Las recetas de una cocinera solidaria llegaron a un libro

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María Ester Paylallef llegó a Neuquén sin saber leer ni escribir. Con su sueldo montó un comedor comunitario para los chicos del barrio.

Hace más de tres décadas, María Ester Paylallef llegó a la ciudad de Neuquén en busca de un mejor futuro para ella y sus hijos, sin saber que se convertiría en un bastión fundamental para los niños y las familias más humildes de su barrio. Esto se debe a que hace 20 años fundó un comedor comunitario donde, de lunes a viernes, alimenta a unas cien personas y, además, abrió un ciclo de charlas durante la semana de la mujer.

Cuando María Ester pisó suelo neuquino por primera vez, allá por los noventa, no contaba con que su vida cambiaría radicalmente. Arribó a la región desde el Valle Medio rionegrino con la esperanza de poder darle un mejor futuro a sus hijos y terminó convirtiéndose un poco en la madre de corazón de las familias más necesitadas del barrio Gregorio Álvarez. “Cuando llegué a Neuquén yo no sabía leer ni escribir, pero llegué con la esperanza de salir adelante y conseguí trabajo para limpiar los vidrios de la Universidad Nacional del Comahue“, contó.

Este primer trabajo que consiguió María Ester sería el puntapié inicial del camino que lleva más de tres décadas trazando en su barrio, con sus vecinos. “Después de un tiempo me pasaron a lavar las ollas a la cocina de la universidad y un día me preguntaron si podía sacar cien porciones de una bolsa de papas y pude sacar ciento diez”, rememoró feliz.

Fue así como, casi por accidente, encontró un lugar en el que se sentía cómoda desarrollando una tarea que cada vez le gustaba más. “Siempre me gustó cocinar, pero nunca me había planteado cocinar para los demás”, señaló.

De este modo, se sumergió en la cocina de la Universidad alimentando estudiantes hasta que una tarde de invierno en el 2002, volviendo a su casa de trabajar, presenció una escena que marcaría su destino. “Yo me bajé del colectivo y vi a dos nenes revolver la basura y les pregunté que buscaban, cuando me dijeron que para comer, me acerqué hasta casa y les di comida“, recordó.

A partir de ese día, María Ester se propuso ayudar a quienes más lo necesitarán y fue así como inauguró un pequeño comedor para seis chicos del barrio al que llamó De hermano a hermano que, progresivamente fue en aumento y en la actualidad alimenta a familias completas. “El comedor funciona en una parte del terreno de mi casa que cedí y dedicamos exclusivamente para este fin, es muy gratificante ver que hemos ayudado a chicos desde la panza de la mamá”, destacó.

Es así como sus cuatro hijos crecieron entre ollas y preparación de comida para repartir entre quienes más lo necesitan. Luego vinieron los nietos quienes eligen a diario ayudar a su abuela y sus mamás. “Todos mis hijos son cocineros”, aseguró orgullosa.

Un comedor sostenido a pulmón

Actualmente De hermano a hermano alimenta a unas cien personas, todas ellas vecinas del barrio. Si bien cuentan con donaciones esporádicas de alimentos no perecederos, en su mayoría la materia prima es comprada por María Ester cada vez que cobra su sueldo en la universidad.

Nunca quise recibir donaciones de políticos, porque ellos solo se acercan en época de campaña y siempre vienen con un caramelo y un voto. Nuestro trabajo no es para esto, es para que los chicos no se acuesten a dormir con dolor de panza porque cuando duele la panza eso es hambre. Mis padres me inculcaron valores y esto lo hago sin esperar nada a cambio”, aseguró.

En el comedor, además de alimentar a quienes lo necesitan, se trata de acompañar a las personas con ropa, calzado y las donaciones que se reciben se reparten entre quienes lo necesitan. “Cada vez que alguien puede alcanzar algo nosotros ponemos una mesa donde acomodamos todo lo donado para que la gente pueda llevarse lo que le haga falta”, informó la mujer.

Pese a que cuando María Ester llegó a Neuquén no sabía leer ni escribir, logró publicar un libro de sus recetas en castellano e inglés gracias a una profesora de la universidad. “Ella se acercaba al comedor a verme cocinar y me decía: ‘un día te voy a regalar un libro con tus recetas’. Y así lo hizo, escribió un libro donde están mis recetas hasta en inglés”, contó emocionada.

El libro lleva el nombre de Pan y Viento en honor a su apellido, Paylallef, que en mapuche significa corre como el viento, según explicó. En él se plasmaron recetas cien por ciento patagónicas, como el pan con chicharrones y el mote.

Además, después de mucho esfuerzo la mujer pudo aprender a leer y escribir superándose día a día e inspirando a las personas a que trabajen por sus sueños. “No importa la edad, lo que importa es no rendirse y luchar por los sueños, se pueden cumplir a los 20, a los 30 o a los 60, pero uno nunca debe dejar de luchar. Desde que nacemos, nacemos con un propósito y tenemos que ir por él”, aseguró.

Es así como durante las Jornadas de la Mujer realizadas en el Hotel del Comahue la semana anterior, María Ester fue elegida para abrir las charlas. “Es un ejemplo de trabajo y superación”, destacaron. “La ayuda debe ser siempre desinteresada, mi sueño es poder continuar ayudando el resto de mi vida y son los mismos valores que le inculque a mis hijos y ellos a sus hijos”, concluyó.

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