Renunció a su trabajo para cumplir su sueño: abrir un hotel de gatos

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A los 50 años, Margaret Lean Cole se replanteó su vida. Invirtió tiempo y dinero, y se aferró a su amor por los animales y al de su familia. Ahora alberga hasta 40 animales en una casa acondicionada para eso.

Aunque estudió medicina veterinaria en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Margaret Lean Cole nunca ejerció. Tras un breve paso por un laboratorio genético, su vida tomó otro rumbo y terminó como consultora en Sistemas de la Banca JP Morgan. Pero tenía el proyecto pendiente y lo cumplió: “Con más de 50 años, me animé a cumplir mi sueño de abrir un hotel boutique para gatos”, contó.

Espacio Gatos no es como una guardería para animales estándar, sino un espacio en donde a los huéspedes pueden disfrutar de un espacio acondicionado especialmente para ellos. El hotel cuenta con tres pisos y dos salas. Abajo está el espacio común y en los dos pisos superiores lo que llaman suites privadas.

Margaret y su compañero, Rene Vera Cortez, acondicionaron una vieja casa tipo chorizo para transformarla en un hotel boutique felino. “El éxito fue la combinación de inversión, responsabilidad, compromiso, amor por los animales, la familia comprometida y animarme a crecer”, resumió la emprendedora, entre maullidos de sus huéspedes. Toda la familia está involucrada. Los dos hijos de Margaret -Joaquín y Valentín- son los protagonistas y los que hacen la adaptación de los huéspedes. También son los que más se encariñan y a los que más les cuesta soltar.

Joaquín estudió fotografía y es el que arma los books de los gatos y toma las imágenes para las redes sociales. Valentín es la cara visible del emprendimiento, lo llaman “el gerente de mimos y juegos”; hace los canjes y las publicidades, porque “la cámara es lo suyo”.

Al finalizar sus estudios de veterinaria, Margaret se fue a vivir a Paraguay durante tres años, en donde trabajó en el área genética de un laboratorio dedicado al trasplante de embriones animales. A su regreso, ejerció como docente de la cátedra de bovinos de leche en la UBA y dio clase de computación en empresas y en la Bolsa de Comercio.

Una gran parte de la inversión en Espacio Gatos se destinó al reacondicionamiento de los espacios para que los puedan disfrutar los gatos (Foto: Gentileza Espacio Gatos)

Cuando en el año 2000 el cambio de milenio amenazaba con dejar fuera de juego a todos los sistemas del mundo, las grandes compañías aumentaron la demanda de consultores y así fue como llegó a la JP Morgan, para documentar y confeccionar manuales. Pero su espíritu emprendedor forma parte de su ADN. Si bien trabajó allí por 23 años, durante 12 años, en forma paralela, la familia tuvo una residencia para estudiantes de la Policía Federal en las habitaciones del primer y segundo piso de la casa. Hasta que se decidió a cambiar de rumbo.

Una familia que acompañó

“Siempre tuve el sueño de crear un hotel de gatos y cuando cumplí los 50 años me puse a pensar: ¿qué hago de mi vida? Trabajaba en computación porque era un sueldo y algo estable, pero no era lo quería para siempre”, contó Margaret.

Dice que tuvo a sus hijos “de grande”, a los 43 y a los 45 años, por eso, en su mitad de siglo, se replanteó qué hacer con eso que no la dejaba avanzar. “A mis 50 pensaba que si seguía con la computación nunca iba a cumplir mi sueño. Entonces me propuse empezar”, relató. Así fue como, trabajando en JP Morgan y atendiendo la residencia estudiantil, en 2017 acondicionó el fondo de su casa del barrio porteño de La Chacarita para crear un espacio exclusivo para gatos. “Así empecé, sin saber cómo me iba a ir, pero a la gente le gustó mucho y empecé a crecer”, dijo.

Cuando el espacio comenzó a quedar chico, todas las miradas apuntaron para los pisos de arriba. La decisión no fue fácil, pero la familia sintió que era lo había que hacer. “Sabía que cerrar la residencia estudiantil era jugarme todo, porque me iba a quedar sin alquileres e iba a tener que hacer una gran inversión para transformarla en el hotel, pero lo hice y me fue bien”, aseguró. La inversión incluyó poner muebles para gatos, pasadizos, casitas de adaptación, arreglar el jardín y hacer balcones cerrados. Actualmente, el hotel cuenta con tres pisos y dos salas. Abajo está el espacio común y en los dos pisos superiores lo que llaman suites privadas.

