El increíble experimento que un artista urbano monta en esquinas ocultas de Buenos Aires

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Hace seis años que Sebastián Andreatta, conocido como Bih, viene ganando espacios a fuerza de grandes intervenciones.

Una ruptura de pareja puede provocar un universo de emociones. A algunos los lleva a un lugar muy oscuro, otros toman el dolor para crecer y aprender. En el caso de Sebastián Andreatta, el arte urbano fue su refugio para reparar su corazón roto y desde hace seis años se dedica a hacer intervenciones en espacios públicos en la Ciudad de Buenos Aires.

Bajo la firma BiH, empezó pegando afiches que contenían frases motivacionales, lo llevó a pasacalles y en la última serie lanzó unas piñatas con plata adentro que esconde en rincones de la ciudad. “En el arte encontré muchísimo más de lo que me hubiera imaginado cuando solo quería sanar un corazón roto. No sé si es casualidad, algo del destino o de la construcción a través de los sueños”, dijo en diálogo con TN.

Su apodo hace referencia a las iniciales de Bosnia y Herzegovina, lugar que recorrió cuando se separó de una relación complicada y que abrió su cabeza por completo. Era productor musical, pero sintió que necesitaba hacer otra cosa de su vida y decidió dar sus primeros pasos en el street art o arte urbano.

Calles intervenidas por BiH. (Foto: Sebastián Andreatta)

“Fue una joda y quedó. Las intervenciones son en CABA porque yo soy de Palermo y ella era de zona sur, pero andábamos siempre por acá. Entonces, con el diario del lunes, creo que necesitaba marcar territorio y recuperar un poco la ciudad. Por eso empecé con las señales de tránsito que eran buena onda para levantar un poco el ánimo. Hoy sé que era para levantarme un poco a mí”, expresó y sostuvo que tuvo buena recepción en el público, por lo que continuó en ese rumbo.

Le gusta trasgredir, el humor y la idea de poner algo donde no se puede. Esa tentación de lo prohibido, o de lo no permitido.

En ese momento ya había otros artistas que venían interviniendo las calles como Guille Pachelo. “Terminé subido a esa ola”, dice y un poco reniega de los afiches porque hoy siente que no lo representan. Sin embargo, entiende que para ese momento había mucho “póster palermitano” y tenía sentido, hoy ya quedó de modé.

Rápidamente, necesitó incorporar otros elementos para experimentar. “A los dos años me aburrí y empecé a hacer pasacalles, me aburrí otra vez y vino la caja fuerte. Con eso intenté abandonar la palabra, para hacer más instalaciones y trabajar algo más conceptual. La palabra quizás está muy trillada y me gusta ir para otro lado. Es un proceso en mi vida y la realidad es que juego como me gusta jugar”, cuenta.

Caja fuerte en la calle y piñatas con plata: cómo juega el contexto en las obras

Al dejar las palabras atrás, llegaron intervenciones con condimentos más jugados: los trapitos al sol -que eran calzoncillos donados por el público- al lado del Museo de Bellas Artes o la caja fuerte ubicada en el medio de una pared porteña, en la que uno podía acceder a través del código de seguridad que el artista difundía en redes sociales. Allí hubo una evolución en la propuesta que traía BiH: la participación activa de los usuarios.

Hace un mes llegó algo que transporta a la gente directamente con la infancia: una piñata. Sebastián dejó pistas en sus redes para que los usuarios pudieran rastrear su ubicación y pincharla. Al hacerlo, llueve dinero y la imagen se vuelve cinematográfica. La primera piñata tuvo $5000 y en la última la suma ascendió a $20.000.

La caja fuerte, una de las grandes apuestas que hizo el artista. (Foto: Sebastián Andreatta)

Un día vio una piñata marmolada y le pareció que era un objeto lindo para intervenir. Con la imagen en la cabeza, comenzó a hacer asociaciones: “Me trajo una sensación de la niñez, esa adrenalina de cuando está a punto de explotar y que vos solo querías agarrar todo lo que había adentro. En ese momento no te importa la solidaridad ni compartir, vos hacés todo para agarrar más que los otros. Ahí me apareció el primer contacto con la sociedad: el egoísmo que en la niñez es algo inocente, pero que en la adultez es una decisión”.

