Los Superhéroes solidarios que alegran niños en los hospitales argentinos

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Un grupo de 25 cosplayers de Capital y el GBA visitan desde hace siete años a los chicos internados en hospitales y en hogares. Desde el 2020, la actividad está suspendida por la pandemia y la llevan adelante a través de llamadas de WhatsApp y Zoom, pero esperan la vacuna para volver a regalar esperanza a los pequeños.

Cuando verdaderamente te llena lo que hacés, la vida te sonríe. Y estos chicos y chicas realmente le cambian la energía a los niños y niñas de los hospitales. v“La experiencia más movilizante, la que más me marcó, fue en la sala de pediatría del Hospital Español. Había una nena que llevaba mucho tiempo internada, que estaba re bajón. Entré vestida como la Mujer Maravilla y la vi muy cabizbaja. Empecé a payasear un poco, le di uno de los regalitos que siempre llevamos y se empezó a reír, habló conmigo, se puso a jugar… Cuando salí, se acercó la mamá a la puerta, y me dio las gracias. Me dijo que hacía muchas semanas que no veía reír a su hija”. Pasaron cuatro años desde ese día, y a Agustina Quercia (27) se le quiebra la voz cuando lo recuerda. Ella es parte de La Liga de Superhéroes y Villanos Solidarios, un grupo de 25 cosplayers que desde hace siete años recorren hospitales y hogares de niños vestidos como los personajes de los comics y las películas, llevando alegría y amor para esos chicos que perdieron la salud y la familia. Lo hacen acá, en Argentina.

Su historia

Desde chiquito me gustaron los superhéroes. Fue todo como una bola de nieve: aprendí a leer antes de ir a la escuela porque quería leer los cómics, me enseñó mi madrina. Y cuando cumplí 16 me enteré que había un evento en Costa Salguero. Fui y descubrí un mundo de gente disfrazada. De chiquitos es común vestirte como un superhéroe, pero de grande no tanto. Igual me prendí a esa movida cosplay. Mi primer personaje fue Robin, me identifico mucho con él. Lo hice con guantes de cocina, alpargatas, telas que encontré por ahí. Se las llevé a mi mamá y lo cosió ella”, cuenta Lisandro Becerra, que interpreta a Spiderman.

Ahora se “profesionalizó”: “Se los mando a hacer a una amiga mía que es costurera, y con mi novia, que también es cosplayer y parte de La Liga, hacemos los detalles, que suelen ser de goma eva. Con ella hacemos cosas en pareja: si hago de Robin, ella viene de Batichica”.

En la secundaria, Lisandro no tuvo problemas en contar su afición. “Mi amigos lo sabían, todo bien. A veces necesitaba que alguno me acompañara con un personaje y lo hacían de onda. Ahora que estudio Traductorado Público en la UBA es otra cosa. Casi que es un secreto. Si se da lo digo, no es que me da vergüenza, pero tampoco lo ando publicando”.

En el mismo hospital Español que todavía hace emocionar a Agustina nació precisamente Juan Pablo. Los dos son novios desde hace 9 años y viven en Lanús. Juampi, confiesa, se “enamoró” del Superman que interpretó Cristopher Reeves desde muy chico. “Fue a primera vista -bromea-. Tenía 9 o 10 años cuando lo vi en la película. Siempre me gustó ese personaje. Colecciono figuritas, cómics. Me impactaba la magia que transmitía, su amor por los demás. Y que la gente, cuando lo veía, se quedaba tranquila. Además que siempre salvaba chicos en peligro”.

Pero para transformarse en cosplayer debió esperar un poco. “Recién a los 27 comencé. Ahora debo tener 10 trajes de Superman en distintas versiones. Pero cuando pude, me compré el traje réplica del que usaba Reeves”, cuenta. A través del cosplay, Juan Pablo conoció amigos que se entusiasmaban con la misma práctica. Y un día, además de encarnar a sus héroes, les llegó la hora a ellos, sin otro súper poder que la solidaridad, de ser héroes de muchísimos chicos. “Crear al grupo fue una idea colectiva. Hubo una ocasión, hace siete años, en que el Hospital Garrahan pidió dadores de sangre, pero decía algo así como ‘hacer algo heroico’ y animaba a ir vestidos como los personajes. Fue como Superman y se armó revuelo. No era el único con traje, pero era réplica. Vi lo positivo que generó en los chicos”, recuerda.

