Un viaje a la Siria en guerra: un viaje a las raíces

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POR SEBASTIÁN SAAVEDRA

Suriana Cichero Lalli es escritora e hija de una mujer que tuvo que irse de Siria y migrar a la Argentina. Por eso se crió en una casa donde se hablaba árabe y español al mismo tiempo, en la que se mezclaban dos culturas muy distintas.

En el 2011 en Siria se desató una guerra (conocida como “la guerra más cruel del siglo XXI”) y eso a su familia le pegó muy fuerte.  Ya en 2018, con tan sólo 25 años, -Siria todavía en guerra-, decidió viajar hasta allá para conocer sus orígenes, la familia que nunca había podido ver antes. Esa conexión con su historia, las de los sirios y sirias, llevaron a Suriana a escribir “Para Bellum: un viaje a la guerra en Siria”.

– Contame quién eras antes de pensar por primera vez en el libro que escribiste.

Mi nombre es Suriana Cichero Lalli, soy escritora y diseñadora. Mi mamá nació en Siria, y tuvo que migrar a Argentina. Ese contraste de cultura hacía que en el colegio siempre me sentía la distinta, la del nombre raro, la de la madre árabe que migró, la que llevaba una vianda con comida rara. Y, es más, hasta hoy me sigo sintiendo un poco así. Creo que es una sensación que tenemos muchos hijos de inmigrantes que tuvieron que irse forzosamente de sus países de origen. Especialmente si esa madre, como en mi caso, sigue estando tan aferrada a su tierra natal, aunque sea a la distancia y 50 años después. Yo sé que esa migración la marcó para siempre, y por eso crecí escuchando todo sobre ese país, durante todos los días de mi vida.

Ya de más grande (2011), en Siria se desató una guerra conocida como “la guerra más cruel del siglo XXI” y eso en mi familia nos pegó muy fuerte. En 2018, con 25 años casi recién cumplidos, decidí viajar, entre otras cosas, para conectarme con una historia necesaria. Yo no sabía si Siria iba a seguir existiendo más adelante. Es decir, ¡tenía que ir!

– ¿Qué te llevó a escribir “Para Bellum: un viaje a la guerra en Siria”?

Poner un pie en una Siria en guerra ya te hace viajar muy fuerte internamente. No importa si sos hijo o nieto de alguien de ahí. Podés ser de Argentina o de cualquier otro país del mundo y, de todas maneras, te va a revolucionar la cabeza. Yo creo que haber estado en un país en guerra te acelera muchos procesos personales, te hace conectarte con historias de vida extremas y eso tiene un vuelco en tu vida sí o sí. No te vas de Siria siendo la misma persona.

Al empezar a escuchar las historias de la gente común y corriente y cómo hacían para vivir dentro de un territorio en guerra, necesité hacer algo con todo eso. Así nació el libro, una novela que se mueve entre la no ficción y la ficción, y que junta historias reales muy íntimas dentro de una situación de vida o muerte.  Y creo que, si bien algunas historias son duras, todas terminan despertando cierta sorpresa, cierta admiración. De todas se saca algo para aprender que antes no se sabía. La resiliencia, la búsqueda por continuar con vida un día más, el darlo todo, el saberse proteger de las maneras más insólitas, el instinto de supervivencia, el heroísmo, la pasión, las despedidas dolorosas, los amores, -aún teniendo que vivir entre bombas, atentados y grupos terroristas-, y tanto más que incluso puede ser alucinante conocer.

El libro, entonces, propone que conozcamos la intimidad de la guerra. No sólo habla del caos que ya todos nos imaginamos, sino que también da espacio a que las personas de carne y hueso cuenten qué están sintiendo minuto a minuto. Lo relatan con lágrimas en los ojos, pero también con algún orgullo propio, como diciendo: “¡Mirame, sigo acá, acá estoy!”.

Yo no podía volverme de ese viaje sin hacer algo con esos testimonios tan reveladores. Además, se sumaban las cosas que me pasaban a mí misma y las cosas que yo veía con mis propios ojos, que no fueron pocas.

