como soporte de lo que hoy es su instalación. Es una sala de 505 metros cuadrados en la que él toma todas las paredes. Y es una obra que juega con las perspectivas, con la escala, con los puntos de fuga. Pero si bien las características formales se encuentran cercanas al muralismo, por el color y el uso de las paredes como soporte, este proyecto en el fondo ofrece un recorrido sensorial y un uso del espacio total, más de la relación contemplativa que usualmente ofrece la pintura de los espacios de exhibición”, dice Negrín a TN.
En otro espacio, Diego Martínez propone Ojos con patas, creando paisajes fantásticos y oníricos con efímeros recortes de papel. Una muestra de fotografía reúne a diversos talentos, otra más de setenta obra del Palais de Glace, de diversas épocas. Están los objetos escultóricos de Miguel Gandolfo, Ardiente Geometría, y la proyección de La Artefacta, de Natalie Cristiani, sobre la genial Nicola Costantino, otra de las artistas que formó parte del arranque de este nuevo ciclo del Borges.
En vacaciones de invierno, las familias podrán acercarse a las funciones de cortos animados para las infancias durante todo julio. Fueron seleccionados para todas las edades. En la Sala Piazzolla, los viernes y sábados va Los gestos bárbaros, con Laura Novoa, Valentina Bassi y Matilde Campilongo en el elenco. En Espacio Infinito, Los días de la fragilidad, de Fabián Díaz, con Manuela Méndez e Iván Moschner, y los domingos a las 16 Fragmentos Mansfield, de Miguel Wahren, unipersonal de Milagros Almeida.
“Concebimos este espacio como uno donde convergen diferentes tipos de manifestaciones artísticas —dice Negrín—. El desafío que asumimos fue transformar al Borges en un faro cultural contemporáneo, por eso le abrimos las puertas al teatro, que estaban cerradas. El cruce interdisciplinario hace que haya un público amplio, un público diverso. Otro desafío fue encontrar los interlocutores idóneos: que los artistas y el público confíen en nosotros, y eso lo estamos logrando. Lo bueno de ser un centro cultural es que conviven distintas disciplinas, música, teatro, audiovisual, performance, y así se encuentran diferentes públicos. Apostamos a una programación de calidad y gratuita. Nuestro mayor orgullo es que el visitante del centro cultural siempre, siempre, se vaya con algo nuevo. Todos los días hay una actividad diferente. La gente que viene a una obra de teatro recoge la entrada una hora antes, y durante ese rato recorre las exposiciones, ve las visuales, o en el cine. Siempre se va con algo más de lo que viene a buscar”.
Las entradas gratuitas para las obras y funciones no están numeradas. Se entregan hasta dos por persona y se pueden retirar hasta una hora antes de la función en la mesa de informes del primer piso del Borges.
