En el mayor suburbio de India, en Mumbai, el sonido de las perforadoras en láminas de caucho retumba en el minúsculo taller. Es aquí donde un diseñador trata, gracias a la creación de carteras de alta gama, de rehabilitar a una comunidad de artesanos discriminada.
Su marca, Chamar Studio, se hace eco de los artesanos del cuero hindúes, los “chamar”, miembros de la comunidad dalit, los tristemente famosos intocables, en lo más bajo de la escala de castas hindú. Su nombre, que procede del sánscrito, significa “piel”, y desde hace mucho es un insulto en India.
Los chamars siempre han tenido una vida difícil. Y la decisión del primer ministro, el nacionalista hindú Narendra Modi, de declarar la guerra a la explotación del vacuno no hace más que agravar su situación. Los llamados al linchamiento que lanzaron los supuestos protectores de las vacas, animal sagrado del hinduismo, han puesto fin a su medio de vida. “Los chamars están oprimidos desde hace mucho tiempo”, dice Sudheer Rajbhar, diseñador y fundador de la marca.
Artista de formación, que no es chamar pero pertenece a una casta baja, Sudheer Rajbhar pretende ofrecerles un nuevo inicio gracias a las carteras minimalistas, concebidas con plástico reciclado, duradero sustituto del cuero. También quería evitar el sistema de castas convirtiendo el nombre chamar en una marca.
Inicialmente, tuvo que evaluar los riesgos jurídicos, pese a que el Tribunal Supremo indio prohibió en 2008 la utilización del nombre chamar, “esta palabra sumamente ofensiva”, está muy extendida como insulto en el país.
Hubo que convencer también a los artesanos que temían las violentas repercusiones y las pérdidas al lanzar al mercado un producto de alta gama con ese nombre. “Pienso que se trata de un nombre muy extraño para una marca”, reconoce Rahul Gore a la AFP, un chamar de 35 años, víctima de discriminación desde la infancia, en su pueblo natal a 300 kilómetros de Mumbai. “Podíamos jugar con los niños de castas superiores pero sus padres nos prohibían ir a sus casas o compartir nuestros alimentos”, recuerda. Tampoco ha olvidado cuánto “dolía” ese trato.
El diseñador Rajbhar ha invertido todos sus ahorros además de créditos bancarios en este proyecto, en torno al millón de rupias (13.700 dólares), iniciado en 2017. Recurrió al zapatero local Sachin Sakhare para ayudarle a formar a artesanos. “Quería mejorar la situación de mi pueblo”, explica.
Empezó a trabajar en las veredas atestadas de gente de Mumbai a los 13 años después de que su padre, también zapatero, fue atropellado por un auto que se dio a la fuga. “El sistema de castas ha creado tal discriminación que la gente no respeta muchos oficios”, lamenta Sakhare, que sobrevivía con 400 rupias (5,5 dólares) diarias en aquella época.
Hoy, este padre de dos hijos dirige un equipo de artesanos chamars y musulmanes que fabrican, con orgullo, todo tipo de bolsos. “Ahora soy más respetado (por mi trabajo), me siento más bien artista”, agrega.
La utilización de pigmentos biológicos para teñir las carteras en los colores azul cobalto, rojo y verde esmeralda, emblemas de la marca hace que el proceso sea mucho menos tóxico para los obreros, asegura el diseñador. Pero la tarea no deja de ser menos laboriosa para fabricar estos bolsos de calidad superior, vendidos a precios que oscilan entre los 1.500 y las 39.000 rupias (entre 20 y 535 dólares) y que son distribuidos en tiendas de alta gama en Mumbai. Incluso, se exportan a Alemania.
La empresa empezó a ser rentable cuando golpeó la pandemia de Covid-19 y después han caído las ventas. Sus artesanos temen volver a trabajar a Mumbai, la ciudad más afectada de India. Aunque la Fundación Chamar de Rajbhar ha logrado apoyar a los empleados durante los meses de confinamiento, la preocupación persiste. “¿Por qué comprar carteras cuando hay que mantener el hogar?”, se pregunta Sakhare, actualmente barrendero para sobrevivir.
FUENTE: TN