“Ópera villera”, un registro de la inclusión social de jóvenes a través de la música lírica

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El interés por la ópera para muchos jóvenes de barrios populares, el esfuerzo de los maestros por superar obstáculos y la música como herramienta de inclusión, son los ejes de “Ópera villera”, de Néstor Sánchez Sotelo y Ana Farini, que el jueves 18 se estrena en el Complejo Gaumont del barrio porteño de Congreso.

“Creemos que la música saca lo mejor del ser humano”, cuenta Farini.

La película sigue la cotidianidad de Myskow, una luchadora que excede largamente los límites del título de “maestra de música”, a los que inevitablemente suma las tareas de madre y asistente social ante las problemáticas que llegan junto a los chicos y jóvenes de las barriadas humildes.

¿Cómo se decidieron a contar lo que pasa con la experiencia de llevar la ópera a barrios populares?

Néstor: Ana estaba investigando acerca de ciertas cuestiones de la opera fuera de los espacios tradicionales, esa búsqueda despertó mi interés y comenzamos a indagar más a fondo. Fue un largo desarrollo hasta que dimos con quienes fueron los personajes más sorprendentes. Queríamos encontrar una historia local que refleje esta premisa y después de una larga búsqueda encontramos a Mailen Ubiedo Myskow y su escuela, que hacen un trabajo muy movilizador, increíble. Ahí supimos que teníamos nuestro documental.

Ana: La inclusión pasa por abrir nuevas oportunidades, acompañar, motivar y contener. Hay chicos y chicas que quieren entrar a tocar en una orquesta juvenil, otros se enriquecen de la música lírica pero sus carreras están centradas en estilos populares, tal es el caso de Nashy que tiene una voz increíble y escribe canciones dentro de varios estilos populares. Otros, sobre todos los más chicos, sueñan con ser maestros de música y hacer en un futuro lo mismo que Mailen.

¿Qué dificultades tuvieron que atravesar para lograr la confianza y la intimidad de los testimonios?

Ana: “Hubo que ir de a poco, en un documental observacional como este se debe ser muy paciente, no invadir el lugar, no forzar situaciones, esperar que surja el momento que mágicamente amalgame las tramas e ideas que se van descubriendo. Además, estábamos trabajando con niños y eso nos obligaba a profundizar en mucho el respeto de la cámara sobre el sujeto. Es por todo esto que tenemos más de 120 horas de bruto filmado, material que nos ofreció múltiples variantes“.

FUENTE: TELAM

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