“El fútbol es genial porque se puede patear, se puede correr, te podes tirar… Lo que más me gusta es cuando hacemos gol en un partido y nos abrazamos y gritamos juntos”. “A mí me gusta todo del fútbol: correr, tener amigos, divertirme. Y me gustaría ser profesional. Jugaría en Comu mucho tiempo y después en Atlanta, que es el equipo del que yo hincho con mi papá”.
Emma tiene cinco años y Guadalupe, ocho. En categorías distintas, las dos practican fútbol mixto en el club Comunicaciones los martes y jueves. Los sábados, lo más esperado de la semana: partidos. Guada lleva en su espalda el número 39, el pelo trenzado y anteojos rosas. A Emma una vez le felicitaron la barrida, por eso insiste con revolcarse a cada rato. Todavía son poquitas en grupos de muchos varones, pero avisan que llegaron a las canchas para quedarse y, sobre todo, para invitar a otras a sumarse.
“Quiero que vengan más nenas porque no es solo nenes y todo nenes. Un poco más de nenas está bien. Sería lindo. Si hay una nena le digo si quiere ser de mi equipo. Si dice que no, no importa; y si dice que sí, bueno, jugamos. Es divertido hacer fútbol”. El convite a un momento seguro de diversión, así entiende Emma el fútbol.
Pero ¿cuánto se pone en juego al democratizar el aprendizaje de un deporte? ¿Influye la mixtura en la constitución de subjetividades y universos simbólicos de las niñeces? ¿Aporta, per se, a la construcción de nuevas masculinidades?
Hace 25 años que Fabián Melone es profesor en el fútbol infanto-juvenil, pero recién en los últimos meses el picadito se volvió variopinto: “La exposición del fútbol mayor de mujeres hizo que las chicas se vuelquen más a este deporte. Entrenamos de la misma manera. Tenemos cuerpos distintos, pero si el deportista está bien entrenado, sea hombre o mujer, no tiene por qué lastimarse”.
Para Melone, cuanto más chicos más fácil fluye: “Las nenas entienden enseguida los ejercicios. En general tienen mejor movilidad y son más rápidas en captar lo que hay que hacer. Cualquier género puede hacer cualquier deporte, pero con las nenas solo queda esperar los años que perdieron porque no les ofrecimos una pelota desde el andador”. Ver jugar a unas habilita el juego a todas. Cuando algunas ocupan un espacio se lo acercan también a las demás, lo vuelven posible, habitable.
“A veces después de entrenar me quedo mirando a las más grandes que están en las canchitas de adelante”. Guadalupe se busca en ese espejo, en esa suerte de modelo, mientras sueña en grande: “En la tele veo más fútbol de varones. No sé, nunca encuentro fútbol de mujeres. Y me encantaría que hubiera un álbum de figuritas con jugadoras”.
Para la periodista deportiva Ayelén Pujol, abrir las puertas de los clubes era una deuda histórica: “Las iniciativas de fútbol mixto y femenino me parecen fundamentales. Antes no existían. Y lo que se está demostrando es que solo faltaban oportunidades, porque las ganas estaban. Los lugares se van llenando. Los clubes los abren y empiezan a aparecer un montón de nenas con deseos de jugar”.
Yo con vos, yo con todos y todas
Brenda es la mamá de Thiago que tiene 6 años y practica baby fútbol en Comunicaciones: “Nos pareció perfecto con el papá que haga cualquier deporte pero nos gustó especialmente que incluyan a las nenas en fútbol. Está buenísimo que Thiago arranque con esas ideas. Ahora tiene claro que todos pueden jugar a la pelota porque lo ve en el club y lo toma con naturalidad”.
Desde el club la propuesta mixta intenta fomentarse en el conjunto de las actividades. Así lo explica Paula Arébalos, representante de la Subcomisión de Género y Derechos Humanos de Comunicaciones: “El objetivo es promover los deportes mixtos, que jueguen juntos. Creo muchísimo en que los más chiquititos son los que más van a ayudar a derribar estereotipos y prejuicios. En la naturalidad con la que lo viven me parece que está la clave”.
