Silvia Irigaray: “Al donar los órganos de mi hijo sentí que se había convertido en héroe”

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POR SEBASTIÁN SAAVEDRA

Un día la vida de Silvia Irigaray cambió para siempre.

Ella es mamá de Maxi, uno de los chicos asesinado en 2001 en la estación de servicio de Av. Gaona y Bahía Blanca, en la conocida “masacre de Floresta”.

Es la cofundadora de Madres del Dolor, y tiene en su haber su libro “Huellas”.

Hoy es el Día Mundial de la Donación de Órganos, y afirma con orgullo: “Soy mamá donante, una decisión que ayudó a calmar un gran dolor”.

Silvia junto a su hijo, Maxi

-¿Qué significa a nivel personal realizar la tarea que hacen desde Madres del Dolor?
A nivel personal doy gracias a Dios tener las fortalezas para calmar el dolor y renacer. Me sobrepuse y pude planificar un futuro. Fui descubriendo que me hace bien compartir espacios de reflexión y educación. Con amigas y compañeras de Madres del Dolor decidimos no quedarnos en el papel de víctimas, entendimos que ninguna lucha se gana con dolor y decidimos unir fuerzas. ¡Enorme misión por delante alcanzar una mejor calidad de vida, para no sumar más jóvenes muertos! El consejo es huir del desgano y la tristeza, para no caer en el aislamiento.

-¿Qué aprendiste en estos años de trabajar junto con y para otras madres que sufren pérdidas?
Uno de los momentos más importantes en estos años fue cuando el licenciado Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos, me propuso que escriba un libro en primera persona. Con asombro y emoción acepté. Volqué todos los sentimientos donde conviven palabras de amor, dolor, furia, alegría y tristeza. La intención con “Huellas” es lograr que la memoria se convierta en una herramienta indispensable; lo escribí con sencillez y espíritu materno.

-¿Qué hiciste con el dolor?
​El dolor se convirtió en mi maestro, y el amor que recibo a diario fue y es muy sanador. Mientras transité el duelo con esa herida tan profunda sentí que necesitaba convertir el dolor en acción, y me propuse no aflojar jamás, superarme como persona e involucrarme en un problema endémico que lleva décadas: “La violencia policial”. Logré que me inviten a establecimientos de formación policial y hablarles desde el corazón pidiendo que no sean “fáciles para el gatillo”.

-¿Qué es lo que más necesita una madre y una familia que sufren estas pérdidas? ¿Cómo pueden ayudar las personas alrededor a esta familia?
Damos abrazos que calman, brindamos contención, sabemos escuchar a los recientes padres atravesados por el dolor (son muchos) porque no saben qué hacer. Le explicamos que tendrán que recorrer un largo camino en los estrados judiciales. Estamos muy preocupadas por tanta violencia y sabemos que es provocada por los excesos. Vemos que el consumo de estupefacientes y alcohol van en aumento y asusta no ver soluciones. Falta amar al prójimo para salir adelante.

-En el Día Mundial de la Donación de Órganos, ¿querés contarnos un poco tu experiencia al respecto ?
Eso es lo que ocurrió con Maxi, él ayudó a otras personas a mejorar su calidad de vida. Al donar los órganos de mi hijo sentí que se había convertido en héroe. Fue darle sentido, al sin sentido de su muerte, y a mí me convirtió en una militante en el tema. Tengo como propósito que todas las personas se informen. Es importante una comunicación adecuada de los profesionales a cargo en “esas horas cruciales” sobre todo en la donación pediátrica. Nadie está exento de ingresar en una lista de espera del INCUCAI.

– ¿Te gustaría dejar una frase final?

Por supuesto. Hoy, 14 de octubre, se celebra el Día Mundial de la Donación de Órganos, Tejidos y Trasplantes y yo puedo decir que de lo malo puede nacer algo bueno, existe la posibilidad de dar vida y que la muerte no se lo lleve todo. Es positivo entender que hay muchas formas de seguir en este mundo, y también que hay heridas profundas que solo se calman con amor infinito.

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