– ¿Qué situaciones viviste que cambiaron radicalmente el foco de los pensamientos sobre la vida?

Creo que hay muchas y están todas en el libro, pero hay una en particular, que es la más fuerte, que vuelve a mi cabeza una y otra vez. Conocí a una abuela, una viejita, que usaba velo porque era musulmana. En realidad, lo sigue siendo porque todavía sigue viva. Su historia está en el libro porque fue una de las tantas personas que entrevisté y cuya historia me impactó. En el pueblo donde vive es conocida por esta hazaña: se enfrentó a un batallón de cincuenta terroristas, ella sola, dentro de su casa. Todos sus familiares varones, paralizados del miedo, sólo pensaban en entregarles todo lo que pedían e irse de ahí. Los terroristas habían ocupado aquella casa un día antes, con el afán de quedarse y usarla de trinchera y refugio.

No sé cómo es que la abuela lo logró, pero entró, los encontró, les empezó a sacar las cosas de las manos y los echó a todos a los gritos. Uno por uno se fueron. Ella dice que cuando los vio, perdió la cordura, se transformó en una mujer llena de furia y no pudo controlarse. La abuela podría haber sido asesinada ahí mismo, le pudo haber pasado cualquier cosa, pero se jugó la vida porque, en sus palabras, “la casa era lo único que me quedaba, ya me habían sacado a mi hijo y por eso mi esposo muríó de tristeza al poco tiempo. Es decir, si me sacaban la casa, yo ya lo perdía todo”.

Entendí que las mujeres de allá no son lo “débiles o sumisas” que nosotros, desde Occidente, creemos que son, solo porque están tapadas o porque Medio Oriente es una región machista o islámica.  Yo hice la entrevista en esa misma casa, podía ver las marcas que dejaron los tipos en las paredes, en las manijas de las puertas, las pintadas que habían hecho, las roturas, todo. Lo podía ver todo. Ella me hizo un tour por toda la casa y no le tembló el pulso en ningún momento. Realmente me impactó. Como también impacta ver lo natural que es para ellos vivir así.

– ¿Qué valores te dejan haber vivido esta experiencia?

Me volví a la Argentina siendo menos “inocente” de lo que es el mundo, la guerra, las muertes, la oscuridad humana, pero también con un sentido de empatía y fortaleza que hasta hoy me acompañan. Esa guerra me sensibilizó, pero para bien. No me debilitó, no me hizo mal como muchos creerían. Y hasta diría más, fue una experiencia ultra liberadora. Haber conectado con esa historia, con la casa donde vivía mi mamá, con el pueblo de mis abuelos, con los parientes que conocí en vida e incluso con la guerra, con esos paisajes grises devastados, con esos edificios explotados o con esos coches bomba en las veredas, también me ayudaron a completar aquellas piezas que me faltaban desde chica. También empecé a percibirme menos “hija de” y empecé a construir una identidad mucho más propia que sólo la heredada. Y eso me lo dio ese viaje, esa guerra, esas caminatas, esas historias, esos seis meses sola ahí.

– ¿Este es el principio de otras experiencias similares?

Creo que hay una parte mía que todavía está terminando de aterrizar de ese viaje, con lo cual, no pensé nada a futuro. Creo que este es el momento en que quiero hacer que ahora las otras personas que me estén leyendo, hagan este mismo viaje conmigo a través de esas páginas. Yo sé que muchas experiencias del libro se convertirán en propias de cada uno, desde la óptica que cada cual elija. Quizás hay personas que les interese saber por qué hubo una guerra, y eso les traerá un nuevo conocimiento. Hay muchos que siguen tratando de encontrar abuelos, tíos, apellidos lejanos y familia del otro lado del mundo, y esto quizás los acerque a su historia. Y quizás habrá otros que solo quieran entender cómo sobrevivieron las personas que están dentro del libro, y poder aprender de eso. Creo que mi presente tiene que ver con transmitir toda esta nueva data, que en Argentina es inédita y Para Bellum viene a ofrecer. 

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