Nació en Montevideo y se crió en Punta Colorada, a 25 minutos de Punta del Este. Tras vivir unos años en Buenos Aires regresó a esa playa con el plan de acercar a su hijo a la naturaleza. Así llegó hace 32 años al lugar donde fundó SOS Rescate Fauna Marina por donde ya pasaron más de 15 mil ejemplares entre lobos, leones marinos, pingüinos, tortugas y más especies
No sabe si la memoria lo engaña, pero cuando tenía un año de edad, Richard Tesore estaba con su papá cuando éste rescató un pingüino empetrolado en el puerto de Montevideo. Se recuerda con los pies colgando y con una cañita en las manos, pescando para alimentar a su pingüino. A los pocos años, se mudó con su familia a Punta Colorada, a 25 minutos de Punta del Este, donde creció, volvió a irse en su juventud y regresó hace 32 años para convertirse en un referente en el rescate de animales marinos en Uruguay. Allí fundó su ONG SOS Rescate Fauna Marina, su universo de arena, viento y agua salada, donde ya lleva rescatados y devueltos al mar unos 15000 animales.
“Los días míos no tiene principio ni fin”, explica Richard sobre su trabajo de 24 horas al día, los siete días de la semana. “Si bien es muy disfrutable, evidentemente no es saludable. Es que los cachorros toman mamadera cada tres horas, entonces yo, desde hace 30 años no sé lo que es dormir 8 horas de corrido”, asegura este hombre de 61 años, que siente que ya está en una edad en que tiene que pensar en alguien que pueda continuar con su trabajo. La tarea es inmensa. “La única vez que descansé en 30 años fue un mes y medio cuando me hicieron un trasplante de hígado y estuve en convalecencia. Hoy recibimos voluntarios de todas partes del mundo y la idea es que esto se transforme en un lugar para sensibilizar y concientizar sobre las problemáticas ambientales. Todas las predicciones que a nivel científico se dan entre 2030 y 2050 son de verdad muy alarmantes”, alerta el hombre mientras traslada a un cachorro de lobo marino en su camioneta, rescatado por su delgadez.
El mundo de Richard tiene muchos espectadores en sus redes sociales, de todas partes, fascinados con sus rescates a bordo de su camioneta y los cuidados diarios a animales que se vieron muy cerca de la muerte. Los seguidores de su cuenta de Facebook (@sos.faunamarina) ven sus transmisiones en vivo a cualquier hora y le dejan cientos de comentarios, en los que se muestran conmovidos, muy atentos a las noticias de cada nuevo huésped.
En los años noventa, la vida de Tesore era otra. Vivió en diferentes barrios de Buenos Aires y pasó por una gran variedad de rubros comerciales. Tuvo restaurantes, rotisería, gimnasio, taxis, remises. “Era un joven que quería un porvenir y Buenos Aires era una gran ciudad que te lo daba. En los 90s me quedé solo con mi hijo y ese generó un cambio en mi vida. Busqué un lugar más tranquilo”, dice el uruguayo sobre el momento en que se divorció y se encontró solo con su hijo en una ciudad demasiado grande para criarlo. Le había gustado Córdoba pero se encontró nuevamente en Uruguay, en Punta Colorada, el lugar que lo vio crecer y de donde nunca más se movió.
“Cuando vine a Uruguay nadie se dedicaba a la fauna marina y había mucho pingüinos empetrolados en esa época. Así empezamos con una actividad para hacer con mi hijo que entraba en la adolescencia y cuando me quise acordar mi hijo se fue y yo me quedé enganchado”, repasa sobre la mitad de su vida dedicada al mar.
Richard contaba con una experiencia de haber participado en el rescate de pingüinos empetrolados en Chubut, pero sin tener contacto directo con animales. Trabajaba desde la Capital “para los animales”. Era parte de la Fundación Vida Silvestre y lo que hacía era juntar y trasladar mercancías donadas y hacerlas llegar al Sur.
