CasaSan, un espacio que brinda oportunidades a cientos de jóvenes

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Tras la muerte de su hijo Santiago, en 2016, Mercedes Frassia tomó la determinación de consagrar la casa en la que habitaban en un centro de ayuda para niñas, niños y adolescentes que padecen problemáticas sociales como adicciones, situación de calle, desempleo, depresión y violencia.

Voluntarias, niños, niñas y adolescentes que atraviesan diferentes problemáticas sociales contaron cómo CasaSan, fundación ubicada en el barrio porteño de La Boca, mejoró sus vidas gracias a Mercedes Frassia, una madre que transformó la angustia por la pérdida de su hijo en un dar “oportunidades para la vida”. Cientos de jóvenes se sienten a gusto allí y pudieron encontrar una nueva forma de sentirse cobijados para poder llevar adelante su vida.

Mercedes Frassia reconvirtió su dolor cuando decidió abrir las puertas de esta casa que habitó su hijo Santiago, fallecido en 2016 luego de atravesar un largo período de adicción. Ella reacondicionó el lugar, ubicado en Olavarría al 800, al que pintó con colores alegres en sintonía con las casas de La Boca, y decidió abrirlo “para los pibes y las familias”.

Un grupo que solamente quiere ayudar

Son alrededor de 50 personas, que con un amplio abanico de propuestas abrazan a otras 1.000 que se acercan cada mes desde distintos puntos de la ciudad y provincia. “Somos una gran familia“, coincidieron sus integrantes. Allí, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y familias enteras que enfrentan problemáticas sociales como adicciones, situación de calle, desempleo, depresión y violencia, acceden a actividades culturales, educativas y lúdicas de forma gratuita.

Ana María Cardozo (66) es vecina del barrio hace más de 30 años y se convirtió en una referente de CasaSan junto a Mercedes. “CasaSan fue una sorpresa, porque no había nada donde pudieran venir los chicos a aprender, tomar la merienda, jugar. Acá los chicos salen de un taller y van a otro, están contenidos y para las madres es una tranquilidad porque no andan en la calle, nos conocen a todas y el lugar está abierto“. Entre las actividades que brindan están Danzas Urbanas, Folklóricas, Árabes, Rap, Break Dance, Músca, Skate, Kung Fu, Karate, Murga, Dj, Teatro y Juegoteca.

Punto digital

A raíz de la pandemia, también comenzaron a brindar merienda y cena para más de 800 personas, e inauguraron un “punto digital” donde pueden acceder a computadoras con internet y a diversas formaciones con salida laboral. A su vez, ofrecen espacios para la salud y el movimiento con clases de pilates, yoga y asistencia psicológica; espacios para el trabajo, para aprender costura, estampado, cocina; y espacios para el fortalecimiento familiar con picnics, muestras y hasta vacaciones en conjunto.

Chicos y chicas de todas las edades participan de las actividades. Entre ellos Rodrigo, “el Chino”, de 19 años, que vive en un hogar en el barrio de Almagro. Luego de haber estado en situación de calle, encontró en CasaSan un espacio donde aprender oficios y divertirse.”Cuando conocí CasaSan el mundo cambió para mí. Antes estaba aburrido y ahora siento tengo algo para hacer que me gusta y el año que viene termino el cole“, contó.

CasaSan para mí es diversión, pasarla bien. Colaboro en la cocina, dibujo, voy al curso de Manga y pinté un mural en el ‘Punto digital’“. Con Teo se conocieron ahí y son “como hermanos”, dijeron al unísono. Teo, tiene 11 años y es un gran anfitrión que muestra con orgullo cada rincón del lugar. “Es mi segunda casa. Somos como una familia muy grande y unida”, afirmó. El niño vive en San Telmo junto a su madre y sus dos hermanas y extraña a su papá que vive en Mar del Plata. Cuando sea grande le gustaría ser embajador, abogado o parte del gobierno, aseguró. También, otra de las protagonistas es Betiana “Tati” Britos Luna (14), oriunda de Quilmes, que se unió a la murga de CasaSan desde los 11 años y toca “muy bien” el bombo, según sus compañeros. A la vez, cursa fotografía, DJ, Danzas urbanas y “todo lo que hay”, dijo entre risas. “En Quilmes, en la escuela me hacían bullying y eso me provocó una parálisis en la cara. Así que mis papás me trajeron a una de La Boca, donde me recuperé y pasando por la puerta conocí CasaSan. Me anoté y empecé a venir”, contó Tati.

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