Una nueva red social en la que podés grabar tus memorias, responder preguntas de tus seres queridos y construir un legado en vida, para que en el futuro aquellas personas que elegimos puedan conocernos.
Los familiares, amigos, conocidos que ya se fueron siempre dejarán un vacío en nuestra alma que tardará en cerrar -a veces nunca lo hace-. Es una materia pesada hablar de ellos. En medio de de este contexto es que surge Almaya, una nueva plataforma que propone ayudar a nuestros seres queridos a crear un legado digital. Creada por Martín Kogan, un emprendedor de 41 años nacido en Buenos Aires y dedicado al mundo digital, Almaya es una especie de red social privada que nos permite construir perfiles personales en los cuales podemos ir grabando contenido en video o audio, e ir respondiendo una serie de preguntas que construyan algo parecido a nuestra visión del mundo.
Así, puedo grabar un video contando qué pienso del amor, o cuál es la mejor forma de hacer una sopa de tomates, o por qué soy fanático de Boca, o lo que sea. Ese contenido queda almacenado en la nube y solo tienen acceso mis seres queridos a quienes les comparto una clave personal. Ellos pueden entrar y mirar mis mensajes, mis ideas, mis dudas. Del mismo modo, si algún familiar comienza a construir su legado y me habilita, yo puedo acceder a sus grabaciones.
De este modo, cada familia puede construir una constelación propia y armando su propio universo, que durará para siempre, o al menos eso propone la plataforma. No solo podemos ver en tiempo presente qué piensa, por ejemplo, nuestro hermano sobre algo, sino que también podremos hacerlo en treinta años (cuando probablemente ni siquiera lo veamos en una pantalla sino a través de la realidad aumentada, como si fuera un holograma del ser querido que viene a conversarnos, y todo lo que dice es lo que en efecto alguna vez dijo, porque lo grabó).
La propuesta discute la idea de la vida eterna: si vivir es ser recordado por los otros, si existir es estar ahí cuando nos buscan, Almaya intenta hackear esa respuesta: tal vez podamos estar para nuestros nietos cuando ya no estemos para nosotros. Eso mismo que plantea Coco, la película de Disney: mientras nos recuerden, existimos.
“Dentro de diez a quince años la relación que como humanidad tenemos con los que se murieron va a cambiar totalmente, como muchas otras cosas cambiaron con la llegada de la tecnología. Y vamos a desafiar una idea que es muy tabú: el concepto de no poder hablar más con aquellos seres queridos que se murieron”, dice y analiza Martín Kogan.