Una loca travesía a bordo de un monociclo

Historias para contar Slider

Frank Ketelhohn, un joven argentino entusiasta que recorrió el camino de Santiago de Compostela desde París, es decir, 2300 kilómetros en un monociclo.

POR TOMÁS ROBBIO

Su viaje comenzó como consecuencia de una etapa terminada, luego de recibirse de comunicador social en la Austral y tras lograr esa meta, tomó la decisión de salir a disfrutar la vida con una aventura en tierras europeas que, pese a no tener nada prearmado ni previsto, lo fue realizando con lo que su cabeza imaginaba.

Se preguntaba cuándo podría realizar un viaje largo si no era en ese momento, ya que en un futuro podría estar trabajando en algo que le gustase o bien, en pareja o en algo que lo atase más y no pudiera tomar esta decisión que resultó muy alocada y divertida.

Su arribo en el Viejo Continente lo depositó primero en Alemania, donde comenzó a trabajar en una fábrica de aislantes para centrales nucleares, gracias a un conocido argentino. Estaba en el departamento de Calidad y Comunicación, pero casi sin saber el idioma.

Así de lanzado y con el ímpetu viajero Frank derribaba los obstáculos que le iban surgiendo. Uno de ellos era el idioma, que debió ir aprendiendo a medida que trabajaba y gracias a su compañero de cuarto, un chino llamado Xang que hablaba fluido y le respondía las dudas que tenía.

Con esa ayuda, más el día a día en el trabajo fue acostumbrándose el oído y a empezar a entablar conversaciones con el resto de las personas.

Sin embargo, cuando el idioma comenzó a dejar de ser una traba, optó por viajar a Austria y trabajar en un centro de ski. No obstante, la idea de “Huevo” -así lo apodan sus amigos- era aprender a esquiar. Entonces, en sus ratos libres aprovechaba, se calzaba los esquíes y se lanzaba una y otra vez de la montaña.  De este modo iba cumpliendo sus metas propuestas.

Hasta el momento, en Alemania había aprendido el idioma y en Austria a esquiar. Ahora faltaba Suiza: donde tenía una amiga que vivía allá y se hospedó con ella unos días. Sin embargo, otra idea loca iba a surgir: su amiga, junto a otros amigos le propusieron ir en un crucero hasta Marbella y Frank no lo dudó.

A los pocos días estaba en el sur de Francia con su valija y todas sus pertenencias. Tras consultar por gente conocida y buscar trabajo allí, su hermana lo contactó con una compañera del primario que vivía en Dijon, el siguiente destino de Huevo, donde estuvo apenas unos días. Esta ciudad en el este del país galo fue la impulsora de una travesía única e inimaginable.

El Camino a Santiago de Compostela

Este recorrido es históricamente conocido porque los cristianos peregrinaban sus rutas que se dirigen a la tumba del apóstol Santiago, el Mayor, situada en la Catedral de Santiago de Compostela. Pero lejos de ser ese el motivo de Frank, quien, de todos modos, decidió realizar ese viaje de una manera muy particular e irrisoria: en monociclo.

La mayoría de la gente lo hace caminando o en bicicleta, sin embargo, este extravagante joven optó por algo intermedio y consiguió un monociclo. A su vez, la inició en París, así que estuvo aproximadamente un mes viajando solo: “lo tomé como un viaje introspectivo”, cuenta.

Frank eligió uno de los cuatro caminos por los que se puede hacer y al llegar recuerda que el resto de las personas iban demasiado preparadas a comparación suya: “Todos tenían ropa acorde, cacerolas, abrigo y yo solo una mochila que pesaba 11 kilos”.

Uno de los primeros días y en una ruta montañosa de gran inclinación, Frank rememora que veía a todos esforzándose de una manera casi sobrenatural, con todos los bártulos pesados y él los pasaba por el costado con su monociclo. Los turistas lo miraban de manera muy sorpresiva y extraña.

El recorrido fue muy ameno por lo que cuenta: “Por momentos iba más lento para ir charlando con la gente, y, a veces, aceleraba cuando se acercaba la noche o el clima no acompañaba. Lo iba regulando”.

Frank no sólo llegó a Santiago de Compostela, tras 2300 kilómetros, dos meses y 35 días, sino que decidió seguir un poco más hasta Finisterre, en la provincia de La Coruña.

Ya un poco complicado económicamente, debía volver a trabajar para solventar los gastos.  Y allí recurrió a una amiga italiana que conoció en el camino de Santiago, y quien le había comentado que su padre tenía un viñedo en Veneto.

No tardó en conseguir un nuevo empleo, y tras llegar haciendo dedo, comenzó a trabajar con el vino y en el proceso diario de la uva. Estuvo dos meses y, de a poco, tocaba empezar a pensar en el regreso, porque su hermana mayor se casaba.

El primer destino con miras al retorno fue Roma, en donde también llegó a una conocida que tenía por intermedio de una tía. Esta persona era una señora de unos 80 años que precisaba pintar su casa. Frank se recibió de pintor en un abrir y cerrar de ojos: consiguió dinero y hospedaje en un mismo lugar.

Mientras vivía en la casa de la señora en Roma, y a quien le realizaba tareas de mantenimiento en su casa a cambio de hospedaje y comida, consiguió trabajar en el Vaticano en la venta de entradas al museo. Con ambos empleos pudo recolectar lo necesario para emprender el regreso y volver a casa, y, además, presenciar el casamiento de su hermana Belén.

Suscribite
Notificarme de
guest
1 Comentario
Más viejos
Más nuevos Más votados
Ver todos los comentarios
Santiago

Que inspirador Frank! Cual es la próxima aventura?