Alfonso Cabello: una historia de superación y éxito

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“Soy distinto, pero estoy capacitado para hacer cualquier cosa y lo he demostrado”, dice el doble medallista paraolímpico en Tokio

Alfonso Cabello es el mejor deportista cordobés de todos los tiempos. El ciclista, especialista en el kilómetro contrarreloj en pista C5, tiene cinco medallas en los Juegos Paralímpicos. Es el más laureado de la provincia de Córdoba. Un mérito que incluso se queda corto ante la maravilla de ser posiblemente el mejor ciclista adaptado en pista del mundo. Ha sido dos veces campeón paralímpico en Londres 2016 y recientemente en Tokio 2020 y tiene tres medallas de bronce también en Reino Unido, Río de Janeiro 2016 y Japón, dos de ellas en la prueba por equipos con España.

El rambleño ha llegado a la cima, pero todavía le queda ambición para seguir aspirando a más. Por eso, ha competido en varias ocasiones en pruebas ciclistas absolutas sin discapacidad. Explora dónde están sus límites. Cree que no ha tocado techo, pero, de momento, la actividad paralímpica es la que le ha dado todos sus éxitos y lo más importante: su estabilidad laboral y económica para vivir. Con un presupuesto respaldado por las empresas privadas, su techo estaría por ver. Ha demostrado que sus marcas también son de las mejores en competición en pista sin discapacidad. Tiene una plata (2019) y dos bronces (2018 y 2020) en el kilómetro contrarreloj en el Campeonato de España absoluto sin discapacidad. Brillante. Inigualable.

Estudios

Vive con su pareja en la comarca de Los Pedroches, tiene estudios de Bachillerato y comenzó un ciclo superior (TAFAD), pero la competición le impidió compatibilizarlos con el ciclismo a pesar de que era su objetivo. «No me adaptaban las prácticas a los tiempos que yo necesitaba; en la teoría no había problema», admite con cierta resignación. Ha trabajado como director deportivo durante tres años y medio en la empresa pozoalbense Prode antes del último ciclo olímpico, aunque ahora mismo goza de una excendencia en su puesto de trabajo.

Su historia

Alfonso Cabello tiene una amputación del antebrazo izquierdo de nacimiento. Se forjó desde el barro. Nunca mejor dicho. De abajo hacia arriba. Reconoce que empezó en el ciclismo «por casualidad». Sus padres lo llevaban tres días en semana desde La Rambla «a hacer natación» en Vista Alegre en Córdoba capital. «Un día el club ciclista de La Rambla iba a hacer una marcha ciclista para niños que era ir a Montilla y volver, además le propusieron a mis padres que me dejaban una bici para probar», explica. «El día de antes había llovido muchísimo y los caminos estaban muy embarrados y había que cruzar un arroyo que nadie se atrevía a cruzar, ¿quién fue el primero que se lanzó a cruzarlo? Alfonso Cabello». A partir de ahí, «con sólo diez años» se enamoró del ciclismo, admite a ABC. Con 11 años comenzó a competir en categorías inferiores en carretera. Es el inicio de una carrera deportiva impresionante.

PIE DE FOTO: El ciclista paralímpico Alfonso Cabello, en el Mundial de Milton (Canadá) AUTOR: RFEC

Competía con una bicicleta sin adaptaciones, lo que complicaba sus posibilidades, ya que «tenía que frenar mucho antes» que sus compañeros. «Era siempre el último, pero me gustaba tanto…», añade. El salto cualitativo llegó cuando logró adaptar llevar «los dos frenos en una mano». A partir de entonces, no hay quien lo haya parado. «Con esa adaptación gané por primera vez una carrera en Pozoblanco», una demostración de sus facultades. «La gente dejó de mirarme con pena y comenzó a mirarme con admiración; ya no era el niño al que le faltaba el brazo, competía y no se caía, ya era el niño que le ganaba a los que no le faltaba el brazo», dice alegre.

Richard, su «segundo padre»

Ahí surge una figura fundamental en su carrera. Juan Gutiérrez, ya que «me abrió los ojos». Apunta que «me hizo ver que lo mejor era especializarme en la pista». Lo admira. «Me ayudó a tomar esa decisión y lo considero aún como mi segundo padre», ya que «hasta me compró una bici cuando todavía no tenía medios económicos para hacerlo». Su progresión era tal que pudo ir al CAR de Madrid. Por eso se trasladó a Los Pedroches. «Mis amigos de La Rambla comenzaron a irse a estudiar o a trabajar fuera, y yo tenía aquí mi equipo y mis amigos; cuando salía del CAR venía más aquí que a La Rambla y me pilla más cerca de Madrid», así que fue el momento de trasladar su residencia a Pozoblanco, donde reside.

El potencial de Cabello explota al borde de la mayoría de edad. Su primera aparición internacional es sin llegar a los 18. Alfonso reconoce que no llegó a ser consciente de lo que podía conseguir hasta un poco después. Fue cuando «gané la primera medalla de oro en Londres 2012». Y eso que ya venía de «haber conseguido ser bronce en el Mundial de Los Ángeles (2011) unos meses antes». A su juicio, «en Londres es cuando fui consciente del potencial que tenía». Allí comienza un cambio en su carrera deportiva.

El valor del éxito de Cabello tiene más contenido cuando se comprueba in situ. Sus logros han sido labrados con muy pocos recursos. Tiene su entrenador en Granada (Francis Cabello) y tiene que comunicarse con él a diario a distancia. Lo más sorprendente es que él mismo hace en solitario las funciones que sus rivales tienen encomendadas a un grupo de trabajo.

Lo más llamativo es cómo Alfonso se ha encargado de ser su propio mecánico. Las adaptaciones que necesitan sus bicis de competición las «he pensado, diseñado, fabricado y colocado» él mismo. También se encarga de grabarse los entrenamientos, especialmente en las salidas y series cortas, para comparar y corregir todo lo que pueda para ganar aerodinámica. Es autodidacta. Por eso su reflexión es muy profunda: «En España el que logra llegar es porque destaca mucho y por eso logra resultados, pero no es como en otros países que llegan porque tienen la infraestructura para ayudarte al inicio, para mejorar cuando compites y para tener un puesto de trabajo público cuando acabas tu carrera deportiva».

El oro de Londres 2012 le abre un escenario en el que comienza a consolidarse como el mejor ciclista en pista en su especialidad: el kilómetro contrarreloj. El maillot Arcoíris de campeón del mundo es de su propiedad desde 2014. Consigue seis títulos consecutivos, salvo en 2017 que no pudo competir por lesión. «Fue otro momento complicado», reconoce, porque «las instituciones no me dieron el apoyo que creo que había merecido», aunque «conseguí un equilibrio» para poder seguir adelante.

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