Tuvo una infancia complicada, pero la costura la salvó: la historia de Liliana Sánchez

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Liliana Sánchez es paciente oncológica y miembro de “ConRetazos”, un programa capacita a mujeres en el oficio de la costura y que busca generar cerca de 200 puestos de trabajo en los próximos dos años, en San Isidro. Su conmovedora historia de superación

Los ruidos de las máquinas de coser la cobijaron de los tristes recuerdos de su infancia. A los 7 años, Liliana Sánchez (48) fue llevada por sus propios padres a vivir a otra casa, con otra familia, en la que la abusaron y dejaron marcas que prefiere olvidar y aún intenta superar. A los 10, ya trabajaba “cama adentro” y a los 14 la costura la ayudó a reconstruirse mientras aprendía a confeccionar prendas y hacer que su imaginación la ayudara a sanar. En cada puntada sentía que otra vida era posible. Nacida en Santiago del Estero, llegó a Buenos Aires por elección y actualmente vive en el barrio de Villa Adelina con el menor de sus dos hijos, de 16 años. Él la ayuda, le da ideas, la alienta y le abrió una cuenta en Instagram para que muestre todo lo que sus manos crean.

Desde hace tres semanas forma parte del programa “ConRetazos” —presentado el último viernes por el Consejo Deliberante de San Isidro— que reúne al sector privado textil de la zona con las costureras de distintas ONG, organizaciones civiles e independientes a fin de confeccionar bolsas multiusos hechas a mano con materiales obtenidos de los desperdicios textiles para ser comercializadas por reconocidas marcas. El objetivo de la idea es lograr un doble impacto: generar empleo genuino y cuidar el ambiente.

La gran meta es que por medio de ConRetazos se generen cerca de 200 puestos de trabajo en dos años: “La iniciativa pone en valor el trabajo de la mujer y su capacidad productiva, y la importancia de que todas tengamos oportunidades para ser autónomas económicamente”, sostuvo Rosalía Fucello, vicepresidente del Honorable Concejo Deliberante de San Isidro. La economía circular es un modelo de producción y consumo que trabaja bajo las premisas “compartir, reutilizar, reparar y reciclar los materiales y productos existentes durante el mayor tiempo posible”.

La historia

A Liliana le apasiona “confeccionar”, lo remarca mientras cuenta que está en su taller logrado a base de esfuerzo y mucho trabajo. Para ella, las cosas nunca fueron del todo buenas y ya no siente el mismo miedo que antes cuando recordaba los años de infancia en los que el maltrato fue protagonista.

 “Mis padres me entregaron a una familia cuando apenas cumplí los siete años. Sufrí abusos y anduve de casa en casa. Tuve una vida que me género muchos traumas, aún sigo haciendo terapia por ello. Pero estoy enfocada en mi salud porque soy paciente oncológicas”, admite y dice que supo cómo sacar fuerzas en los peores momentos. “Decidí levantar cabeza cuando nació mi primer hijo, que hoy tiene 36 años y cuando quedé sola con el menor. Los crié económicamente como pude, pero no les faltó nada. Cuando el padre nos dejó, hubo días en los que no comí para que él comiera. Aunque trabajaba desde las 4 de la mañana como costurera de una empresa, pero no me alcanzaba”, relata.

Con la voz quebrada, sigue: “Toda mi vida trabajé, no sé hacer otra cosa. Antes de cumplir los 10 años ya estaba trabajando, pero con el tiempo decidí superarme y lo hice acompañada por la última familia con la que viví, ya de adolescente, que fue la que me incentivó a estudiar. A ellos les estaré completamente agradecida porque son mis papás del corazón y pude recibirme de diseñadora gráfica. Les debo todo lo que soy”.

Antes de integrar el equipo de “ConRetazos”, Liliana confeccionaba ositos de apego para recién nacidos, playmat para bebés y almohadones de osos “que abrazan”, detalla. Entusiasmada con el nuevo proyecto, asegura que gracias a este su realidad cambiará. “No hubiera podido llegar sola a grandes marcas. Además, la propuesta de hacer estas bolsas me gusta porque las telas son muy buenas y realmente se está creando algo de muy buena calidad”.

Bolsas ecológicas

Las bolsas —creadas con retazos de telas rústicas (donada por una diseñadora de interior), seda, tela de tapicería, gamuza y otras variedades— miden 45 x 60 cm y tienen una manija de 55 cm, están forradas y tienen costura invisible. “Pueden durar años, muchos años porque están reforzadas”, explica. Hasta ahora, el grupo integrado por cinco mujeres, ha confeccionado unas cien bolsas y las vendieron a las empresas. La novedad es que un hipermercado está interesado en sumarlas a sus góndolas.

“Hacemos hincapié desde hace años en esta temática crucial construyendo puentes entre las empresas, la sociedad civil y los vecinos. En nuestro municipio existen cientos de pymes y emprendedores que necesitan talento humano y, a su vez, hay miles de vecinos que buscan una oportunidad laboral. Nuestro rol es reunirlos y facilitar esa relación virtuosa”, agregó la vicepresidente del Consejo Deliberante sobre el programa que también integran mujeres de la Asociación Peregrina, Asociación Civil Sportivo La Cava.

Según las estimaciones de la Secretaría de Planeamiento e Integración de Políticas Productivas de la Municipalidad de San Isidro, que interviene en el proceso como nexo entre la sociedad civil, las trabajadoras y las empresas, de 1 kilo de retazos de género se extraen unas diez “shopping bags” y cada costurera capacitada puede producir hasta 200 bolsas. En 2022, el objetivo es producir hasta 20.000 bolsas.

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