Otro gran paso, en plena pandemia

Cuando la pandemia de coronavirus irrumpió en la Argentina, la encontró con varios gatos hospedados que debieron extender su estadía. Algunas familias estaban de viaje en el exterior y no podían regresar al país. “Fue muy duro, porque el hotel está ligado al turismo, la familia se va de vacaciones y el gatito se queda con nosotros. Nos quedamos con cuatro gatos, de gente que no podía volver”, recordó Margaret.

Y cuando todo empezó a estabilizarse debieron apelar al ingenio, fue entonces cuando hospedaron a gatos de familias que aprovecharon el aislamiento social para hacer arreglos en la casa, o personas que debían internarse por covid, para que no quedaran solos en su casa.

 “Uno se había vuelto medio loco en la casa con todos adentro y había cambiado de conducta con el encierro y me lo trajeron para que se despeje un poco. También otra gatita que se puso agresiva, que vino y se calmó muchísimo y cuando volvió a su casa anduvo todo bien”, recordó la dueña de Espacio Gatos.

La pandemia fue el momento bisagra para dar otro gran paso. Sabiendo que había podido sortear el desafío, en el final de 2020 Margaret decidió renunciar a su trabajo para dedicarse de lleno al hotel. “Fui armando todo a poco, para no tirarme al vacío”, dijo. Si bien durante mucho tiempo hospedaron gatos hasta por dos años, desde que incorporaron las suites privadas dieron un giro en la oferta.

La propuesta actual tiene el eje en estadías cortas, para familias que se van a de vacaciones o necesitan hacer alguna refacción en la casa, por ejemplo, y reducir el espacio compartido a una opción que puede ser solo suites privadas o el sistema mixto: de día en el jardín y de la noche y para alimentarse, la habitación.

Margaret, sus hijos Joaquín y Valentín y su equipo de asistentes disfrutan el tiempo que pasan con los gatos, pero los más chicos son los encargados de la adaptación cuando llegan por primera vez (Foto: Gentileza Espacio Gatos)

Los motivos son varios, algunos gatos de larga estadía terminaban quedándose y debían buscarles nuevas familias, además de que Joaquín y Valentín se encariñaban con muchos de ellos.

“Mis hijos sufrieron varias veces por los gatos que estuvieron a largo plazo; dos me pidieron adoptarlos porque se habían encariñado, dormían con ellos, se los habían llevado a casa, pero la chica los adoraba y se lo llevó a vivir con ella a Escocia, fue desgarrador cómo lloraban mis hijos. Lo mismo nos pasó con un gato que estuvo seis meses y se lo llevaron a Alemania”, contó Margaret.

Hasta que una señora, que había dejado un gatito para que se hospede, no lo quiso más y pasó a formar parte de la familia de Espacio Gatos. Luego llegaron otros y hoy, son cuatro y un perrito.

Precios y requisitos

El precio por día es de $1600 en el lugar compartido, y de $2400 en la suite privada, que puede ser utilizada por dos gatos de la misma familia. Para estadías de más de 15 días ofrecen descuentos. El valor incluye las piedritas sanitarias, pero no el alimento.

Los requisitos para el lugar compartido son mucho mayores que en las habitaciones. En ambos casos, los gatos deben tener las vacunas al día, estar desparasitados, tener la pipeta para pulgas y, preferentemente, tener las uñas cortadas. Para compartir el espacio, además, deben estar castrados y presentar un resultado negativo para VIF y VILEF (Sida y leucemia felinos).

Actualmente, se pueden hospedar hasta 40 gatos, 20 en el espacio compartido y 20 en las habitaciones, pero Margaret no tiene proyectado seguir creciendo. Y, aunque muchos le piden, descarta también abrir franquicias. “Hasta acá crecí. Quiero trabajar bien y vivir tranquila”, dijo.

El mensaje para los que dudan de emprender es “que se animen y que empiecen de a poquito y con paciencia”. “Todo junto puede llevar a un fracaso y perder lo que se invirtió. Dejar pasar un año o dos y, si todo va bien y los clientes están conformes, dar un pasito más”, recomendó.

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