En Uruguay, cuando su hijo estaba en edad de “empezar con el tema de las computadoras” le propuso otras experiencias al aire libre. Empezaron haciendo rescates de fauna marina en un zoológico municipal, que tenía una especie de reserva. Después el lugar no quiso seguir adelante. Y ante la protesta de Richard le dijeron ¿Por qué no lo hacés vos? Y así empezó. Si hubiese tenido la facilidad de hacer consultas en Google en esa época hubiese sido todo más fácil, explica. Pero a él le tocó hacer consultas telefónicas. Hablaba con veterinarios de Mundo Marino. Y también en Punta Colorada hicieron su propio camino con el trabajo de dos veterinarios especialistas en fauna silvestre, sin experiencia en animales marinos, que fueron capacitándose.
“Todo comenzó primero en mi casa, después conseguimos un lugar en la costa y estamos acá ubicados desde hace 32 años en la playa. Ahora la Intendencia no está queriendo trasladar hacia un lugar cercano”. La zona está muy cotizada. Es una playa mansa, con orientación oeste, con la puesta de sol enfrente, a 5 km de Piriápolis. “Eso genera una competencia y durante más de 20 años hemos estado peleando y ahora tratando de reubicarnos y lograr contar con todas las instalaciones necesarias para poder continuar”. El predio actual ocupa 2000 m² en la playa, 8 o 9 piscinas, zonas de enfermería, un museo, una sala audiovisual, una zona de cuarentena. “El espacio es bastante amplio y se ha ido construyendo a lo largo de las décadas, de a poco y nos permitió en algún momento tener hasta 300 animales juntos en un derrame de petróleo”, explica.
Mientras el lobito se hace escuchar y camina por el tablero de la camioneta, Richard cuenta sobre el trabajo que está llevando adelante, sobre sensibilización temprana sobre el cuidado del medioambiente. Es su gran objetivo para que algo cambie. Tesore se dio cuenta de que no tenía sentido observar animales cuando la problemática es la actividad humana y la contaminación, el cambio climático, junto con los problemas derivados por la sobreexplotación petrolera y pesquera, que generan falta de alimento”. Y agrega: “ El Río de la Plata tiene graves problemas con la basura que se crea y también con la contaminación por todos los pesticidas que son el resultado de la agricultura intensiva”.
“Tener una sensibilización temprana nos cambia como personas. Entonces mi objetivo es trabajar con los niños, sacarlos de las pantallas, que tengan vivencias, que se ensucien de pescado. Tenemos un programa de voluntariado a partir de los dos años, un programa de voluntariado inclusivo. Trabajamos mucho con niños con autismo, con Asperger, síndrome de Down. Es increíble, cuando la inteligencia es más emocional que racional se logran muchísimas cosas”, sostiene el rescatista.
Con su equipo intentan devolver al mar a los animales varados, recuperan a los que tienen lesiones pequeñas y ayudan a los cachorros que llegan huérfanos muy débiles y pequeños. “En época de lactancia solos no sobreviven, entonces hay que traerlos hasta que tengan la edad suficiente como para poder pescar y sobrevivir por sí mismos”, explica el rescatista. También asisten a tortugas marinas, elefantes marinos, leones, lobos marinos con su cuatro especies (tanto antárticos como subantárticos, leones y los lobos de dos pelos) albatros, petreles, tortugas marinas. La problemática es la misma, basura y redes de pesca.
“Con los neonatos de uno o dos días de vida si no lográs una impronta en la cual te transformes de alguna forma en su madre no hay muchas posibilidades de supervivencia. Entonces lo que hacés es transformarte un poco en en su madre y te siguen a todos lados, andan entre tus pies, andan chupeteando las piernas y la cara. La ansiedad oral que tienen es terrible, como cualquier mamífero, necesitan descargarla y satisfacerla porque es una forma también de vencer el estrés y madurar el sistema nervioso central”, explica.
FUENTE: INFOBAE