A partir de ese momento, con otros jóvenes armaron el grupo de Facebook, al que luego sumaron uno en Instagram. A través del mismo, comenzaron a contactarlos desde instituciones de salud, hogares de niños y escuelas. “Primero fueron papás y mamás los que nos abrieron las puertas, después llegamos a los médicos y los directores de hospitales”, cuenta.

Al ver lo que sucedía, Agustina -que es maestra jardinera, con quien se conoció bailando salsa y era la fotógrafa del grupo- se unió a la movida. “Empecé a ver la reacción de los nenes al ver su personaje favorito, el brillo de los ojos, ellos tienen esa fantasía. Un adulto quizás no nos vea parecidos a los personajes. Pero para los niños, el que entra a su habitación es el personaje real. Así que dije ‘tengo que formar parte de esto’ y empecé siendo la Mujer Maravilla, aunque a veces hago de Blancanieves”. Su novio acuerda: “La primera vez que lo hicimos fue mágica. Uno no se prepara para esto. Vos querés ver a los chicos disfrutar la magia del personaje. Pero los ves a veces muy vulnerables. Se viven momentos difíciles. Muchas veces salimos llorando, pero aliviados porque lo que hacemos les gusta. Para nosotros, los héroes son ellos, y dejamos lo mejor”.

Siempre se producen momentos únicos -continúa Juan Pablo-, me pasó en una escuela con chicos de 9 años, había uno fascinado por Superman. Les explicaba que para ser superhéroes hay que ser buenos ciudadanos, no tener súper poderes. Y un chico se levantó y me abrazó súper emocionado. También algunas veces nos quedan recuerdos un poco tristes. Había un niño fanático del Hombre Araña, que estaba muy grave. Y esperó que llegara al Hombre Araña para verlo, estuvo con él, y al día siguiente falleció”.

Lisandro, como Spiderman. Es uno de los personajes más queridos por los chicos.

A Lisandro, el “Spiderman” del grupo, también lo emociona la posibilidad de hacer felices a los niños: “El traje pasa de ser un hobby a transformarse en el vehículo de una acción solidaria. Siempre llevamos regalos, juguetes, cosas para que lean. Los nenes te miran como si fueras el personaje, a veces hasta te piden un autógrafo. Los que más te mueve es que chicos que están muy mal te ven y se les iluminan los ojos y te preguntan o te dicen cosas: ‘yo te vi en la película que estabas peleando’. Y nosotros lo único que queremos es darles una sonrisa” .

Los chicos de la Liga de Superhéroes y Villanos Solidarios ya recorrieron “entre 15 y 20 hospitales y unos 10 hogares de Capital y el Conurbano. Pero a cada uno fuimos más de una vez”, dice Juampi. El mecanismo es sencillo: a través de la página también consiguen donaciones de juguetes, libros y ropa que llevan en sus visitas. También lo hacen en los eventos de Cosplay a los que se presentan, como Bs.As. Comic, Crack Bang Bum de Rosario o Avellaneda Comics, además de muchos festivales más pequeños. “Siempre nos dejan poner un stand y la gente nos deja cosas”, se enorgullece Juan Pablo. Por lo general, alguno que tiene auto las lleva, y el resto va como puede. “A veces, alguno va en tren o colectivo cambiado, pero siempre pedimos si nos dan un lugar para vestirnos”, cuenta Agustina.

La Agente Judy junto a una niña en un hospital. La Liga… lleva siete años de tareas solidarias. Hoy, en pandemia, hacen sus apariciones por llamadas de WhatsApp y Zoom.

Desde marzo del 2020, la pandemia puso en suspenso la actividad solidaria. Por lo general, los niños que visitan tienen las defensas bajas y no sería prudente. Para Juan Pablo (que es asmático y debe cuidarse el doble), además, significó el cierre de la pizzería que tenía en Lanús: “Se llamaba Metrópolis y estaba llena de personajes de cómics. Pero no la pude sostener. Ahora me hice cargo de la pizzería que era de mis padres en Valentín Alsina, Los Negritos”.

La Liga de Superhéroes y Villanos Solidarios en el Hospital Español.

Por el momento, sólo hacen videollamadas por WhatsApp y Zoom. “Son de 15 minutos, y los chicos siempre están acompañados por un adulto”, cuenta Juan Pablo. Y, como Agustina y Lisandro, espera que todos estén vacunados para poder regresar a visitar a los chicos. A regalarles una sonrisa, y por qué no, la más grande de las esperanzas.

FUENTE: INFOBAE

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