A partir de eso, debía pensar qué cosa interesante podía tener en su interior y la idea era superadora: plata. “La devaluación, ahí tomó sentido. Me parecía una versión muy menemista, bizarra y hasta innecesaria. Muy kitsch, pero gracioso”. Sin embargo, la tercera piñata le provocó sensaciones diferentes: “Me las imaginaba explotando como ocurrente, que podía ser un buen video para reels. Pero terminó quedando fuera de eso porque el hombre que la pinchó lloraba cuando veía esa guita volando”.

 “Me terminó resultando muy movilizador. Estuve angustiado, feliz, emocionado, sorprendido. Una mezcla de emociones por lo que sucedió y el alcance que tuvo. A veces uno hace algo esperando algo y el resultado se escapa por la tangente”, manifestó. Hasta el momento hubo 3 piñatas, pero se encamina una cuarta con más billetes. Para él, el número ideal es el 10 y sueña con cerrar así esta serie: con una abultada suma y colgada en el Obelisco.

En ese sentido, recordó que una artista le dijo que sus obras son “muy costumbristas”: “La verdad es que tiene razón porque estas obras solo las podemos entender nosotros. No sé si una piñata tendría sentido en otro país, cuya relación con el dinero puede ser otra. Me gustaría con mis obras seguir ahondando en lo argentino”.

Democratizar el acceso al arte

En relación a las costumbres y al consumo cultural, Sebastián entiende que el arte urbano “tiene un poder único que es democratizar el acceso”. A la hora de recorrer galerías o museos, plantea que hay que tener un mínimo conocimiento o background para “entender algunos conceptos” que se encuentran en el circuito tradicional.

En cambio, considera que en el ámbito público es la gente la que valida sus obras. “Le quita el poder a los poderosos y se lo da el pueblo: esa es una de mis principales motivaciones”, afirmó.

De: mi, para: mi

A pesar de que su camino por el arte urbano comenzó tras separarse en la búsqueda de aprobación y reacción del público, su incursión en el ámbito y sus obras siempre tuvieron un mensaje -y significado- para él. Desde los mensajes motivacionales en las “señales de tránsito”, como en los pasacalles y hasta el día de hoy con las piñatas.

“Nunca dejó de ser algo para mi. Que le guste a alguien, lo tome y lo disfrute me parece accesorio a un divertimento mío. Cuando uno decide dedicarse al arte está sujeto a querer que nos miren y que nos reconozcan”, remarcó, pero reconoció haber hecho ciertas cosas “para pegarla” que no funcionaron porque “no eran genuinas”.

La última serie que lanzó: piñatas con plata adentro. Hasta el momento ya fueron 3 y se encamina una cuarta. (Foto: Sebastián Andreatta)

Asegura que cuando termina de instalar algo y se le forma una sonrisa burlona, siente como entra la sensación de satisfacción al cuerpo: “Mi deseo estar haciendo obras que me hagan feliz a mi. Si la gente las recibe y las consume es un plus fabuloso que disfruto. El goce primario es que me guste a mi, sino pasa a perder todo el sentido. Se nota, se deja ver en la obra que no está hecha con el alma”.

Por otro lado, Andreatta tildó a su arte como efímero: “A diferencia de un mural que esta años en un lugar, mis intervenciones duran poquito y en el mundo real no queda. Mi cabeza piensa todo el tiempo en experiencias, con la necesidad de la superación”.

En esa línea, el artista enfatizó que es fundamental desmitificar que no todo es perfecto, exitoso ni viral. “El cariño de la gente hacia lo que hago lo aprecio, pero también es un bajón porque cuando hago algo que no tiene el mismo impacto, es como que soy un fracaso. Estoy en un proceso de entender hay piñatas o cajas fuertes que la rompen, que a la gente le gusta y te lo hacen saber, y que también hay obras que pasan más desapercibidas y no pasa nada”, señaló.

Los afiches, un clásico bajo la firma de BiH. (Foto: Sebastián Andreatta)

En ese proceso es fundamental el amor y el apoyo de la familia, novia y amigos. Además, cuenta con un equipo -Control B- que lo siguen en todos sus proyectos: “Es muy habilitante tener gente que me levante, me permite jugar siempre adelantado”.

¿Agenda? No, no conoce de eso. No le gusta planificar y le cuesta organizarse. ¿Un deseo? Seguir los pasos de Mirta Minujín o Leandro Erlich, dos referentes del arte en el espacio público. “Las puertas que abrieron y lugares que recorrieron para seguir por ese lado. Me vuelan el bocho. Tengo 33 y soy joven todavía, pero voy por ello”, cerró.

FUENTE: TN

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