¿Se pusieron a pensar lo importante que es que existan proyectos surgidos con el fin de resolver algunos de los problemas sociales que afectan a muchas personas? La editorial que ofrece libros infantiles con tipografía para disléxicos.
Editorial Gerbera, por ejemplo, ofrece libros infantiles con tipografía para disléxicos y en tinta-braille. Su misión editorial es la inclusión y la calidad literaria. De esta forma, todos los niños pueden disfrutar de la lectura, soñar a través de sus historias y ser felices a través de la literatura.
Dirigidos al público infantil, los libros de Gerbera son los únicos publicados en el país que tienen una tipografía amigable para disléxicos. En el catálogo del sello independiente fundado por Fabiana Nolla Portillo en 2012 hay también títulos con textos e ilustraciones en braille, texturas y hasta narraciones en audio. Pero lo interesante de la propuesta es que no son libros solo para ciegos o chicos con dislexia: son libros para todos. La idea es que un lector que no tiene dificultad para leer pueda compartir el ejemplar con otro que tiene disminución visual o que confunde las letras.
A simple vista, la tipografía especial no llama la atención a un lector común pero allana el camino para los que padecen dislexia, ya que las palabras quedan “fijadas” a la página, entre otras cuestiones técnicas fundamentales. Según explica la editora, se trata de una tipografía que tiene “mayor peso en la base“: ese detalle logra que la letra no salte al momento de ser leída. “Porque en la dislexia, las letras saltan, giran, rotan y se mueven de renglón en renglón“, agrega la fundadora de Gerbera. Además, hay un espacio determinado entre las letras que forman cada palabra y, a su vez, el “ojo” de cada letra tiene un ángulo específico que hace que no rote. “Para el normolector, es imperceptible. Pero para la persona con dislexia es la solución para que el texto esté quieto“.
“Hay chicos con problemas con la lectoescritura que directamente sienten rechazo por los libros en papel. Es por eso que usamos una tipografía amigable, que se llama OpenDyslexic, en todos nuestros títulos, incluso los de cartoné para los bebés y nenes de hasta tres años“, dice Nolla Portillo. La decisión de investigar el tema la impulsó una anécdota personal: las primeras cuatro ediciones de Gerbera fueron impresas del modo tradicional. “Tuvimos un incidente con una compañerita de mi hijo que no quería que le regaláramos libros porque no los podía leer, ya que las palabras le saltaban del renglón“, recuerda la editora. Eso la decidió a estudiar sobre dislexia, un problema neurobiológico: “Es como una interrupción entre el fonema y el grafema, la unidad mínima de escritura“, explica.
Narrar con puntos
Como en el caso de la dislexia, una anécdota personal llevó a la editora de Gerbera a editar algunos de sus títulos en braille. “Fuimos a una escuela con la autora Verónica Alvarez Rivera con su libro Serafina y pasó a leer una nena con una carpeta negra. No sabíamos que era ciega. Entre la madre y la maestra integradora le habían hecho una edición del libro en braille y con texturas. Me pareció bellísimo. Le sacamos fotos y lo subimos al Facebook. Enseguida empezaron a pedirnos el libro. Aclaramos que era uno casero. Al mes le llega a la autora otro ejemplar de Serafina en braille hecho por la biblioteca Ilusiones, que es para ciegos. Lo mostramos en redes y otra vez nos empezaron a pedir el libro de todos lados, incluso de México y Colombia. Entonces me puse a investigar de nuevo, como con la dislexia en su momento, y me di cuenta de que no había libros de literatura para chicos en braille. Lo que había era braille en papel blanco exclusivo para ciegos. Ahí se me ocurre editar libros inclusivos que puedan compartir un niño ciego y uno no. Para eso tenía que hacerlo en tinta y en braille“.
En la actualidad, el catálogo del sello inclusivo suma diez títulos, que tienen la particularidad de estar anillados para que puedan abrirse por completo a la hora de la lectura en braille. “Cuando saco un libro nuevo, lo primero que hago es consultar a la asociación Tiflonexos, que hace dos años fue reconocida por la ONU porque tienen la biblioteca accesible a ciegos más grande del mundo, con más de 80 mil títulos en braille. Ellos me orientan si el texto se puede traducir no solo por el contenido y la extensión sino también por una cuestión de espacio: el braille requiere más lugar en la página porque los caracteres son más grandes, ya que se leen con la yema de los dedos. La idea es que el mismo ejemplar lo puedan leer dos lectores (uno ciego y otro no) en el mismo momento y para eso el texto tiene que estar en la misma página“, detalla Nolla Portillo, que empezó a aprender sobre el tema hace unos cinco años.
Las historias están traducidas de manera literal, palabra por palabra, y, en algunos casos, hasta las ilustraciones están punteadas para que los ciegos puedan “leerlas”. Un ejemplo es Mi vecino, de Alejandra Viacava y Silvia Hei, que tiene una edición anillada en braille y con audiolibro. Este año incorporaron un código QR y audio a todos los libros, con especificaciones como sonidos que indican que deben pasar de hoja. Serafina tiene una nena en la tapa con el contorno de la cara, los ojos y el pelo punteados. “Si no, los ciegos no lo pueden leer porque no leen líneas sino puntos“, completa Nolla Portillo.
Dirigidos a chicos desde los dos años, estos libros “estimulan el sentido del tacto y el arte de reconocer e interpretar formas, preparándolos para aprender braille más adelante“, explica Tejeiro. “Los libros de imágenes táctiles pueden ayudar a desarrollar el lenguaje siempre que las ilustraciones sean comprensibles para el niño ciego. Algunos tienen pequeños personajes y formas no figurativas o geométricas. Al contrario de las imágenes convencionales, estas figuras no necesitan experiencia visual para ser entendidas“, completa la editora que busca, al igual que Gerbera, que ningún chico o adulto se pierda la maravillosa experiencia de la lectura.
FUENTE: LA NACIÓN