Hasta los 15 no tenía botines y soñaba con ser Messi: la historia de Ousmane N’Dong, el primer senegalés que juega en Argentina

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Ousmane N’Dong es el primer jugador nacido en Senegal que recibe el fútbol argentino. Creció en Dakar donde, según cuenta, no existe la clase media: “O lo tenés todo o no tenés nada”. Y él se ubica dentro del segundo grupo. Tanto, que jugó al fútbol descalzo hasta los 15 años. A pesar de eso, soñaba con Messi y se levantaba a las cuatro de la mañana para verlo en la Copa América de los Estados Unidos. Por eso, cuando su representante le avisó que había un club de la Argentina para ficharlo, ni lo dudó: “Vamos“, dijo sin pensarlo, decidido. Y hoy Lanús es su nueva casa. Así, con 18 años, arribó al país sin saber ni siquiera a qué punto del globo terráqueo venía.

Su vida cambió. De un día para el otro dio un giro de 180​​° para cumplir su sueño: ser jugador profesional. Dejó atrás a su familia, a sus amigos, su barrio, y todo por una razón: ayudar a que su familia viva mejor. Cuenta que en su infancia era muy pegado a su mamá, fallecida recientemente y a quien no pudo despedir por los kilómetros que tenían de distancia. El amor por el deporte se lo inculcó su papá, que lo llevaba a entrenarse y jugaba con él. Fue también quien lo apodó “Papá Ramos”. Papá porque Ousmane era el nombre de su abuelo, y Ramos, por Sergio Ramos, defensor del Real Madrid a quien el joven de Lanús tiene como referente y ejemplo a seguir.

Si bien antes de pisar suelo argentino no conocía nada del país ni sabía dónde quedaba, ya era hincha de la Selección Argentina gracias a Messi. “Messi es Argentina, también es Maradona, pero Messi es todo”, dice con la sonrisa iluminada, recordando sus jugadas y el esfuerzo que hacía para ver jugar a Leo de madrugada. Su sueño es conocerlo personalmente, como pudo hacer con Maradona, con quien tiene una foto subida en su Instagram luego de un amistoso entre Lanús y Gimnasia en enero de 2020. “El D10s. Un placer verte”.

Jugar al fútbol en Senegal

Al principio no tenía botines y tenía que jugar descalzo. Hace poco, a los 15 años, pude comprármelos. La verdad es que costaba mucho tenerlos y tener zapatillas, entonces no me quedaba otra. Jugábamos en una cancha de tierra, era lo que había, lo que teníamos”, cuenta Ousmane. Y agrega sobre su día a día: “Cuando tenía 16 años empecé a jugar en Primera. Lo único que amaba era entrenar. Entrenaba a la mañana, a la tarde… Al colegio fui de chiquito pero al tiempo mi viejo se fue dando cuenta de que a mí no me gustaba porque iba y llevaba la pelota en la mochila, ni siquiera entraba, salía y jugaba afuera“.

Ousmane con su padre.

El amor por su madre y su dura infancia

Yo era un chico muy de mamá. Estaba siempre al lado de ella y tenía un sueño que quería cumplir, que era algún día ir a jugar afuera para poder ayudar a mi familia. Por eso cuando se presentó la oportunidad no lo dudé. Ni lo pensé. “¿A dónde hay que ir? Vamos. Salimos de acá”, dije. “Mi familia no vino conmigo, nunca vino para acá ni lo va hacer”. Su padre, un ex policía jubilado. Su madre, enfermera. ¿Su infancia? Difícil, por lo que cuenta. “A veces costaba tener algo para comer. Todo nos costaba mucho. Hoy me siento muy feliz contando estas cosas porque no es que la pasábamos mal, pero es lo que había. No quedaba otra. No había ayuda de la familia o de alguien que te diera algo, teníamos que meterle con todo para salir adelante. Me crié en un barrio parecido a lo que acá le llaman villas”.

Ousmane con su madre.

Su vida en Argentina

La vida en Senegal es más tranquila. Acá es mucho más lindo, hay mucho más respeto. Allá la vida se divide entre los que tienen y los que no tienen. No hay intermedio. Tenés todo o no tenés nada. De Senegal extraño mucho mi familia, a mis amigos, porque yo estaba siempre con ellos. Extraño caminar en el barrio, ver la gente, porque hace dos años que no voy para allá. También extraño a mi mamá, que ya no está”, agrega. “Los argentinos me gustan porque son muy familieros. No voy a decir que todos son buenos pero, me gusta eso. A mí todavía no me tocó vivir alguna experiencia mala en Argentina, donde voy la gente te demuestra cariño, te abrazan, te quieren conocer, quieren hablar con vos. Es muy lindo. Me gusta el ambiente, muy respetuoso”.

FUENTE: CLARÍN

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