De ilegal a cirujano de Harvard: la historia de Alfredo Quiñones Hinojosa

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Esta es la historia del actual director de neurocirugía de la prestigiosa Clínica Mayo de México, cuyo recorrido en la medicina llega a Netflix en Ases del bisturí. 

Alfredo Quiñones Hinojosa es el mayor de 5 hermanos. Hijo de Flavia Hinojosa y Sóstenes Quiñones, desde muy temprana edad demostró ser un niño con un nivel intelectual más alto que el de sus pares. Flavia recuerda que Alfredo era excelente alumno, pero le daba mucho trabajo porque “era muy inquieto y travieso”.


Criado en el seno de una familia con muy bajos recursos, Alfredo se percató de que no todas las personas vivían de la misma manera: “Me di cuenta de que había gente con recursos y otra gente, como nosotros, que no teníamos nada”. No contaban con agua potable, ni demasiada comida. 


Su acercamiento hacia Estados Unidos comenzó a los 14 años, cuando visitó a su tío Fausto, que trabajaba como capataz en un campo en California, Estados Unidos. Trabajó junto a allí durante dos meses ayudando a quitar malezas. Ganó algo de dinero y volvió a su casa. “Ese dinero ganado con trabajo duro probaba que las personas como yo no estábamos indefensas ni desvalidas”, reconoció un tiempo después.  

Fue el primero de enero de 1987, un día antes de cumplir 19 años, que aterrizó en suelo americano luego de saltar la valla de cinco metros y medio de altura que separaba ambas fronteras. Había cruzado, en su corto vuelo sobre el alambre de púas. de Mexicali, México, a Calexico, California, Estados Unidos. Pero la policía fronteriza lo vio caer y lo devolvió al lado mexicano. Una hora después, volvió a saltar. Esta vez, lo hizo más rápido y no lo vio nadie. Llevaba 65 dólares en el bolsillo de su pantalón y no hablaba inglés.


De manera ilegal, sin documentos, comenzó a trabajar como jornalero. Cosechaba tomates, algodón, melón, brócoli, uva, coliflor. Vivía en un remolque, escondiéndose de los oficiales que deportaban inmigrantes.Con sus primeros trabajos Alfredo logró ahorrar para empezar a estudiar inglés en una academia nocturna comunitaria como primera meta.

Su amor por la medicina surgió a raíz de un accidente que casi le quita la vida. Tuvo una revelación, y decidió que ese sería su objetivo en Estados Unidos. Aplicó para una beca en la Universidad de California, en Berkeley, que finalmente consiguió a los 23 años. Estudió psicología y se recibió con grandes honores. Decidió continuar estudiando y eligió aplicar para la Escuela de Medicina de Harvard. También lo consiguió, siendo parte del escaso 3,7% de latinos que estudian en esa institución. “Mis compañeros de Harvard me dijeron cámbiate el nombre. En vez de Alfredo Quiñones ponte Alfred Quinn…, yo dije ¡jamás! Y mantuve siempre los dos apellidos”.

Cuenta que la primera vez que fue invitado a una cirugía cerebral, decidió que iría por el lado de la neurología: “Entré a una maravillosa habitación (el quirófano) donde el paciente estaba despierto. Es increíble, pero eso es lo que hago yo hoy”. “La razón por la que decidí estudiar el cerebro es porque todavía es un territorio inexplorado. Me cautivó el hecho de que un órgano tan maravilloso tuviera la capacidad de crear recuerdos y de hacer posible que amemos a otros”, añade.

En 1997 se graduó con honores, y obtuvo la nacionalidad estadounidense. Del salto del muro habían pasado solamente diez años, tiempo en el que logró cumplir el objetivo que se propuso aquel día del incidente en el trabajo. 

En abril de 2016 fue convocado por la Clínica Mayo, en Florida, para dirigir el departamento de Cirugía Neurológica, cargo que continúa desempeñando hoy en día. En diálogo con un periodista, comentó: “No sé si soy una persona a imitar. Soy una persona sencilla. A pesar de haber estudiado en Harvard y en Berkeley, me sigo viendo como aquel niño de 5 años, de cabeza grande y hombros pequeñitos, que estaba frente de la estación de gasolina. Me mantengo humilde todos los días porque es la única forma en que me mantengo alerta (…) para tratar de revolucionar, no solo el campo de la neurocirugía, sino también el campo de las células madre.”. Además de su labor como médico, lleva adelante una fundación de investigación llamada NIH que busca una cura al cáncer de cerebro.

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