Un argentino viajó a Polonia para asistir refugiados en Ucrania

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Martín Lettieri es un abogado con 15 años de experiencia en ayuda humanitaria en América Latina. Su historia.

 “Creo que ninguna persona está del todo preparada para comprender situaciones tan extremas como una guerra y las consecuencias que genera en millones de seres humanos”, reflexiona Martín Lettieri, un argentino que asistió a desplazados y refugiados en América Latina por 15 años.

Lettieri es un abogado especializado en Derechos Humanos. Trabaja con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), principalmente en Uruguay y la Argentina, pero prestó apoyo en Polonia entre abril y julio de 2022, durante la invasión rusa a Ucrania.

Ese propósito de servir a otros lo asumió desde su crianza y se convirtió en su profesión. “Siempre sentí, por la enseñanza de mis padres y por mi formación, que no se puede ser feliz y ver al resto sufriendo y ser indiferente a ese sufrimiento. Las personas refugiadas sufren situaciones tremendas. Una de las peores condenas que había en la antigüedad era desterrar a una persona, quitarle su nacionalidad y expulsarla de su país”, apuntó.

Polonia, un refugio para los ucranianos

A un año de uno de los conflictos bélicos más importantes de los últimos años, Lettieri relató lo que vivió en esos meses que pasó en Polonia. Sus hijos, muy pequeños aún, no entendían la labor que iba a desempeñar, pero el resto de sus familiares quedaron atemorizados porque iba a estar muy cerca de la zona de conflicto. Sin embargo, sabían que la misión del abogado era contribuir “aunque sea de una manera muy pequeña”, con la asistencia a personas refugiadas.

Al ser un territorio vecino, Polonia fue el primer país que recibió a los ucranianos que comenzaron a huir por todas las vías posibles y, además, fue el que más personas cobijó. Según cifras de ACNUR, hay más de 7,2 millones de refugiados ucranianos en el mundo actualmente, y dos millones de ellos se resguardan en Polonia.

Lettieri fue designado para coordinar el trabajo de las organizaciones nacionales e internacionales que fueron presentándose en ese país desde que comenzó la invasión, el 24 de febrero, y para asistir a los ucranianos. “Estuve principalmente en la capital de Polonia, Varsovia, y en dos ciudades polacas de la frontera con Ucrania, por donde ingresan la mayor cantidad de personas refugiadas de Ucrania: Rzeszów y Przemysl”, contó.

Al llegar, le sorprendió la “solidaridad enorme” y la gran cantidad de donaciones hechas por organizaciones de todo tipo. “Fue emocionante ver miles de personas que fueron desde el primer día a ayudar y que nunca se habían encontrado en una situación así. Eran miles y miles de personas polacas con familiares ucranianos que espontáneamente se volcaban en la frontera y daban todo lo que tenían; cocinaban para la gente, la alojaban en su casa”, relató.

Él ayudó a encauzar “toda esa energía y solidaridad” para las ONG especializadas. Asimismo, acompañó a delegaciones de organizaciones y gobiernos de distintas partes del mundo que también ofrecieron apoyo económico y técnico a Polonia y los países circundantes.

También contactó a los médicos que llegaban de todo el mundo con el sistema de salud local e hizo lo mismo con enfermeros y psicólogos extranjeros. Todos ellos brindaban la atención inicial y luego derivaban los civiles al personal de salud polaco.

La esperanza de volver

Durante los tres meses que estuvo en Polonia, visitó albergues, sedes de organizaciones de la sociedad civil, iglesias y áreas del estado, donde conversaba con los afectados para conocer mejor su situación y principalmente sus necesidades. En medio de ese ambiente de caos e incertidumbre, Martín encontró esperanza. Por ejemplo, le impresionó mucho la historia de una mujer mayor que, teniendo familia en Berlín, prefirió soportar las precarias condiciones de un alojamiento temporario durante semanas porque “no quería alejarse de la zona donde estaba su hijo, que se había enlistado en el ejército para pelear”. Estaba convencida de que el conflicto acabaría pronto y quería volver en el mismo instante en que se conociera la noticia.

Como esa señora, descubrió las historias de mamás de casi 200.000 niños ucranianos que lograron terminar el año escolar con clases en línea, pero tenían que aprender polaco y sumarse a la escuela en ese país. “Cuando faltaba poco para empezar el año, (…) conversé con las madres que estaban siempre con la esperanza de volver a Ucrania, entonces no sabían si inscribirlos en la escuela para comenzar el periodo escolar o no”, reflexionó.

Los niños refugiados en Varsovia tenían que aprender polaco para sumarse a la escuela. (Foto: REUTERS/Kacper Pempel)

Algo que también lo marcó fue un detalle aparentemente simple. Martín veía a esas mujeres, generalmente solas con sus niños, hablar por Whatsapp con sus esposos permanentemente: “Quizás [se comunicaban] como yo estaba en contacto con mi esposa, para compartir vivencias cotidianas, para saber cómo estaban los hijos, pero ¡con la gran diferencia de que ellos se estaban entrenando para ir a combatir como soldados!”

Si bien los 15 años de experiencia lo capacitaron para cumplir su misión en Polonia, la infinidad de historias que conoció lo conmovieron. “Son situaciones que horrorizan a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, no importa cuántas veces las hayas visto o cuán preparado pienses que estés para intervenir”, reconoció.

Ayudar desde lo posible

Martín reconoció que el trabajo del ACNUR con los refugiados de Ucrania fue único por la cantidad de gente que huyó a otros países en tan poco tiempo. Sin embargo, dijo que existen otros conflictos que no ocupan tanto espacio en los medios internacionales y que también convulsionan al mundo.

El sufrimiento de las mujeres afganas, la crisis humanitaria en Yemen, el éxodo venezolano en el continente y, más recientemente, el terremoto en Turquía y Siria son algunos de los acontecimientos a los que dedican su vida él, sus compañeros del ACNUR y otras ONG.

Lettieri remarcó que, aunque hay países donde los migrantes y refugiados pueden rehacer sus vidas y contribuir con el avance, abandonar el lugar donde una persona sabe y siente que pertenece “es durísimo”. Su objetivo es aportar un poco a la calidad de vida de cada persona que ayuda, es lo que lo motiva a seguir: “A veces, sentís que no es nada lo que hacés. En una situación como la de Ucrania te sentís absolutamente insignificante porque es un drama tremendo, pero pensás que aunque sea desde un pequeño lugar, trabajás de acuerdo con lo que sentís y con los valores que te parece que hay que promover”.

FUENTE TN

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