Con tacos, pelucas y orgullo: las drag queens de Córdoba que trabajan por la visibilización de su arte

Historias para contar

Sin distinciones de género ni orientación sexual, el drag queen se impone en Córdoba como una forma de expresión artística que combina músicabaileactuación y, en muchos casos, humor. Algo que comenzó en las pistas de bailes de discotecas gay, hoy tiene su espacio en los teatros, la televisión y las redes sociales.

Por eso, desde Vía Córdoba charlamos con cuatro drag queens, o dragas, que contaron su experiencia desde adentro: cómo incursionaron en este arte, qué significa ser una drag y cuáles son los desafíos que enfrenta la comunidad actualmente.

LAS DRAG QUEENS COMO FUENTE DE INSPIRACIÓN

Veronika Secret tiene 37 años y desde hace 15 que es drag queen. Sus comienzos se remontan a un espectáculo que vio en Chubut, donde otra drag se presentó y le sirvió de inspiración. Los primeros pasos fueron difíciles, ya que el movimiento no era muy conocido aún. “Empecé sola, lo hice uno o dos años y como no había posibilidades de crecer, lo dejé. Hace 10 años, cuando volví a Córdoba, arrancó el boom del reality de RuPaul. Ahí empezó a ser más resonante el drag queen”, contó Vero en diálogo con Vía Córdoba.

Vero es diseñadora de indumentaria, aprendió a maquillarse mirando tutoriales por internet y con eso se fue abriendo paso en la comunidad drag de Córdoba. “Con RuPaul cambió la estética drag y comenzó a haber otra movida. Empezó a surgir la complicidad en la noche, juntarse a escuchar música, peinar pelucas, se habilitaron nuevos lugares, como la Limbo. Empezó una movida en comunidad”, recordó.

Veronika Secret, diseñadora de indumentaria y drag queen de Córdoba.
Veronika Secret, diseñadora de indumentaria y drag queen de Córdoba. Foto: Pedro Castillo

En el reality cordobés Dragaza, Veronika conoció a su mejor amiga, Mistika, quien tiene 30 años y desde hace siete se dedica a ser drag. “Toda mi vida amé lo que es comedia musical, pero no me hallaba en el rubro. Hasta que conocí el drag por RuPaul, ahí dije ‘wow, amo, me encanta’. Al principio no estaba tan convencida hasta que me desafiaron a participar de una competencia acá, en Córdoba”, relató.

Cuando comenzó a incursionar en este universo, también probó suerte con la música y realizó un videoclip, marcando un antes y un después en la comunidad drag cordobesa. “Eso quedó medio estancado porque hacer música en Córdoba es todo un lío. Tenés que tener una inversión muy grande para hacer algo”, explicó Mistika. A partir de ahí, con su propio estilo, empezó a realizar presentaciones en fiestas y de a poco, se abrió paso al teatro y la producción.

Mistika tiene 30 años y hace siete que hace drag.
Mistika tiene 30 años y hace siete que hace drag. Foto: Pedro Castillo

Además del amor por el mismo arte, las amigas comparten escenario con Dragmáticas. Se trata de un espectáculo teatral en el que cinco dragas ponen en escena el baile, la diversión y el juego. “También creamos de forma paralela Divine, que es la versión para boliches”, comentó Mistika.

EL PODER DEL DRAG: JUEGO, LIBERACIÓN Y EMPODERAMIENTO

Los tacos, las pelucas, el vestuario y el maquillaje son aspectos esenciales del drag. Pero, también incluye la preparación y producción de un show, los ensayos y horas de montaje. Es un arte que permite jugar con diferentes roles y experimentar nuevas facetas personales.

“Ser drag es poder experimentar, poder divertirse, jugar, llamar la atención. Para mí, es una forma de arte, de trabajo y de militancia. No tiene una definición porque es algo enorme que todo el mundo puede experimentar y cada persona lo experimenta de forma distinta”, explicó Betty La Cueva, draga cordobesa de 35 años que desde 2016 se monta como drag.

Betty empezó vistiéndose de mujer en su casa, hasta que conoció el colectivo Tarde Marika, donde empezó a hacer drag con mayor regularidad. Al igual que Vero, confecciona su propio vestuario. Aprendió a maquillarse gracias a su hermano, el reconocido maquillador cordobés Agustín Gelfo. “Empecé muy amateur. Gracias a mi hermano conocí bien los productos de maquillaje y comencé a entender cómo eran las técnicas para maquillarme sola”, comentó Betty.

Betty La Cueva, drag queen cordobesa que forma parte del colectivo Tarde Marika.
Betty La Cueva, drag queen cordobesa que forma parte del colectivo Tarde Marika. Foto: Gachi Martínez Ghirardi

Con la idea de un arte experimental, Mistika afirmó: “Para mí, ser drag es toda una liberación. También es un juego porque un día puedo estar rubia, otro día morocha, otro día colorada. Un día puedo hacer de enfermera, mucama o payasa. Es como estar reinventándose todo el tiempo”. En consonancia, Vero dijo: “El drag me lleva a buscar otra personalidad más extrovertida, más divertida, más sociable. La liberación es lo principal en el drag y el empoderamiento”.

