Me opongo al olvido: a 32 años de atentado contra la Embajada de Israel

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Dice Fernando Aramburu en su monumental obra Patria: “No se te ocurra construir tu vida sobre la mentira y el silencio, es lo peor te lo aseguro”.

El presente que habitamos nos dice que el atentado sigue ocurriendo, la bomba continúa explotando, su onda expansiva nos arrastra y avasalla permanentemente. Un aquí y ahora que encuentra a las víctimas clamando desde el silencio de sus tumbas la justicia que no ha llegado, tanto por omisión como por decisión, y a los familiares sintiendo una y otra vez el dolor más profundo, inexplicable e intransferible, que los deja en soledad y carentes de respuestas cubiertos por el impiadoso manto de la impunidad.

El terrorismo fundamentalista es cruel, no tiene reparos, es implacable, en su locura alimentada del odio más visceral necesita de la destrucción de todo lo que se le opone. La mala política, indolente e insensible enquistada en distintos estamentos de poder lo complementa, y así, ambos construyen este presente de enojo y tristeza, de frustración y desconcierto.

La realidad de hoy deja vacíos los discursos y las expresiones de solidaridad. Hoy, 32 años después, levanto la voz, una vez más, para que nuestro presente sea mejor, ayudándonos a construir un futuro distinto.

Me opongo al olvido. Fuimos atacados por los mismos inspiradores y actores el 17 de marzo de 1992, y también el 18 de julio de 1994 en el edificio de la AMIA/DAIA, y ahora el 7 de octubre en Israel aunque no haya conciencia de ello.Me niego a la desmemoria, porque olvidar es darles el triunfo a los fanáticos asesinos y sus cómplices.

Digo presente porque la indiferencia es una perversidad que se nos vuelve en contra, infligiéndonos un autodaño inconmensurable y de forma ininterrumpida, y así, el terrorismo sigue golpeándonos.


Por Claudio Avruj
Director de Optimism

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