Gabriel Gil sufrió un siniestro vial en 2005. Ese episodio no trabó su vida. Por medio del deporte, y con la ayuda de su familia, logró salir adelante. Hoy además de tener una barbería es director técnico de Los Teros. “Soy conocido por tener los mil rubros”, describe.
Corría el año 2005 y Gabriel Gil, con 24 años, sentía que había tocado el cielo con las manos. Muchos de sus sueños estaban encaminados. Tenía chances de jugar en un club de fútbol, el deporte que abrazó de niño en su Villa Dolores natal. Pero también, siendo profesor de salsa, no paraban de lloverle presentaciones junto a su compañera en casamientos y en cumpleaños de 15. De hecho, tenía casi todo cerrado para comenzar con los ensayos de una obra de teatro del humorista Fernando “Flaco” Pailos.
Pero una tragedia vial, en una ruta de la provincia de Buenos Aires, le puso un freno a sus planes pero no a su vida. Cuando regresaba de la ciudad de Luján con destino a Córdoba, adonde había viajado para cuidar a su hermana por un tema personal, el colectivo chocó y terminó dado vuelta. Impactó contra un poste de hormigón y el techo de la unidad se precipitó sobre el joven y le cortó un pie.
A los 41 años, Gabriel recuerda con lujo de detalles el episodio que le tocó afrontar. Dice que no le salía sangre y que en los primeros minutos después del accidente se preocupó porque se le había roto un pantalón que había comprado hacía poco tiempo.
“Cuando recuerdo el accidente siento que estaba tranquilo. Muy pocas veces lo he contado, pero sentí la presencia de Dios a mi lado”, confiesa.
Lo primero que hizo en las inmediaciones del colectivo, ya sin su pie, fue pedirle a una chica un pañuelo para hacerse un torniquete. Luego, le indicó que rastreara su zapatilla que tenía el resto de su extremidad.
“Le dije que si lo encontraba lo metiera en un lugar frío porque pensé que podrían salvarlo. Todavía tenía chances de jugar a la pelota”, recuerda.
Una vez que llegó la policía y la ambulancia, asistieron a Gabriel y lo trasladaron a un hospital de la localidad de Exaltación de la Cruz. En el camino, y al ver el despliegue de las sirenas y los ruidos, cayó en lo que le había sucedido.
Cuando llegó al nosocomio atinó a preguntarle a Jorge, el camillero, si había perdido mucha sangre. “Estaba desesperado por mis clases de baile porque vivía de eso. Trabajaba con mi cuerpo”, explica.
AMPUTACIÓN DE SU PIERNA, INTERNACIÓN Y VOLVER A EMPEZAR
Gabriel estuvo internado en ese hospital una semana. No pudieron salvarle el pie porque se había desgarrado y, por prescripción médica para evitar problemas a futuro, decidieron amputarle parte de su pierna izquierda.
Con mucho humor, aún recuerda una situación que le ocurrió mientras lo operaban. “En un momento de la intervención me desperté y le dije a una médica si no me acariciaba el pelo”, detalla. Y prosigue: “Me duermo de nuevo y cuando despierto, ya sin parte de mi pierna, me cargaban y me decían ‘se despertó el mimoso’”.
El hombre cuenta que nunca sintió dolor. Ni cuando se le cortó el pie, tampoco cuando lo intervinieron. Lo que sí le costó fue verse frente a un espejo sin su pierna izquierda.
“Durante cinco meses no salí de mi casa”, explica. Y añade: “Mi papá me hacía las curaciones. Hoy se me hincha un poco cuando hay cambios de tiempo”.
En diciembre de 2005 se animó a salir de su vivienda con “pantalones largos”. Todo fue posible por intermedio de la asistencia psicológica que hizo y que le pagó la empresa de transporte.
“Estuve un año con ayuda terapéutica”, cuenta. De a poco, intentó ser el que había sido antes del accidente y hacer todas aquellas cosas que le hacían bien.
En su recuperación, el deporte cumplió un rol clave. Practicó fútbol desde los cuatro años y pasó por varios clubes como Belgrano, Talleres, Instituto y Unión San Vicente, entre otros. Pero en su etapa con prótesis se volcó a un sinfín de actividades: canotaje, natación, tenis y triatlón. En todas logró destacarse y obtener medallas.
“Todos los días te tenés que superar. Eso me lo enseñó el deporte. La pérdida de la pierna no fue lo más grande. La mirada del otro fue lo más doloroso y cruel”, explica.
EMPRENDER EN MEDIO DE LA INDIFERENCIA
Quizás Gabriel recuerde las situaciones de humillación que tuvo que afrontar una vez amputado. Pero no quiere quedarse ahí. Incluso esos escenarios poco felices lo impulsaron a ir por más.
Como nadie lo quería emplear, y ya con una familia constituida –es padre de Joaquín, de 13 años– decidió emprender para ganar dinero y aportar a la economía de su familia.
“Soy conocido por tener los mil rubros”, dice entre risas. Y enumera: “Vendí fiambres, tuve una panadería, una casa de ropa. Cuando no tenía nada, cosía portatermos y los vendía en Traslasierra. Nunca me quedé quieto. Por suerte mi esposa trabaja y entre los dos salimos adelante”.
Si bien siempre tuvo una personalidad de “ir al frente”. Tuvo momentos de oscuridad como cualquier ser humano. Incluso, llegó a tener pensamientos suicidas, que pudo contrarrestar gracias al apoyo de sus afectos.
Hoy tiene la barbería y peluquería XT en el garaje de su casa en barrio Ferreyra y se desempeña como director técnico del equipo de fútbol adaptado Los Teros.
“En ese espacio aprendí a compartir y a ser líder. Qué hay más personas como yo. Ya no me bajoneo por el accidente”, dice orgulloso.
Para poner su negocio, jugó un rol clave la psicóloga deportiva Carina Cerruti. “Me conocí mucho más y eso me ayudó a tomar la decisión de poner la barbería porque ya el cuerpo se va cansando”, explica. Y agrega: “En 2014 empecé a estudiar y hoy mi modo de sustento es ese. Uno pone arte en la cabeza de otras personas. La imagen comunica”.
Consultado sobre un mensaje para otras personas que están amputadas, el hombre fue contundente: “Vale la pena vivir. Hay que disfrutar de las pequeñas cosas, de los detalles”.
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FUENTE LA VOZ