“Correr tras haber perdido la vista fue como volver a ver”

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Analía Romero es corredora ciega y conduce el programa de radio ‘Apaga la luz y verás’

POR ALEXANDRA BARRETO

Estudió la carrera de óptica y paradójicamente fue perdiendo la visión en el transcurso de su vida. A los 30 empezó a tener serios problemas, y hace más de 17 tiene discapacidad visual, y se define como ‘legalmente ciega’ hace 5 años. “Nunca vi bien porque era miope, me ponía lentes y hacía una vida normal, pude estudiar”, reconoce. Su diagnóstico: retinosis pigmentaria. Una enfermedad degenerativa de los ojos, hereditaria y poco frecuente que ocasiona pérdida grave de la vista. No tiene cura y es progresiva.

La corredora cuenta que hace 25 años se fue de su Rosario natal, vivió 6 en Puerto Madryn y hace 19 se estableció en El Bolsón. Está casada con Néstor Pérez y tiene dos hijas de 13 y 16 años.

¿Cómo fue la adaptación de este cambio de vida?
Fue difícil, no distinguía los precios de los productos de supermercados, los carteles, colores y las caras se iban borrando. Uno se pregunta: ¿Cómo haré? En ese momento no tenía a mis hijas, pensé por un momento que no sería madre. Mi marido fue muy práctico, lo tomó sin ningún drama y seguimos adelante. Cada pérdida de la vista fue un duelo porque uno se acostumbra a una situación nueva, es un cuento de nunca acabar.

¿Cómo fue el proceso de aceptación?
Me adapté cuando nació mi hija y la verdad es que era más fácil de lo que me había planteado. Luego tuve otra hija. Tener una familia me ayudó a salir adelante, por ellos, por mí, por no ser una carga para nadie. Busqué mil cosas, medicina alternativa, cosas religiosas, hasta que entendí que lo que me había tocado, tenía que asumirlo y que seguro habría que hacer algo bueno con eso.

¿Cómo comenzó la pasión por el running?
Corría desde los 13 años, salía todos los días pero dejé de hacerlo a los 30. A los 42 me enteré que los no videntes corrían y empecé de a poco a entrenar con guías. Conocí a otros corredores y de ahí no pare más. Encontré una actividad que me apasiona. Lo máximo que corrí fueron 42km y los 100km, del cruce de los Andes. Mi primera carrera fue en Villa La Angostura hasta San Martín de los Andes en posta. Había un equipo de ciegos y fui una de esas 5 participantes, cada uno hacía una distancia, le pasaba la posta a otro compañero y completábamos el recorrido. Correr tras haber perdido la vista fue como volver a ver.

¿Quién fue tu primer guía?
La primera persona con la que corrí en El Bolsón fue un artesano que trabajaba en una feria y que falleció hace un par de años. Recuerdo que hicimos 7 km y me parecía una enormidad.

Nosotros vamos amarrados por una soga, cuando te acostumbras es como correr solo y sin nada en la mano. La soga tiene un largo de 50 centímetros y a cada extremo le hago un nudito. En este momento tengo dos guías, con uno voy más suelta, cada uno bracea a su ritmo. Al otro guía le gusta ir con la soga más cortita, juntos casi tocándonos los brazos, piensa que se siente más seguro de guiarme así. Alguna vez en la pista, me largué sola pero no por mi zona ya que es complicada porque me voy hacia los costados si me sueltan, termino en cualquier lado.

¿Cómo fue el comienzo de involucrarse con corredores ciegos?
Tenía un blog en el momento que estaba perdiendo la vista y escribía sobre experiencias propias de la baja visión, sobre los paseos, cómo reconocer un paisaje. Hubo gente que me seguía. Se comunicó una chica de San Martin de los Andes, comentó que había un grupo de runners que estaban organizándose para participar en una carrera, y que me pusiera en contacto con ellos, y así empecé a hacer esas amistades. Fue un mundo nuevo.

¿Te exiges mucho al entrenar?
Corro para mí, no por competir con nadie. Lo hice muchas veces en Buenos Aires, en media maratón quedaba primera excepto en una maratón cuando iban las runners de Brasil y quedaba en segundo lugar. Antes de la pandemia entrenaba era casi todos los días, era muy distinto. La motivación cambió, iba al gimnasio, hacia cinta, ahora corro más salteado, menos tiempo.