Nicolás y Valentina son hermanos. Valentina acompañaba a Nicolás a practicar fútbol, lo veía pasarla bien, y este año dijo “¿Por qué yo no? Quiero hacer fútbol”. Gabriel, el papá, empezó entonces a verlos patear a los dos: “Pensábamos que podía ser una copiada al hermano y nada más. Pero vino y se copó. Se la pasa contando que juega al fútbol. Y al segundo día ya quería que le compráramos la camiseta. Valen está feliz”.
Gabriel celebra que se dé rienda suelta al derecho al juego del conjunto de las infancias: “Son aprendizajes que antes no tuvimos. La aceptación por la diversidad y la pluralidad tiene que ser algo básico”.
La antropóloga e investigadora del CONICET Verónica Moreira explica cómo la mixidad deja en evidencia construcciones culturales: “La práctica mixta de un deporte que ha estado constituido históricamente como un ámbito para los varones permite desarmar ideas y mandatos instalados como verdades. Es decir, que haya niñas o niñes con identidades sexo-genéricas diversas va mostrando que el deporte, en este caso el fútbol, es un derecho, una práctica a la que todas las personas deberían tener acceso, y que la asociación inmediata entre fútbol y masculinidad es una construcción cultural”.
Moreira pone el foco en los impactos positivos para las nuevas generaciones de estos nuevos modos de ver y de experimentar el mundo: “Creo que por supuesto cambia la subjetividad y los modos de entender el mundo, como un arbitrario cultural, como una construcción que se ha naturalizado a lo largo de los años y a lo largo de las imposiciones, la domesticación y el disciplinamiento de las mujeres y las disidencias. Mostrar que niñas, niños y niñes pueden jugar a la par y en las mismas condiciones es un avance tremendo”.
En sintonía comparte su vivencia Joaquín, desde las canchitas donde le pone el cuerpo a la categoría 2007 del baby, el espacio en el que creció peloteando con compañeras: “Siempre me sentí normal jugando con nenas, porque eran unas más de nosotros. No me ponía nervioso y nunca jugué distinto porque estuvieran ellas. Hoy una está en futsal femenino. Por eso me parece bien que sea mixto. Es más divertido y es más sociable. Cuando juegan chicas somos un montón y nos ayudamos mutuamente”.
Juani, en cambio, confiesa sus preferencias: “Me parece que está bien el fútbol mixto porque las nenas pueden jugar, pero la verdad es que no me gusta tanto. Sin ofender eh, pero los nenes juegan mejor. Sí me gustan los partidos de fútbol profesional de varones y de mujeres. Ahí no hay nada distinto, y las mejores jugadoras son las de Boca”.
Es claro que no se trata de fórmulas mágicas que se activan con las meras presencias. No hay maneras de ser esencializadas que por default modifican estructuras. Sin embargo, que cada vez más niñas, mujeres y personas con identidades sexo-genéricas diversas incursionen en deportes asociados con los varones tensiona con la masculinidad hegemónica que tantos dolores de cabeza acarrea.
Para Celeste Mac Dougall, docente feminista especialista en Educación Sexual Integral (ESI), se necesitan igualmente de ciertas guías: “Incorporar niñas al fútbol puede no implicar tener una mirada específica sobre los varones, y que se sigan reproduciendo ideas como ´no pegar porque son más débiles´, o `jugar con más cuidado´, etc. Entonces, hace falta además trabajar sobre qué significa y cómo se construye la masculinidad. La ESI hay que pensarla no solo en las instituciones educativas, sino en todos los espacios de interacción y socialización de las personas. Y los clubes son muy importantes en este sentido”. Una cancha. Una pelota. Montones de ganas. El escenario perfecto para barajar y dar de nuevo… también en el fútbol.
FUENTE: INFOBAE