Claudio Bertonatti: el cuidado del medio ambiente y cómo involucrarnos para un futuro mejor

Salud y medio ambiente Slider

POR SEBASTIÁN SAAVEDRA

Museólogo, naturalista, y docente. Tiene un posgrado en managment ambiental, y otro en jardines botánicos historícos. Claudio Bertonatti se dedica a la conservación e interpretación de la naturaleza y del patrimonio cultural desde 1983.

En esta entrevista con Optimism nos cuenta cómo podemos cuidar el medio ambiente los ciudadanos de a pie, y también cuáles son las grandes peleas que tienen los especialistas.

-¿Cuándo y cómo nacieron esas ganas internas de vincularse a todo lo relacionado a la naturaleza?
Desde que tengo memoria, y seguramente sea en respuesta a esa necesidad de contacto con el asombro y el sentido de descubrimiento que ofrecen los animales y las plantas, y con la enorme ventaja de tener padres que nutrieron ese interés con un perro, un canario, acuario, plantas, libros y excursiones para que ese contacto con el mundo natural fuera directo y sin intermediarios. Mi mamá, Janet, me compraba muchos libros y mi papá, César, me llevaba a los lagos de Palermo, la ribera del Río de la Plata o los bosques de Ezeiza. Así podía descubrir nidos, ver cómo los pajaritos alimentaban a sus pichones, contemplar los renacuajos en los charcos, capturar peces y admirar sus formas y colores, asombrarme con los caracoles terrestres que al tocar sus ojos o tentáculos podían contraerlos. Y luego podía buscar qué decían los libros al respecto, aunque no siempre tenía respuestas inmediatas. Pero si hay algo que aprendí que es que a la larga esa respuesta suele llegar. En síntesis, tuve mucha suerte y eso me lleva a ser agradecido desde pequeño.

-¿Es difícil pelear causas vinculadas a favor del cuidado del medio ambiente, que tal vez van en contra de los negocios?
Toda causa noble, como la defensa de la naturaleza, se enfrenta con adversidades, y eso es parte del desafío. Buscar el bien común suele encontrar adversarios en quienes buscan su ventaja personal, por lo que esta causa buena no es más difícil que otras. Por eso, este trabajo templa nuestra mente y nuestro espíritu, exige paciencia, perseverancia, comprensión, entendimiento de otras lógicas, resistencia contra el desánimo y la injusticia; también cierta dosis de coraje, y aceptación que los logros se dan a largo o muy largo plazo, vale decir, que no siempre los veremos, pero tenemos que sentir la confianza y esperanza que otras personas le den continuidad para alcanzarlos. Cuando revisamos los avances en materia de educación ambiental, ciencia y conservación podrían haber parecido utopías en los momentos en que se gestaron, pero hoy son una realidad. Voy a citar sólo un ejemplo: en 1872 había sólo un parque nacional (Yellowstone). Ahora existen unas 250.000 áreas naturales protegidas en el mundo. En la Argentina la donación de tierras que hizo Francisco P. Moreno en 1903 desencadenó nuestro primer parque nacional. Hoy tenemos más de medio millar de áreas protegidas que suman más de 40 millones de hectáreas. Hay avances indiscutibles y cuando las cosas se ponen mal hay que repasar esto.

-¿De qué manera puede cuidar o contribuir a la naturaleza el ciudadano de a pie?
​De muchas maneras. Nunca hemos tenido más herramientas que ahora para eso. Desde los teléfonos móviles y sus aplicaciones, las computadoras y las redes digitales hasta la creciente cantidad de libros especializados, reservas naturales urbanas, clubes de observadores de aves, organizaciones de bien público, grupos ambientalistas. Es decir, hoy podemos sumarnos a otras personas o instituciones que tienen los mismos desvelos y necesidades de participación. Entonces, cuando alguien quiere “hacer algo” en materia ambiental puede leer para conocer mejor la complejidad del asunto, compartir lo que más le llame la atención, buscar y difundir soluciones, plantar especies autóctonas en sus jardines, balcones o terrazas (para dar “alojamiento” a una multitud de formas de vida que vienen a nutrirse de ellas o a refugiarse), aprovechar las redes sociales para cuestionar o apoyar iniciativas que afecten al resto de la naturaleza, alentar la austeridad en el consumo, la separación de residuos y la generación de composteras, revisar nuestras canciones que celebran la fauna o la flora. Desde eso hasta peticionar a las autoridades por medidas más inteligentes y sostenibles en materia ambiental. Si la petición fuera fuerte, hay leyes (como la de humedales) que no dormirían el sueño de los justos. Afortunadamente, cada vez son más las personas que se comprometen y la presión a la dirigencia política es creciente aunque falta mucho todavía.

-¿Cuál es el siguiente paso a conquistar?
Son muchos los pasos, pero hay algunos más importantes que otros. En mi caso, priorizo contribuir con el proceso de “alfabetización ambiental”, porque tenemos políticos y economistas, por ejemplo, que todavía ignoran que los ecosistemas silvestres no son áreas improductivas como falsamente creen. Por el contrario: esos parches de naturaleza trabajan todos los días durante las 24 horas para producir (sí, producir) aire puro, agua potable, suelos fértiles y una multitud de recursos alimenticios y medicinales. Un grupo de expertos internacionales del IPBES se tomaron el trabajo de hacer una valoración económica de los servicios o contribuciones que hacen los ecosistemas silvestres en toda América y llegaron a la conclusión que representan más de 24.000 billones de dólares anuales. Es decir, el equivalente al PBI de todo el continente. ¿Cuántos políticos, economistas y empresarios saben esto? Estando notificados de este dato, hay otro: para que todas las personas podamos tener expectativas de un futuro estable climáticamente, desacelerando la extinción de especies y asegurando la provisión de alimentos deberíamos proteger entre el 30 y el 50% de la superficie terrestre y marina del planeta. Como actualmente esa superficie es cercana al 15% hay que crear nuevos parques nacionales y provinciales, reservas municipales y privadas, corredores biológicos. Es decir, asegurar el gran “capital” natural para que podamos retirar sus “intereses”. Por eso, en estos momentos hay una campaña mundial para proteger al menos el 30% al 2030.

-¿Cómo influye el tema de la alimentación humana en el medio ambiente?
No existe el desarrollo humano a costo ambiental cero. Entonces, todo lo que hagamos incide: desde la cantidad de agua que usamos hasta el tipo de alimento que consumimos y el medio de transporte que usamos. En el caso de la alimentación, tenemos mucho por revisar, ajustar y mejorar en materia de producción. Existen malas prácticas agrícolas y ganaderas que no sólo arrasan con ecosistemas silvestres (legal e ilegalmente). En el caso de la producción de carnes se somete a los animales a condiciones de vida indignas como las del “feedlot” o engorde a corral, con muertes que no son humanitarias. Esto es lo que ha alentado a que muchas personas adopten dietas vegetarianas o veganas. Pero la agricultura también genera sufrimiento y muerte. No sólo en las plantas (que tienen más de 20 sentidos), sino en los escenarios silvestres que destruyen para reemplazarlos por los cultivos. Dicho de otro modo, no hay dieta que no implique la muerte de animales. Por eso, pienso que lo más razonable es consumir productos de estación y los más cercanos a donde vivimos, alentar las huertas hogareñas y la producción orgánica o agroecológica. En materia de alimentación, pienso que lo más razonable es buscar la dieta que genere menos impactos en su producción y transporte. Esto último también hay que computarlo porque si consumismos vegetales que vienen de otros continentes, el impacto en uso de combustible es enorme. Sobre todo, cuando aviones y barcos sigan usando derivados del petróleo, una de las “industrias” (extractivismos, en honor a la verdad), más sucias y dañinas del mundo.

-¿Alguna reflexión que nos quieras dejar?
Sí, con todo gusto. Es una invitación a “balancear”. Es decir, a encontrar un equilibrio entre el contacto con la tecnología y con la naturaleza. En particular, en chicos y adolescentes. Las pantallas digitales generan estímulos que son buenos cuando están dosificados, pero cuando hay adicción y pensamos que no podemos vivir sin ellas estamos frente a un problema. Por eso, es importante retomar el contacto con los espacios verdes, desde un jardín o un parque hasta una reserva natural. Hacer pequeñas caminatas (de 20 a 30 minutos). Está demostrado que esta práctica (baños de naturaleza o de bosques) mejoran nuestra salud física y psicológica. Ya hay muchos trabajos científicos que lo ratifican. Como si fuera poco, ese contacto estimula nuestra empatía con la naturaleza y los demás. Los invito a intentarlo y revisar cómo se sienten. Nuestra vida es más breve de lo que presumimos y si no estamos despabilados podemos agotarla sin disfrutar de la naturaleza, que es sanadora, inspiradora, buena… Muchas gracias.

Suscribite
Notificarme de
guest
1 Comentario
Más viejos
Más nuevos Más votados
Ver todos los comentarios
Stella Minorini

Excelente artículo!!

Coincido.

Muchas gracias por la claridad al contestar las preguntas, Claudio Bertonatti .

Gracias Optimism!

Gracias, Sebastián Saavedra!