Tu programa de radio fue nominado en rubro servicio a los Martín Fierro Federal.

Lo hago en la comarca hace 8 años, ganamos ese premio con ‘Apaga La Luz y Verás’, es un espacio que ofrece a los oyentes, historias de vida, novedades, tecnología, consejos, entrevistas relacionada con la salud y discapacidad visual y forma parte del trabajo solidario de A.D.I.V. (Amigos Discapacitados Visuales). Lo hacemos tres personas: ni esposo Néstor, Patricio Soto y yo.

¿Cómo afecta a las personas ciegas el distanciamiento social por la pandemia?
Esto es todo un tema porque sucedió mucho que nadie te quería tocar para ayudarte. Nosotros necesitamos mínimamente la mano para apoyarnos, quien nos guie en la calle, poder manejarnos y tener precauciones para no contagiarnos y ayuda en un montón de cosas. También depende los lugares, en nuestra zona no fue tan estricto, en las ciudades es más exigente. En una fila no sabemos en qué distancia está el anterior y necesitamos que la gente nos indique con la voz que podamos avanzar.

¿Te sentiste discriminada en algún momento?
Sí, en las reuniones de padres. Al principio cuando mi hija mayor era más chica las madres no me hablaban, era rara la situación, me sentía invisible. Es como que no me veían, después fui sanando esa inseguridad emocional y animarme a decir cosas, pedir ayuda. Llegar a un acto y no saber dónde sentarme, quedarme parada porque nadie me decía puedes estar acá. Me da risa porque en un momento me angustiaba. Con el tiempo fue cambiando por las acciones de concientización que hemos hecho con este grupo civil del que formo parte. Organizamos la ‘Carrera Ciegas’ donde las personas que ven se pusieron en nuestro lugar con duplas: uno fue guía y el otro guiado, un ejemplo hizo que de a poco la gente perdiera miedo a acercarse.

¿Qué otra actividad te gusta?
Amo leer y por muchos años me resistía a los audios libros, hasta que los descubrí. También soy parte de un equipo en el Instituto de formación docente en temas de discapacidad. Soy una mujer muy activa con muchas ganas de hacer cosas en la vida. La gente con discapacidad donde vivo no hace nada, tienen otra forma de asumir las cosas. No hay que hacer caso al no puedes.

¿Quién te dijo te dijo que no podías?
Al principio en el sistema deportivo me dijeron nunca vas a correr 21 km. Pensé que si corría 10 no tendría barreras. No existe en mi diccionario la palabra miedo.

¿Eres feliz?
Sí. Mi hija menor hizo esa pregunta y respondí que alguna vez leí en un libro que la felicidad son momentos y hay que buscarlos, cuando estoy viviendo un lindo momento, presto atención, tener un instante de decir “que lindo esto” y guardármelo dentro. En mi hogar tenemos muchas dificultades; en la pandemia estuvimos sin trabajar, no tenemos casa propia, pero siempre considero que si estamos sanos podemos hacer muchas cosas.

¿Qué te falta lograr?
Estoy abierta a todo lo que venga. Si me decías años atrás que iba a cruzar Los Andes corriendo, hubiese dicho que no. El ganar un Martín Fierro con nuestro programa… Fueron todas sorpresas.

Tuvimos un negocio de chocolatería y cuando la abrimos, alguien me dijo: “¿Para qué quieres trabajar? que te mantenga tu marido, si no ves, tienes que ir a tu casa”. Por supuesto que no hice caso de estas cosas.

¿Extrañas Rosario?
No, normalmente iba varias veces al año, aprovechaba para ir a correr carreras para ciegos, pasar Navidad, estar con la familia, todo lindo pero después quería a la tranquilidad de vivir en El Bolsón, donde sales a la calle, escuchas pájaros, huele a pasto cortado.

¿Qué te enseñó el no poder ver?
El tú no puedes. Es el combustible para que cada uno sepa que no hay imposibles, se puede encontrar la manera, hay que pedir ayuda, siempre hay alguien que está dispuesto a hacerlo.

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Jorge

Tremenda historia de vida..que poder decir de esta mujer..!! Adelante Analia..!