Es mi militancia política por mi comunidad. Lo hagode una forma en la que yo sienta placer y entienda que no hace falta que sea un esfuerzo doloroso. La mejor forma de militar mi goce es a través del goce y de la visibilización”, explicó Camionera Travesti, quien tiene 29 años y desde hace 11 es drag queen. “En una sociedad que se avergüenza cuando me ve vestido de mujer, lo mejor que puedo hacer es visibilizarme más y seguirme vistiendo de mujer”, agregó.

Al igual que el resto de las dragas entrevistadas, Camionera comenzó su personaje a partir de la inspiración en otra drag, ya que presenció un show que la marcó y fue el puntapié inicial de una trayectoria que lleva más de una década. Relató que recibió mucha ayuda de esa drag para animarse a crear su propio personaje.

Camionera Travesti, drag queen que supo reconfigurar los claroscuros del drag y adoptarlos.
Camionera Travesti, drag queen que supo reconfigurar los claroscuros del drag y adoptarlos. Foto: Pedro Castillo

La comunidad drag es muy de acompañar y apadrinar. No todas. Algunas tienen su derecho de piso y sus cosas jodidas. Yo antes me llamaba de otra forma, pero las dragas me hacían pagar mucho derecho de piso. Me decían camionera a modo de bullying, ya que yo no sabía caminar en tacos”, recordó. “Con el tiempo lo reconfiguré, me lo apropié y lo convertí en mi personalidad drag”, siguió.

Sin embargo, explicó que gran parte de la comunidad es muy amable, algo en lo que coincidió Betty. “Antes el drag no era tan colectivo. Yo siempre lo comparo con el ballet clásico, donde hay una figura principal y 15 cisnes por detrás a los que nadie les da pelota”, dijo. En este sentido, encontró en Tarde Marika un espacio “no competitivo”. “Para mí, una de las cosas más importante que representa el drag es eso, la colectivización de saberes, apoyarnos entre todas”, afirmó.

LOS DESAFÍOS DE UN ARTE DISCRIMINADO Y PRECARIZADO

Cada draga tiene sus tiempos de preparación, que pueden ser de una a tres horas. Preparar el vestuario y las pelucas, pensar un show maquillarse lleva mucho tiempo, y es tiempo que, muchas veces, es mal pago. Asimismo, otro de los desafíos que enfrenta el drag es la discriminación y la falta de reconocimiento.

“Lo social afecta un montón. Hay riesgos físicos y morales al hacer drag, como en toda la comunidad. Y cuando lo decidimos hacer como un trabajo, hay una invisibilización como trabajadores. Muchas veces no se nos considera trabajadores, sino que consideran que simplemente somos maricones que nos vestimos”, explicó Camionera Travesti. “Yo lo hago por trabajo y muchas veces no llego a cubrir los gastos en pelucas, maquillaje, clases. Incluso, me han ofrecido pagarme con un par de tragos para hacer un show”, continuó.

Camionera Travesti, Mistika y Veronika Secret, drag queens de Córdoba.
Camionera Travesti, Mistika y Veronika Secret, drag queens de Córdoba. Foto: Pedro Castillo

Asimismo, Betty La Cueva manifestó que no vive del drag “lamentablemente y por suerte”. De lunes a viernes trabaja en un negocio mayorista y en sus tiempos libres hace drag. “Tengo un trabajo que me paga las cuentas. El drag a veces me hace ganar dinero, pero a mí me gusta no tener tantas obligaciones con el drag para poder explorar lo que a mí me gusta y no tener ‘un jefe’ que me diga qué hacer”, argumentó.

De todas formas, señaló que la falta de espacio, las malas condiciones de contratación y la poca educación son tres problemáticas que vivencian en el día a día. Las drags coincidieron en que los pagos de cada presentación no son acordes a todo lo que implica el montaje de un show y de la draga en sí.

Por otra parte, el peso de las miradas ajenas y la discriminación continúan siendo recurrentes. “Hay un montón de cuestiones de reclamo del género que las dragas también sufrimos. No es exclusivo y no somos las que peor la pasan, pero sigue siendo un tema”, dijo Betty.

CÓMO EMPEZAR A HACER DRAG EN CÓRDOBA

Más allá de las contras que puede tener la dedicación a este tipo de arte, las dragas aconsejan que quienes tengan curiosidad por el drag se animen y busquen ayuda. “No le tengan miedo al ridículo. Al principio quieren salir impecables de punta a pie y no siempre va a ser así. Si tenés que hacer el ridículo, hacelo”, sostuvo Mistika.

“La comunidad drag tiene sus claroscuros con el derecho de piso, pero en general es muy receptiva. Es una comunidad que si te acercas y le decís a alguien que querés empezar a hacer drag, seguramente te va a dar consejos”, afirmó Camionera.

Las drags señalaron que animarse es el primer paso para incursionar en el mundo del drag.
Las drags señalaron que animarse es el primer paso para incursionar en el mundo del drag. Foto: Pedro Castillo

Por su parte, Betty añadió: “Es importante juntarse con gente que haga drag o tenga ganas de hacer porque la salida es colectiva. También lo es por una cuestión de seguridad porque si querés salir montada a un boliche, andá con dos o tres y vas a estar más segura”.

“No hay que tomarlo como algo raro. Yo sé que es difícil y que la gente va a mirar mal, sobre todo si no hay una familia tan copada detrás. Pero en el momento que te pones la peluca y las pestañas, todo eso se te olvida. Te vas a ver en el espejo y vas a decir ‘mi amor’ y no te va a importar nada más que salir a taconear por las calles”, cerró Betty La Cueva.

FUENTE VIA PAIS

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