El “pequeño gesto” de Elian Chali, el artista activista por la discapacidad

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Pintó un mural de 330 metros cuadrados en la zona de rampas, por donde transitan las personas en silla de ruedas, en un Museo de San Telmo. Esta obra se encuentra en más de 30 ciudades del mundo. 

“Un pequeño gesto”, son las palabras que el artista cordobés Elian Chali elige para describir el mural que acaba de inaugurar en la fachada del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. A simple vista, no se advierte de inmediato el cambio en la enorme fachada del Moderno, el centenario edificio con ladrillos a la vista sobre avenida San Juan, en San Telmo. Pero, asomándonos entre columnas, rejas y árboles, podemos encontrar la fachada interna que eligió para hacer el mural Elian Chali, el muralista cordobés cuyas pregnantes intervenciones a gran escala llegaron ya a paredes de más de 30 ciudades de todo el mundo.

En esta ocasión, su intervención se hizo sobre la fachada interna del Moderno: en los dos muros detrás de las columnas de ladrillos que unen su esquina, donde están las rampas de acceso para sillas de ruedas. Y esta presencia de las rampas es un valor agregado, un vínculo con el colectivo de personas con discapacidad, al cual él adhiere por su displasia ósea y su hipoacusia. “Los que tenían que entrar al museo con silla de ruedas pasaban por un corredor gris, enrejado, en una situación un poco carcelaria”, explica el artista a Clarín durante la presentación del mural. En ese sentido, considera que intervenir ese espacio fue un gesto de generosidad para con su colectivo.

Chali es “activista disca”; o sea, trabaja en torno a las problemáticas que afectan a las personas con discapacidad y diversidad funcional. Como muralista, se detiene tanto en la relación “hacia adentro” de la intervención (con el edificio y la institución) y “hacia afuera” (con la ciudad y la sociedad). 

Más allá de que su arte sea abstracto y de que no refiera explícitamente a la discapacidad, es consciente de que trabaja sobre ciudades y espacios que fueron pensados desde la lógica de algunos cuerpos y no de otros: “La narrativa de quién ‘escribe’ la ciudad selecciona qué cuerpos pueden habitarla, protestarla, gozarla”, hace notar. En ese sentido, siente que reescribir esos espacios es un acto de revancha: “Hay una suerte de venganza en habitar la ciudad”, asegura.

Desde el Departamento de Educación del museo, explican que tienen programas para generar vínculos con distintas comunidades y un plan global de accesibilidad que busca tener en cuenta distintas discapacidades. En términos prácticos, esto va desde los cambios en los tamaños de las tipografías de los nomencladores hasta rampas nuevas. También están trabajando, junto con expertos, en recorridos táctiles y accesibilidad para personas hipoacúsicas. Es destacable que la inclusión no ponga a las personas con discapacidad solo en el rol de espectadores, sino también que se los incluya como creadores: “Que hayan invitado a una persona con diversidad funcional es un gesto”, concluye Chali.

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