Tras un accidente de su hijo, creó un producto para que no le vuelva a pasar a otro bebé

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Un golpe de su hijo en una alfombra para juegos la hizo darse cuenta de un negocio que nadie estaba aprovechando. 

Mientras trataba de calmar a su bebé que se había golpeado la cara contra el piso, Alana veía los pedazos destrozados de la alfombra que supuestamente servía para que los chiquitos pudieran jugar en el suelo sin correr ningún riesgo. Pero en apenas un ratito había quedado destruida, igual que la boca del niño. Entonces, cuando el llanto de Rupert ya se había calmado y pudo volver a conectar sus ideas, empezó a imaginar cómo tendría que ser un producto que verdaderamente pueda proteger a los pequeños.

“Rupert tenía seis meses, intentaba gatear en el tapete y fue desarmado las piezas de la alfombra. En el breve momento en que dejé la habitación, se tambaleó hacia adelante y se golpeó la cara contra el suelo con mucha fuerza”, contó la mujer a The Sun.

El horrible accidente fue algo que Alana sabía que no podía ignorar. Es que la mujer no encontraba algo que estuviera a la altura de sus exigencias. Entonces su cabeza siguió trabajando: la alfombra tenía que ser de un material que no fuera tóxico, a su vez que fuera seguro para los niños pequeños y que se complementara con la decoración de una habitación.

Y se dio cuenta que ella podría conseguir algo de eso e incluso comenzar a comercializarlo, aprovechando el espacio vacío. “Ese día, le dije a mi esposo: ‘Tenemos que hacer que esta idea despegue'”.

“Cuando Rupert dormía, yo trabajaba en cada una de las cosas que había que hacer. Lo hacía todo desde la cocina de casa. Diseñaba, buscaba fabricantes, investigaba de qué estaban hechos los productos y cómo podía hacerlo mejor”, recordó la mujer de Brisbane (Australia).

“Todo el dinero que habíamos invertido era nuestro. Estaba realmente asustada, pero sabía que había una gran brecha en el mercado para un producto como este. No podía fallar”.

En febrero de 2016, Alana dio el último click en el mouse de su computadora y su marca, Munchkin & Bear, salió oficialmente al mercado. Pasaron 30 minutos hasta que le llegó la primera notificación. Había vendido su primer producto y la rueda comenzó a girar sin parar.

“Me acuerdo que fue el mismo día que Chloe tuvo su primer día en la escuela primaria y vendimos nuestro primer producto en los primeros 30 minutos”, sonríe Alana. “Se sintió increíble. Cada venta en ese entonces me hizo llorar ”.

Lentamente, el arduo trabajo y los sacrificios de Alana fueron dando sus frutos. En el primer año, los tapetes de juego Munchkin & Bear, que tienen un precio de entre 79 y 135 dólares, le generaron unos 202.000 dólares en ventas.

“El primer año superó completamente mis expectativas”, dijo la orgullosa CEO. “Me quedé impresionada porque todavía estaba realmente tratando de ser madre, antes que nada. La prioridad eran los niños, pero el esfuerzo hacía que el negocio funcionara. Luego, el año siguiente se duplicaron las ganancias y creció desde allí”.

El crecimiento de la empresa hizo que necesitara contratar a varios empleados. De las seis personas que trabajan allí, cuatro son madres que habían tenido que interrumpir sus carreras profesionales para dedicarse a sus hijos. Ella no dudó en contratarlas.

“Me acerqué a ellas y lo que hemos construido es un lugar de trabajo que les da un sentido de pertenencia. Nos preocupamos por sus familias y su propia salud también”, dijo Alana, cuyos propios hijos, Chloe y Rupert, ahora tienen 10 y siete años.

“Los niños son lo primero y más importante. Y me di cuenta de que estas mujeres se habían descuidado como yo en su plano personal, así que tenemos un instructor de pilates y un entrenador personal que vienen cada semana”.

La fórmula de Alana para el éxito claramente está funcionando. Cinco años después de su apuesta, Munchkin & Bear ha vendido 50.000 tapetes en Australia, Nueva Zelanda, el Reino Unido y Europa, con ventas que alcanzan la impresionante cifra de 4 millones dólares.

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