Caminos de Tiza: una escuela que tiene como objetivo la enseñanza inclusiva y pedagógica

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Julio Manuel Pereyra es docente y fundador de este innovador proyecto, en donde enseñan educación sexual, braille, lengua de señas y más.

Julio Manuel Pereyra es docente y activista por la inclusión social y la educación comunitaria, es uruguayo y tiene Trastorno del Espectro Autista (TEA).

Es fundador de la escuela itinerante “Caminos de Tiza”, una propuesta de educación comunitaria única en Latinoamérica y premiada en Europa, India y Estados Unidos que es funcional y tienen un alto impacto en las comunidades gracias al abordaje pedagógico que lleva adelante.

Es totalmente integral y abarca además de los contenidos tradicionales, educación sexual, braille, lengua de señas, estimulación temprana, prevención de enfermedades como dengue, lepra y covid. De hecho, durante toda la pandemia han sostenido la presencialidad.

FOTO: Julio Manuel Pereyra docente con TEA que trabaja con la educación y la integración

“Lo principal de Caminos de Tiza no es sólo la inclusión -doy clases en multilenguas, en guaraní, español, lengua de señas y portugués- sino trabajar los conocimientos escolares a partir de las problemáticas, como atender una picadura de animales ponzoñosos o prevenir los incendios”, destaca. Asegura que no cambia lo que enseña, sino el cómo y dónde y lo más importante: “Trabajo con niños, no con diagnósticos”.

Para sus clases Julio busca estrategias lúdicas y recreativas y todo lo que es didáctica artesanal. “Cuando atiendo la discapacidad lo hago desde un enfoque despersonalizado, busco la integralidad del saber desde la práctica y la parte de inclusión es general”, advierte. “Trabajo con niños en contextos con especificidades, con lengua de señas, comunicación aumentativa alternativa, estimulación psicomotora coordinación grafomotora. Pero no trabajo con diagnósticos, trabajo con niños”, remarca.

Sobre su propio diagnóstico Trastorno del Espectro Autista (TEA) asegura que no es algo que lo condiciona, aunque sí lo determina. “Es importante concebirlo, el apoyo de la familia. Trabajar la discapacidad es trabajarla en contexto familiares, uno tiene el diagnóstico pero el que lo padece es el otro, son los padres los que atraviesan el dolor de un hijo ‘distinto’ y los ‘más distintos’ traemos pilas de problemas emocionales, como huerfandad emocional y la pelea por derechos”, plantea.

Julio fue diagnosticado a los 13 años, pero recién tomó más conocimiento cuando comenzó a interrelacionarse en la universidad. En ese momento, comenzó a investigar más para sincerarse con otros y “evitar problemas”.

FUENTE: DIVERSIDAD

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