Los comedores comunitarios fueron protagonistas en un 2020 signado por la pandemia. A raíz de las conocidas dificultades que esto conlleva, “El comedor del fondo”, que está ubicado literalmente en el fondo de la villa 31, se ocupa de la población más marginada del barrio. Chicos en situación de calle, con problemas de adicciones y que viven en ranchadas en ese sector. Pero este año tuvo algo diferente: las 30 personas –entre voluntarios y personal rentado– que trabajan en él, debieron reconvertirse para que el espacio que brindaba alimento y contención a 70 chicos y chicas pudiera resolver la urgencia del hambre de cientos de personas.
“Durante la pandemia hubo un hito en nuestra historia y es que la mayoría de los chicos que dormían en la puerta del comedor se contagiaron de coronavirus. En los hoteles era muy difícil tenerlos por cuestiones de conducta, ya que no es fácil aislar a un pibe en consumo sin un referente cerca”, explica Javier Luzuriaga, referente de la organización. La solución que se encontró a esa situación fue que los chicos contagiados realizaran el período de aislamiento en el Centro Costa Salguero. “Ahí tampoco era fácil aislarlos, pero nos ofrecimos a acompañarlos y contenerlos. Así que los íbamos a ver a diario, les llevábamos cigarrillos y comida del comedor”, recuerda Luzuriaga.
De esta manera, durante esas semanas, los chicos encontraron con un techo y los respectivos cuidados. Luego, llegó el momento del alta, y el Ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, tuvo una gran acción solidaria: “Nos ofreció una de las casas vacías que tiene el gobierno de la ciudad. En una semana tuvimos las llaves de la casa. Ahí recibimos a ocho chicos en consumo. El arranque fue difícil, debido a crisis de abstinencia de algunos de ellos, pero nos fuimos acomodando”, afirmó. La nueva sede de “El comedor del fondo” funciona en Heredia 390, en el barrio de Chacarita. “La llamamos una casa de medio camino, o de transición hacia una internación más intensa para superar las adicciones, o hacia una salida laboral. Tratamos de que, a través nuestro, puedan reconectar con el sistema de salud y con el sistema educativo”, explica Luzuriaga, docente alfabetizador de adultos, quien agrega que actualmente en la casa viven cinco chicos y otros dos que alquilan cerca pasan el día ahí. “Les generamos actividades diarias, buscamos que salgan a trabajar, tenemos una huerta y además un taller de serigrafía”, puntualiza.
En una función doble, el comedor continúa brindándole una solución alimentaria a cuatrocientas personas, parte de ellas en situación de calle, y el resto, son familias del barrio que se sumaron durante la pandemia. El espacio permanece abierto de 7 a 13 h. La puerta del comedor sigue llena de pibes. “Algunos vienen a pasar el día a la casa de Chacarita. La renovación es permanente, porque están los chicos que vienen del conurbano a comprar y se quedan un día, un mes o un año”, finaliza Luzuriaga. El 2020 fue un año para reinventarse en todos los aspectos.