Luis Spadafora: “Todos los sueños se logran trabajando, y el museo no es la excepción”

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POR SEBASTIÁN SAAVEDRA

En Argentina tenemos un nuevo “héroe” de la historia del automóvil. Así lo define la FIVA (Fédération Internationale des Véhicules Anciens) a Luis Spadafora, el creador del Museo del Automóvil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y por eso este año se unirá al “Salón de la Fama” para celebrar tanto a figuras mundialmente famosas como a héroes anónimos en la historia del automóvil.

En esta charla con Optimism, conocemos su vida, la del museo, y todo lo recorrido para llegar a este reconocimiento.

Luis Spadafora, creador del Museo del Automóvil de la Ciudad de Buenos Aires

-¿Cómo arrancó tu pasión por los autos, micros, y demás?
Comenzó desde muy chiquito en el barrio, los autos me vinieron a buscar. Es que Caballito en la década del 50 y 60 era una cuna de campeones y ases del volante. Vivían por la zona distintos pilotos como Juan Carlos Navone, Juan y Oscar Gálvez, Ernesto Petrini, entre otros. Y yo me movía en ese recorrido de carburistas y gomerías; en el barrio se respiraba automovilismo. Con 10 años iba los sábados a la noche a Ferro a ver carreras de Speedway (motos de 500cc) y midget, que se corrían en la pista de atletismo. Todavía puedo recordar el aroma de la mezcla de combustible. Me acercaba con amigos, y hasta habíamos hecho una bandera. Cuando terminaba la carrera, me metía y así pude sacarme varias fotos en los midgets, fotos que hoy están también en el museo.

-¿Y cómo llegás a crear el Museo del Automóvil en Buenos Aires?
Viajando por distintas partes del mundo visitando otros museos, siempre pensaba cómo podía ser que Argentina no tuviese uno en la Ciudad de Buenos Aires. El edificio del ACA es muy bonito, y tiene piezas importantes, pero no abre ni sábados ni domingos, y lo hace en un horario restringido; otro gran museo se encuentra en Balcarce a casi cinco horas de la Ciudad. Así fue que con grupo de amigos nos pusimos el objetivo de hacer el primer Museo del Automovilismo en la Ciudad de Buenos Aires, y si bien tardó muchísimo en hacerse realidad, acá estamos.

-¿Hay algún automovil del museo que sea tu favorito, que signifique algo especial?
No es el auto más valioso pero significa mucho para mí, y es una Coupé Ford 1942: mi primer auto.
La historia es así: trabajaba en una fábrica de faros y rompenieblas donde conocí a mi novia, quien luego sería mi esposa. Un día salí como cualquier otro en el rastrojero a buscar repuestos y me la crucé a ella: la coupé original, recién pintada, y me enamoré. Tenía un camión de otra época que fui camionero, agarré los ahorros que habíamos juntado con mi novia para comprar un departamento, y entregué eso más el camión a cambio de la coupé. A la noche pasé a buscar a mi novia con el auto y le dije “mirá el negocio que acabamos de hacer”. A partir de ahí mi señora tomó conciencia que no soy un tipo normal. Hoy la coupé está en el piso superior del museo.

Ojo, todos los autos que tenemos tienen una historia, nunca compré un auto y fue a parar directo a la colección, sino que todo es rescatado, incluso muchos autos fueron casi chatarra. Mi misión es esa, rescatar autos, y así conseguí ser el primer argentino reconocido por FIVA.

-La última novedad fueron los coches del Subte A, ¿cuál es la próxima, qué tenes en mente?
Cuando nos enteramos que los coches del Subte A salían de circulación hicimos todos los trámites, y cuatro años después los tuvimos. Puse unos rieles en el empedrado del museo, y “parece vivo”, a pesar de que me decían que no, lo pudimos hacer andar. En cuanto a lo que viene, estamos construyendo un food truck con base de un bus de dos pisos, para que la gente que viene al museo pueda tomarse un café o comer algo.

-Algo que quieras agregar…
Todo lo que hay en la fundación es generado por un grupo de amigos que siempre participó, todo se fue logrando con trabajo y con mérito. Y mi hija Gisella es la continuadora de todo esto. Ella se ocupa de las relacion públicas, de visitas guiadas, sin ella, no exisitiría el museo. Todos los sueños se logran trabajando, y el museo no es la excepción, siempre habrá piedras en el camino que no te dejan progresar, pero con una constante lucha y sin bajar los brazos, podés hacer todo lo que te propongas.

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