El pasado 2 de febrero fue el “Día Mundial de los Humedales”, fecha que se celebra desde 1997 a raíz de la Convención que tuvo lugar en 1971 en Ramsar (Irán). Gracias a estas extensiones de tierra que están inundadas de forma permanente es posible la vida de numerosas especies animales y vegetales. Sin embargo, en los últimos treinta años desapareció el cincuenta por ciento de los humedales en todo el mundo, por lo que se busca tomar conciencia de las problemáticas socioambientales que eso implica. A continuación, tres miniseries argentinas que abogan por un mundo ecológicamente más equilibrado.
1. “Aerocene Pacha. Utopía sustentable” (2020)
Se trata de una miniserie-documental que narra, a través de diversos testimonios, el proceso gracias al cual fue posible el primer vuelo en un globo “aerosolar”, creado por Tomás Saraceno, un arquitecto y artista argentino. El hecho tuvo lugar en enero de 2020 en las Salinas Grandes de Jujuy (Argentina).
Julia Solomonoff, la directora de la serie, ya había creado anteriormente producciones que promueven la reflexión sobre distintos fenómenos sociales, como por ejemplo “El último verano de la Boyita” (2009) y “Hermanas” (2005). Además, en 2018 recibió un galardón en la categoría “Guion original” de los Premios Cóndor de Plata por la película “Nadie nos mira” (2017). Pero con “Aerocene Pacha. Utopía sustentable” (2020), miniserie de cuatro capítulos, se metió de lleno en la problemática socioambiental: además de desarrollar el significado real y simbólico de un fenómeno tan particular como lo es el primer vuelo en un globo aerostático que no utiliza combustible fósil, ella misma aparece como una de las protagonistas de la serie.
2. “Ambientes. Arquitectura sustentable” (2019)
A través de los capítulos “Biodiseño”, “Paisajismo”, “Tierra” y “Agua”, la miniserie demuestra que es posible diseñar y construir viviendas que convivan de manera armoniosa con el medio ambiente y que, a la vez, sean funcionales. En los cuatro episodios aparecen las voces de arquitectos que tienen conciencia ambiental y que luchan por poner en cuestión los diseños y edificaciones que dejan una gran huella ecológica (es decir, un fuerte impacto en el ambiente producido por la demanda de recursos naturales que la Tierra no puede -o tarda años en- regenerar).
La serie hace un recorrido por diferentes lugares de Argentina, en los que, de hecho, ya se están llevando a cabo construcciones de viviendas que no generan daños en el ecosistema. Por ejemplo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la arquitecta Guadalupe Cuello promueve el “biodiseño”, que consiste en reducir el consumo de energía de los edificios mediante ventilaciones naturales, patios internos y “techos verdes” (es decir, terrazas que contengan vegetación). Sin embargo, advierte que en el país falta mucha educación y legislación para que las arquitecturas sean verdadera y prolongadamente sustentables. A su vez, en Sierra de los Padres (Buenos Aires) Juan Pilotta, bio-constructor de la cooperativa “Caminantes”, erigió la “Navetierra”, que es una vivienda cuyos principios de diseño son los siguientes: materiales reciclados y naturales, aclimatación por el sol, energías limpias (solar o eólica), recolección de agua de lluvia, autoproducción de alimentos y reutilización del agua.
3. “El cactus” (2016)
Esta miniserie es una ficción, pero no por eso desprende un mensaje menos claro en favor del cuidado del planeta, sino todo lo contrario. El argumento es sencillo y, quizás por esa razón, provoca en los espectadores una reflexión inmediata muy importante. El protagonista es “Martín”, un chico de aproximadamente once años que vive en Unquillo (Córdoba) y que habitualmente, con la ayuda de su amigo, saca los cactus que ve en algunos baldíos para luego venderlos.
El problema se presenta cuando toma un cactus en un terreno perteneciente a un hombre de una comunidad originaria. Los primeros tres capítulos de la serie ahondan en los inconvenientes que ese suceso le ha traído a “Martín”. Habrá que esperar hasta el cuarto episodio, el último, para saber cómo se resuelve el conflicto, pero además, para tomar conciencia sobre un lema inexorable: todos somos la naturaleza, así que si le hacemos daño, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos.