Conocé al argentino que acampa solo en los lugares más recónditos del mundo

Historias para contar Slider costado

Pablo Imhoff lleva años viajando por el mundo. Sus nuevos proyectos tienen como vehículo una moto de baja cilindrada. En plena pandemia recorrió toda la ruta 40 y ahora está rumbo a Alaska. “Para cortar con la rutina busco constantes desafíos”, señala desde el Salar de Uyuni, en Bolivia

Ya comienzan a verse las estrellas. A medida que oscurece el espectáculo recobra todo su esplendor. Si no fuese por las bajas temperaturas, Pablo Imhoff elegiría pasar toda la noche fuera de su carpa. Igual, se queda un rato contemplando el silencio, y la inmensidad del salar más grande del mundo: Salar de Uyuni. En minutos cumplirá 35 años.

Esa experiencia casi se le escapa. Unos meses antes de llegar a Bolivia, el argentino casi pierde la vida en la Puna cuando intentaba bajar los casi 4.000 metros de altura de El Angosto, en Jujuy. “El clima es cambiante, mientras descendía en mi moto se largó a llover. Al agua le siguió el viento huracanado, y la tierra roja se convirtió en barro. Rezaba por no quedarme atascado…” El panorama se volvió aterrador. Primero se escucha el trueno, luego el relámpago lo sorprende. La tormenta eléctrica se había desatado. También la paso pésimo cuando decidió dormir en el Abra del Acay, el punto más alto de la Ruta 40, a 4895 metros sobre el nivel del mar y el mal de altura casi se lo lleva a pasear al más allá.

Cruzando un puente en Villa Lanquín, cerca de Bariloche en la Patagonia. Viaja en moto, solo y ligero (@gabrielsaavedrafotografias)

Así, al límite, anduvo por lugares recónditos de Europa y América. De nuestro país conoce todo con excepción de la Antártida: estuvo hasta en Malvinas. La adrenalina lo mantiene alerta y vivo. Hace más de siete años que Pablo disfruta de su vida fuera de lo preestablecido. Se define como un hombre feliz. Logró desprenderse de su carrera profesional, su casa, y su rutina cargada de obligaciones. Su única preocupación es encontrar estímulos diarios… y un lugar para acampar.

Uno contra el mundo

 “Nunca me voy a olvidar de la sensación de ambigüedad que sentí al subirme a la moto y tomar la ruta. Por un lado la alegría de poner primera, y por el otro, el miedo y la incertidumbre. Tuve que romper con muchos paradigmas mentales para poder emprender el cambio”, cuenta desde Bolivia.

Hasta ese entonces, el santafesino trabajaba como técnico óptico de lunes a viernes en un laboratorio en Santo Tomé. En unas vacaciones se subió a su Gilera, y salió a aventurarse. “Hubo algo de la libertad: andar sobre dos ruedas sin precisar de mucho más”.

Cuando volvió de ese descanso no pudo dejar de pensar en la idea de patear el tablero, “Me metí de lleno en el universo consultado en blogs, o algunos incipientes canales de YouTube. Cuanto más investigaba más me gustaba, pero siempre estaban los fantasmas dando vueltas en la cabeza”, explica. Lo decidió a las pocas semanas. Se lo comunicó a su familia. Acto seguido vendió algunas de sus pertenencias, y se dejó llevar…

Primer objetivo: dar la vuelta a la Argentina

Para dar inicio a su travesía, Pablo eligió hacerlo en una Gilera, un modelo italiano que se instaló en la década del 50 en la Argentina, convirtiéndose en un ícono.. “Antes corría en bicicleta, en cierta medida tiene una relación por sus dos ruedas, el mismo estilo de vehículo que te da libertad para acceder a caminos poco transitados… A su vez, te permite llevar poco”.

El itinerario elegido fue la Argentina. “Todo cerraba recorrer las rutas nacionales en una moto con una impronta local”, destaca. Así que partió desde Villa María, Córdoba donde compré la Gilera rumbo al sur. “Tardé tres años y cuatro meses en conocer cada provincia con todos sus paisajes cambiantes, sus climas, sus tradiciones, y su gente”, apunta Pablo, que según sus propia experiencia es el valor invaluable de estas experiencias. De esa travesía escribió su primer libro que se vendió con éxito, ‘Cruzando Fronteras’ y le permitió solventar su siguiente proyecto: Europa

Pasó tres meses manejando por el viejo continente, unió Portugal, España, Francia, y Marruecos. “Fue hermoso. Le faltó el factor aventura que uno encuentra en Sudamérica. Todo está prolijo, las rutas bien asfaltadas… Si bien es un destino rico en cultura e historia, todo se vuelve un tanto previsible”.

Pablo en el cementerio de trenes de Uyuni, un pueblo del este boliviano

El proyecto Alaska 2022

Durante la pandemia vivió un tiempo en Ushuaia, planificando su nueva travesía, esta vez rumbo a Alaska. Recién pudo retomar la ruta en marzo del 2021. “El objetivo era revisitar esos rincones después de cinco años. Como aún no se podía cruzar fronteras volví a atravesar la emblemática Ruta 40 de punta a punta. Esta vez con una Econo… A la gente le encantó”.

Cuando puede se traslada a Santa Fe a visitar amigos, y familia, pero no se imagina establecido en un solo destino. “Cuando dejé Santo Tomé no sabía qué buscaba. hoy estoy seguro que encontré algo mejor”.

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